México 2050: Infierno
No hace mucho, en un diario de circulación nacional, se precisó que la economía de hace cuarenta años en el país era sana y radicalmente opuesta a la actual. La nota enfatizó en todo momento, lo "sorprendente" de ello.
Después de efectuar comparaciones, revisar estadísticas y analizar entrevistas con ciudadanos que en aquella época iniciaron su vida laboral (algunos hoy ya jubilados), la nota precisa que entre 1954 y mediados de los años 70, era posible obtener créditos para vivienda y el dinero sencillamente rendía.
Al efectuar cuentas mentales y retroceder los referidos 40 años, es posible ubicarnos en el inicio de la década de los setentas. Tal hecho permite confirmar la nota, pues en tal época se inició el desmantelamiento de la única y sensata estrategia económica que un gobierno nacional ha practicado en la historia post novohispana.
Desarrollo estabilizador fue el nombre que Antonio Ortiz Mena secretario de hacienda durante las administraciones continuas de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, impuso a dicho modelo de administración estatal entre los años 1958-1970.
Dicho modelo económico persiguió principalmente y según definiciones formales, la estabilidad para lograr un desarrollo económico continuo. La estabilidad económica continua, implicó mantener la economía libre de topes como inflación, déficits en la balanza de pagos (en lenguaje coloquial, vigilar que los gastos no fueran mayores que los ingresos obtenidos), devaluaciones y demás variables que logran estabilidad macroeconómica.
Para ello, las administraciones nacionales de 1958 a 1970 optaron por medidas, como las siguientes:
a).Devaluación del peso frente al dólar en 1954, con una nueva paridad de 12.50 pesos por dólar.
b).Aumento de créditos al sector privado.
c).Se facilitó la entrada de inversión extranjera.
d).Se impulsó fuertemente la producción de bienes intermedios y
e) Se empezó a fomentar la producción de bienes de capital.
En razón de tales medidas, la gran mayoría de la sociedad mexicana gozó en dicho periodo de un buen nivel de vida, si no de primer mundo, por lo menos con poder adquisitivo real y bienes de consumo básico accesibles, pues existía producción agrícola e industrial, lo que permitió la expansión del mercado interno y con ello el abaratamiento de aquéllos.
No obstante, la clase política nacional abandonó el método estabilizador a partir de la administración de Luis Echeverría Álvarez, cuyo inicio se dio conjuntamente con dicha década de los setentas.
Tal abandono, desde luego no fue casualidad o azar, obedeció a intereses ajenos a los de la sociedad nacional, pues lejos de fundarse en el bienestar común -hasta entonces centro de la dinámica gubernamental- fue resultado de la obediencia a la consigna dictada desde Washington, a cambio de reconocimiento político por parte de la hegemonía norteamericana y desde luego de intereses particulares del titular del ejecutivo y sus secuaces.
Los hechos históricos así lo corroboran.
Fue concretamente el nombrado movimiento estudiantil del 68 y sus antecedentes, los que constituyeron el parte aguas, tendiente a desestabilizar social y económicamente a la nación.
En efecto, contrario a lo que oficialmente se maneja y autoriza escribir, dicho movimiento nada tuvo de genuinamente estudiantil, por más que se bañe de idealismo al mismo y se pretenda erigir a la democratización del sistema (inexistente en la vida práctica), como objeto principal
Lo cierto es que desde la administración de Ruiz Cortinez (1952) hasta la de Díaz Ordaz, la sociedad en general gozó de poder adquisitivo, de verdaderas oportunidades laborales y beneficios sociales; obviamente había mucho por mejorar.
Es precisamente en dicha época en la que organismos internacionales vaticinaron que de haber continuado por el mismo camino, México habría asegurado para el año dos mil diez, un nivel de vida similar al de países de mediano desarrollo primer mundista, como Australia.
La razón oficial del abandono de un modelo que garantizaba el futuro progreso de la Nación, fue la aparente modernización económica en aras de instalar las bases del neoliberalismo, que en palabras llanas no es otra cosa que el desmantelamiento total de una Nación.
Hoy la situación socio económica la conocemos y vivimos todos, el futuro promisorio que pudo ser, es gris.
Lo grave además de las consecuencias del negativo manejo de los recursos públicos y del desánimo productivo, lo representa el hecho de que la clase política a cambio de oro y poder, mantiene al sistema económico en el riel que la consigna internacional extranjera exige, no obstante que dicha vía lleve directamente al infierno.
Antídotos existen, lo que no hay es voluntad. La economía basada en la plata es un ejemplo de ello, constituye una opción que puede otorgar respiro a las clases media y baja, aunque claro está, no es una solución inmediata y absoluta; sin embargo, nada se discute.
La razón para no discutir, desde luego tiene implicaciones políticas.
En este contexto, y con la economía devastada, en cuarenta años hacia delante (ya no hacia atrás) se dirá con razón, que hoy en día se era dichoso y próspero, que se contaba con un nivel de vida “mejor” que el futuro que nos acecha.
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