Palestina
Opinión
Iván Triano Gómez
El pasado 16 de octubre el consejo de derechos humanos de la ONU condenó por fin al Estado de Israel con base en las conclusiones del informe Goldstone (llamado así en referencia al fiscal sudafricano Richard Goldstone que encabeza la comisión internacional que investiga la última ofensiva militar hebrea “plomo fundido”) que en los próximos días será votado también en la Asamblea General de Naciones Unidas.
Iván Triano Gómez
El pasado 16 de octubre el consejo de derechos humanos de la ONU condenó por fin al Estado de Israel con base en las conclusiones del informe Goldstone (llamado así en referencia al fiscal sudafricano Richard Goldstone que encabeza la comisión internacional que investiga la última ofensiva militar hebrea “plomo fundido”) que en los próximos días será votado también en la Asamblea General de Naciones Unidas.
Dicha condena es relevante no sólo para el pueblo palestino pues sus consecuencias constituyen un precedente inaudito en el seno de la organización internacional, cuyo descrédito en la opinión pública internacional se acrecentó al haber avalado la investigación en torno a presuntas armas químicas de destrucción masiva en Irak cuya existencia jamás se demostró, a fin de justificar la invasión policial por parte del Imperio Norteamericano y eliminar el contrapeso que representó a la hegemonía del Estado Israelí en el ombligo del mundo, el gobierno de Saddam Hussein.
Además son conocidas las tibias recomendaciones y críticas que el organismo internacional acostumbra a efectuar a la política expansionista israelí a lo largo de su breve vida contemporánea (el Estado Israelí fue artificialmente creado en 1948, por decreto de la ONU, y con presiones Británicas y Judeo Norteamericanas).
Lo anterior no implica que la opinión pública mundial deba ya sentirse segura por contar con un organismo como la ONU, presunto garante de la paz y el orden social internacional; sin embargo tal condena representa cuando menos un intento por la reivindicación de aquéllos anónimos niños, mujeres y ancianos palestinos que perecieron durante la ofensiva israelí perpetrada entre diciembre de 2008 y enero de 2009 y desde luego del sentir de quienes estiman injusta la agresión a un pueblo cautivo e indefenso como el palestino.
En efecto, el documento avalado recientemente por el consejo de derechos humanos de la ONU, recomienda "canalizar" no sólo a Israel sino al grupo de resistencia Nacional denominado Hamas (en occidente, sinónimo de grupos terroristas), a la Corte Penal Internacional a menos que en un plazo de seis meses se realicen investigaciones creíbles de lo sucedido en territorio palestino.
Para los expertos la citada acción legal constituye en términos diplomáticos una derrota para el gobierno Israelí, aunque en verdad sólo se trata de una piedra en el zapato para el mismo, que desde el fin del conflicto conocido como segunda guerra mundial, se ha atrincherado en el seudo hecho histórico conocido como holocausto, a fin de evitar y contrarrestar las críticas serias en torno a su política exterior, que en automático, es imposible dejar de calificarlas de antisemitas por sus defensores ideológicos, por muy fundadas que sean.
No obstante la citada piedra puede generar más que una simple molestia, siempre que el valeroso grupo de abogados Británicos, Españoles, Holandeses y Noruegos que se encargan de la investigación tendiente a obtener pruebas que incriminen a altos oficiales del ejército Israelí no sufran boicot y desde luego no traicionen por presiones sus propias convicciones ideológicas; ello es así, pues de acreditar los crímenes de guerra atribuidos a aquéllos se estaría llevando a la Corte Penal Internacional a la crema y nata de los ejércitos del mundo, algo impensable hasta hoy.
Simultáneamente la Corte Internacional y la comisión de derechos humanos de la ONU estarían dando un gran paso en lo que concierne a su credibilidad y eficacia pues se enfrentaría a los hijos de la raza impulsora de las instituciones universales, con todo y que la imputación planteada al mismo tiempo en contra del grupo de resistencia Nacional Hamas resulta burda, ya que el delito de crímenes de guerra propio del derecho internacional, implica sustancialmente la agresión en contra de núcleos poblacionales por parte de un Estado durante una contienda bélica, hecho no congruente si se atiende el hecho que en ldiciembre y enero pasados, el agresor fue el ejército hebreo, quienes por tres semanas y haciendo caso omiso a todo llamado a la cordura por naciones ajenas al conflicto, en forma contínua hizo uso de fuerza desproporcionada y de castigo colectivo (definiciones propias del documento avalado por la comisión de derechos humanos de la ONU) contra los habitantes de Gaza.
En tal contexto toda acción adoptada por Hamas en contra del ejército Israelí ,que ya se dijo empleó la fuerza desproporcionada y un castigo colectivo incluso en contra de la población civil hebrea, sólo puede estimarse por sentido común, un acto de resistencia nacional.
Los resultados definitivos de dicha agresión así lo reflejan. Por parte del pueblo palestino murieron 1 400 palestinos, la mayoría civiles y entre estos cientos de menores de edad y sólo 13 israelíes.
Con respeto para esos 13 hebreos muertos, si bien sus existencias y la pérdida posterior de las mismas no dejan de ser importantes desde una óptica humanista, a la luz del derecho internacional no es dable sostener lo mismo pues Hamas nunca cometió crímenes de guerra por el sólo hecho de lanzar cohetes (primitivos por cierto y cuyo alcance es reducido) en defensa de su integridad; los números antes referidos así como los múltiples testimonios de reporteros internacionales y el trabajo iconográfico de los mismos no mienten; el bombardeo y masacre perpetrado por el gobierno israelí se centró en poblaciones civiles. Por el contrario, los 13 muertos hebreos evidentemente no implica un ataque sistemático contra poblaciones civiles por parte del “Estado Palestino”, que por sí mismo se trata de una abstracción, por no existir como tal (no hay que olvidar que palestina sólo tiene existencia social, no política legal), a lo sumo sólo son muertos en guerra ¿pero en que guerra no hay muertos?
Como respuesta inmediata, el gobierno israelí implementó una comisión “revisora” de los hechos de guerra de su ejército en la operación plomo fundido. Como era de esperar los primeros resultados oficiales, sostienen que de cien denuncias palestinas y de organizaciones de derechos humanos, en ninguno de los casos dicha comisión encontró pruebas incriminatorias contra sus hombres. Mató de un tajo la verdad, al menos que se corrobore que los cuerpo destrozados de niños y hombres captados por corresponsales europeos en Gaza sean resultado de los trucos antisemitas del photo shop o mal intencionados trucos publicitarios.
Adicionalmente a las negativas oficiales el primer ministro hebreo pidió a los órganos gubernamentales estudien la iniciativa para enmendar la legislación internacional sobre la guerra con el propósito de adaptarla a la “expansión del terrorismo mundial”. Inaudito en verdad pero ilustrativo para quienes creemos en la seria atención y crítica que se debe tener hoy más que nunca, respecto de los acontecimientos del medio oriente, pues la condena del gobierno israelí por parte de la comisión de derechos humanos de la ONU o bien obedece a un verídico acto de justicia por parte de los sectores sensatos que deben existir en los referidos organismos internacionales o bien constituye el antecedente legal y artificial del gobierno israelí para justificar la mencionada iniciativa con miras a tener manos libres en el exterminio absoluto del pueblo palestino.
Hoy en día la aldea global que alguna vez era tan sólo un sueño ideológico o una abstracción es una realidad. Nos guste o no, nos ha alcanzado. Por el bien de la humanidad la condena de la comisión internacional debe ser un verídico ejercicio legal con fines de obtener un poco de justicia humana que en esencia iniciará con el reconocimiento del crimen.
Hoy en día, em este momento, en estos minutos de lectura el pueblo palestino sufre, mañana podríamos ser nosotros. Importa poco la identidad del hipotético agresor, lo verdaderamente preocupante es ignorar el hecho que fueron asesinados inocentes en forma masiva y encima con base en tales hechos, valerse para pretender modificar las reglas internacionales de cómo hacer la guerra.
Es fácil pensar qué sucederá sin esas reglas mínimas, que por cierto desde finales de la segunda guerra mundial dejaron de observarse y no precisamente por los “malos” de los hechos históricos que se cree conocer.
Religión, Independencia y Unión.
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