¿Afore-proa?
En medio de la ignorancia pública sobre la crisis financiera “mundial”, de incongruencias discursivas del mismísimo Presidente Calderón -que primero promete no incrementar los impuestos y luego lo olvida- el Congreso de la Unión recibió el primer día de Octubre “nuevas” propuestas para “reactivar” el maltrecho ciclo económico del país.
En una de ellas se plantea usar de nuevo recursos públicos para salvar a un sector de la iniciativa privada, al de la construcción. Esa es pues, la esencia de la idea de bursatilizar los ahorros para el retiro de los trabajadores en aras de emplear parte de las ganancias en la aceleración de inversiones para infraestructura planteada por el Presidente.
De inmediato el recuerdo del Fobaproa de finales de los noventas, podría generarle a más de uno algún dolor de cabeza imprevisto y no lo consideraríamos exagerado.
Es cierto, aquí no hay aún un sector constructor quebrado como aquella vez se declaró el sistema bancario por los malos manejos de sus cabecillas; es más, podría argumentarse que de lo que se trata es de evitar el escenario.
No obstante por el lado de los trabajadores habrá que esperar a conocer si en el ánimo Presidencial está la posibilidad de consultar al trabajador para usar su dinero o todo se limitará a una nueva imposición democrática dictada desde el Congreso, maquilada en los acuerdos que los distintos grupos parlamentarios logren entre sí.
Habrá que observar con puntual interés si los atractivos “rendimientos” que se prometen a los trabajadores por rentar su inversión, son efectivamente justas en proporción a lo que se destinará al sector “ayudado”; si se cuentan con las suficientes garantías más allá de lo que diga el Secretario de Hacienda Carstens para ver cristalizada la promesa; qué proporción de las AFORES serán cotizadas para no dejar desprotegidos a quienes por su condición natural, algún incidente o perder su empleo, requieran de su capital en tiempos muy distintos a los del Gobierno Federal, que por cierto habla de un proceso a largo plazo.
De nuevo pudiera afirmarse que no habrá desempleo si se fomenta la obra pública, solo que el gabinete tendrá que recordar que no todos en este país se dedican a los trabajos de segunda que puedan ofertar para crear la infraestructura y no todos son proveedores de insumos como para sentirse verdaderamente a salvo de este mal.
En síntesis, se hace imprescindible agotar cualquier duda por exagerada que parezca, para no tener que pagar después los efectos de la confianza desmedida en un Gobierno de continuidades. Uno que no sería la primera vez que lesiona a “unos cuantos miles" con la bandera de cuidar intereses mayúsculos, como aquellos que el entonces Diputado Calderón privilegió junto a cientos de "representantes populares más", para hacer deuda pública un dinero que “simplemente se perdió" y jamás la mayoría en este país, pudo ni podrá disfrutar.
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