Anclas para la vida: De Samuel Ruiz a Nelson Mandela.
Flor de Líz Pérez Morales.
Dos hombres que ofrendaron su vida al mundo; dos hombres a los cuales el mundo les tiene que agradecer la dignidad que han portado. La presencia de ellos nos hace reclamarnos a nosotros mismos lo que le hemos hecho al mundo, aunque a través de sus silenciosos actuares ellos nos regalan especialmente sus anclajes para la vida. Los dos tuvieron sus propios tiempos, fueron dadores de bondades y amadores de sus pueblos: Don Samuel Ruíz y Nelson Mandela
Se trata de dos hombres, no de cualquier hombre, sino de esos que han gozado de fieras dignidades y conmovedor humanismo; que trascendieron más que por sus nombres, por el nombramiento que les dio su gente. Jtatic, para el padre y Madiba para el hombre hacedor de milagros.
La semana pasada Samuel Ruíz fue despedido por una muchedumbre mayoritariamente compuesta de indígenas, en tanto que Mandela agoniza en un hospital de Johannesburgo mientras centenares de sudafricanos acuden a sus iglesias para rezar por la salud del ex presidente.
El cuerpo de Ruíz García tuvo presencia en la Catedral de la Paz en San Cristóbal de las Casas Chiapas. Su funeral fue asistido por indígenas que vieron en él la imagen que dignificaría la vida cruenta que los había mantenido marginados.
En su testamento el prelado dejó dicho: “Con todo el corazón pido perdón a Dios de todas mis faltas y también lo pido a todas aquellas personas que, con mis palabras o acciones, haya ofendido o escandalizado y ruego al mismo misericordioso y omnipotente Señor (cuya justicia es su misericordia), que repare los daños que mis acciones causaron en dichas personas".
En un documento también testado como sus últimas memorias, Conversaciones conmigo mismo, Mandela expone un diálogo que se puede parafrasear de la siguiente manera: “Algo que me preocupaba profundamente en la prisión era la falsa imagen que involuntariamente proyectaba al mundo exterior, de que se me viera como un santo. Nunca fui nada parecido…”.
En palabras de ellos, como en las mías, queda lejos la idea de santificar o idolatrar las acciones, si de reconocer lo humano de cada uno de ellos, lo que sin querer agiganta sus figuras, mismas que ahora más que nunca se fortalecen ante la ausencia de valores sociales.
Con ellos el mundo se ha sentido cobijado, frente a la orfandad y la miseria sometida de su gente. A ellos el pueblo les dio la voz para el diálogo en tanto la inequidad se ahuyentaba y lo llenaban de esperanzas. Por eso hay deudas humanas que sólo podemos reconocer cuando hablamos de esos hombres, de esos que huelen el dolor y la miseria e intentan cambiarla por solidaridad y fe en el hombre mismo.
El Jtatic y Madiba pusieron el sueño de hacer un mundo más justo, democrático y libre, en cada una de sus acciones; desde la cárcel o desde el púlpito, mostraron que las fortalezas no están en las diatribas sino en la unión de las voluntades. En el encanto de este mundo desencantado. Estos dos hombres han hecho lo imposible: nos han soltado sus propias anclas para la vida.
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