De torturas y autodefensas…políticas.
Hugo Triano Gómez.
El asunto, no
está de más decirlo, es delicado a la máxima potencia. Como es de suponerse
enfrenta criterios radicales y oportunistas con el riesgo de distraer la
atención de lo toral, de lo verdaderamente importante. Eso es lo que sucede con la
muerte del policía de Huimanguillo Tabasco, presuntamente vinculado a casos de
secuestro.
De forma
obligada hay que recordar aquí que lo más importante para la humanidad es la
vida y que bajo esa tónica nadie tiene derecho a ponerla en riesgo, ni para
hacerse de dinero de manera ilegal, ni para encontrar culpables a los delitos de
alto impacto. Aceptar lo contrario indicará que México ha suscrito en balde tratados en aras de garantizar
los derechos fundamentales de unos y otros.
Que alguien se
muera por tanto en un "traslado oficial" luego de un operativo policiaco sin ir
herido, no suena a cosa normal, pero tampoco quiere decir que no
pueda suceder. Vital resulta para calmar los ánimos y darle su lugar a la
razón, demostrar las causas del fallecimiento; saber si el infarto responsable
del deceso obedeció a algo inducido o no.
Sabido es que
el monopolio de la investigación en su etapa inicial correspondió a la
procuraduría estatal y que 72 horas después ésta declinó a ella en favor de la
PGR, que en teoría no tiene porqué ocultar o minimizar cualquier exceso de las
fuerzas policiales. No obstante, haber dejado pasar ese tiempo y reaccionar
declinando, como se dijo, ante el descrédito de los opositores políticos y la
familia afectada, parece una actitud tardía.
No puede
negarse tampoco que pese al tiempo transcurrido aún podrían encontrarse
indicios de lo que se presume sucedió con el extinto. La publicidad hasta donde
se pueda de los resultados de la necropsia y la validación de ésta por parte de
órganos como la comisión estatal de derechos humanos serán claves en pos de la
credibilidad, con todo y que en el pasado reciente el organismo ha sido
catalogado como un apéndice de los gobiernos en turno.
Dicho sea de paso, dudar
mayoritariamente de las conclusiones de la comisión, obligaría paralelamente a cuestionar la
conveniencia de mantener -como hasta ahora- a un organismo que no le
significaría a la "sociedad" más que una carga al erario.
En paralelo
resulta peligroso que la procuraduría polemice con otros organismos interesados
sobre la presencia de la tortura en la entidad. Poco provecho se obtiene al
negarla a ultranza. Da la impresión -aunque pueda no ser el objetivo- que
rechazando todo, no hay interés de solucionar nada.
Es verdad
también que el hecho de que haya denuncias de tortura contra la corporación judicial no significa que
necesariamente el abuso se haya consumado. La cuestión estriba en que al haber
aceptado recomendaciones en el pasado reciente, la PGJ tiene que explicar más
allá de la CEDH ¿qué ha pasado con los responsables de los incidentes, qué
penas pagaron, de qué tipo, qué rehabilitación o capacitación recibieron? si
permanecen en la corporación y si no han reincidido.
Cuidado especial debe
tener la sociedad preocupada por la inseguridad, su triste acompañante de los
últimos años. Como se dijo ya, la vida tiene un costo máximo para la especie y
poco abona a su resguardo el factor político que mezclado con oportunismo,
puede pretender hacer ver con ligereza un asunto complejo. Como un asunto
provocado por la ineficiencia actual, cuando primordialmente se padecen los
estragos de las omisiones e irresponsabilidades del pasado. De la falta de
voluntad y valor para por ejemplo, endurecer penas a quien ose atentar contra la
integridad de una sociedad, más aún si pertenece a una corporación que debería protegerla.
Que nadie se
confunda, los abusos, la violación a los derechos humanos son graves y
condenables, pero no se debe olvidar que ese factor político presente en todos lados es el mismo que ha desprestigiado y debilitado a las instituciones, el que las ha corrompido en mayor medida y hecho por ende que padezcan de más en la irónica “guerra por la paz”. El
mismo que ahora auspicia con toda la "fuerza del estado", el desarme
de las autodefensas en Michoacán y deja para después el de los malos. Escena
propia, del “mundo.... al revés”.