Octubre 12.
Cumpleaños “casi casi” ignorado, poco estudiado y por ende incomprendido; denigrado por propios y extraños -con razón y sin razón- es el de hoy: El que conmemora 520 años del descubrimiento de América.
Lastimosamente, como en otros acontecimientos, aquí se ha impuesto una visión “internacional” de las cosas para intentar tergiversar los verdaderos alcances y bondades de la llegada española al continente, al “nuevo mundo”.
Paralelamente dicha tendencia ha centrado su atención en desacreditar todo lo que huela a Hispanismo, incluida la propagación de la lengua española y fundamentalmente la evangelización y el cristianismo.
Por eso se contamina la sangre y el pensamiento indígena de rencor y odio -más aún el de la masa- haciendo creer que un nativo nunca fue tratado con decencia y amor al prójimo, por su sola condición natural.
Se califica al Español como el más desalmado de los hombres, ignorando sus antecedentes humanistas y religiosos, como si fuera él quien sacrificara a sus doncellas o practicara el canibalismo; se le ataca y se le odia por conquistador como si antes de su llegada -en el fuero interno- una tribu no dominara a otra, avasallándola y practicando el esclavismo, normal no solo en el mundo de aquella época, si no natural en la condición humana que aún regida por alguna norma, podría ubicarse en la parte inicial del proceso de civilización.
Se le tilda de injusto, cuando la raza humana luchaba como ahora -contra sí misma- por imponer una hegemonía, siendo que el Español fue más leal con las potencias de la época en su competencia por conquistar territorios, basados –por cierto- en reglas aceptadas por los mandamases de entonces.
No se trata de negar que hubo excesos de la fuerza desde un punto de vista actual, pero observar las cosas desde esta perspectiva no dejará ver a nadie, más allá de.
Ver los exterminios y dominación de castas aisladamente sin duda parecerá escandaloso, pero no será más que ponerse de lado de quienes pretenden y ven conveniente mantener sesgada la visión y ocupado el ímpetu en la diatriba visceral.
El que los pobladores del territorio americano hayan sido las “víctimas” no quita pues que la fuerza haya sido en aquel tiempo, el factor determinante para que uno y otro dirimieran sus diferencias y eventualmente uno pasara a la jurisdicción del otro. Negarlo, es negarse a sí mismo, negar la historia humana.
Amén a ello, cabe reflexionar sobre la “generosidad” que desveló el mestizaje como práctica distante y distinta a la de pueblos vigentes como el anglosajón tan admirado muchas veces sin bases firmes, por cada vez más americanos. Ni siquiera los españoles “maldecidos” exterminaron a nuestros “indios”, como aquellos a sus “pieles rojas”. Hubo dominación, pero habría que empezar entonces por retomar conceptos y ubicarlos en su perfecta dimensión.
Finalmente es de hacer notar, que si de comparar se trata, nada de justificadas tienen las invasiones –que no conquistas- de las nuevas potencias a los nunca faltantes pueblos “débiles”, paradójicamente “ricos” por sus recursos naturales.
Después de todo una invasión obliga a quien la sufre, a obedecer sin posibilidad de reticencias, so pena de perderlo todo y una conquista compromete a quien la logra, a cuidar y a hacer crecer para sí mismo, como ocurrió con el virreinato de Nueva España, lo que se logró.
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