APPs: Pasado, presente y futuro.
Hugo Triano Gómez.
La
reciente aprobación de la ley de APPS dada en Tabasco a iniciativa del
gobernador Arturo Núñez, no da pie a ambigüedades. Corrobora lo que hace
algunos meses se advirtió y “casi” siempre ha sucedido. Que el que gobierna no es el mismo que aspiró, que aquél que aún es candidato a dirigir una nación, un estado.
La sentencia
se confirma en el hecho de que el entonces Senador Núñez se opuso a la
aprobación de la norma federal, antecedente de la que ahora es realidad en la
entidad que gobierna. La misma que abre las puertas a lo que criticó.
¿Pero
porqué Núñez actuó de una manera antes y de otra después? La escena tiene que
ser observada con la visión de fines del 2011 para comprenderla, más allá de
que el Secretario de gobierno Raúl Ojeda justifique en la evolución del
pensamiento humano -en la rectificación- el viraje en el proceder Nuñista.
Es
necesario recordar que para entonces Enrique Peña Nieto había sido ungido por
los príistas como su candidato a la presidencia, que el Presidente Felipe
Calderón era insistente en su preocupación por la falta de definición de los
legisladores respecto al tema, siendo que en su óptica éste generaría empleos
-ya en el año electoral- y provocaría derrama económica además de acuerdos
transexenales. Del lado del Perredismo duro, comandado entonces ideológicamente
por el ahora Morenista López Obrador, la tónica fue de oposición. Ahí
justamente puede inscribirse la actuación de Núñez, que mostrando lealtad a su
líder rechazó la idea en la lógica de no permitir “más beneficios”
al llamado PRI-AN y en especial a Peña Nieto.
En otras
palabras el Senador Núñez siguió la línea Obradorista, quizás siendo desde
entonces partidario de la privatización de los servicios públicos y
comprendiendo que el apoyo de aquella sería vital para sus aspiraciones en el
pantano choco. Lo demás es claro, su afinidad a las Asociaciones Público-
Privadas estaban reservadas para sus tiempos de gobernador, lo mismo que los
pasos a un costado que su administración ha dado respecto al Tepetiteco,
restándole sí, algo de su peso específico al menos en su gestión.
A todo esto
hay que decir que si bien las disposiciones reglamentarias debieran ser lo más
exhaustivas que se pudiera tratando de reducir los márgenes de maniobra para la corrupción,
con el papel de “aval sin medida” asumido por las bancadas mayoritarias
de izquierda en el congreso local, el ejecutivo tabasqueño tiene una peligrosa
manga ancha que puede explotar. Sin mecanismos de control claros y
sanciones ejemplares como se presume se emitirá el reglamento, la buena fe
parece insuficiente.
El papel
del poder legislativo quedó con todo esto de nuevo en entredicho al oponerse a la discusión
amplia del asunto, con todo y que los foros previo a la aprobación de una norma
suelen ser infructuosos, simple gasto en Tabasco. Ya no se diga por la falta de
un debate de fondo entre los legisladores, que se limitó a un programa de radio
y a tres o cuatro actores de la política.
En un
apartado final deberá considerarse la disyuntiva entre lo que es preferible
partiendo de la quiebra heredada, pero también de la duda del manejo “escrupuloso”
de los recursos en el nuevo gobierno. ¿Es acaso preferible que la
administración tabasqueña con sus manos metidas, siga haciendo obritas a
precios -quizás- exorbitantes, sin compromisos de rentabilidad y recurriendo a
la deuda con intereses o apueste por las inversiones de "gran envergadura", cediendo derechos, sin
comprometer más y formalmente el presupuesto, así como auspiciar el derroche del
erario? ¿De qué tamaño será el espejismo o la realidad?. Solo el tiempo lo dirá. Él mismo se encargará de exhibir las
verdades y mentiras del caso y de desnudar a los ladrones -si es que los hay-
que juraron no beneficiarse de la norma y terminaron haciendo lo contrario.
Por lo
pronto el nuevo Centro de Convenciones, llamado a ser el primer gran pastel a
degustar por los hombres del dinero bajo las nuevas reglas, dejará a muchos con
la pupila dilatada y el paladar escurriendo, viendo danzar los millones, oliéndolo si acaso, pero sin poder… disfrutar.
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