APPs: Pasado, presente y futuro.

Posted on 10:56 by Hugo Triano Gomez | 0 comentarios

 

Hugo Triano Gómez. 



La reciente aprobación de la ley de APPS dada en Tabasco a iniciativa del gobernador Arturo Núñez, no da pie a ambigüedades. Corrobora lo que hace algunos meses se advirtió y “casi” siempre ha sucedido. Que el que gobierna no es el mismo que aspiró, que aquél que aún es candidato a dirigir una nación, un estado.
La sentencia se confirma en el hecho de que el entonces Senador Núñez se opuso a la aprobación de la norma federal, antecedente de la que ahora es realidad en la entidad que gobierna. La misma que abre las puertas a lo que criticó.
¿Pero porqué Núñez actuó de una manera antes y de otra después? La escena tiene que ser observada con la visión de fines del 2011 para comprenderla, más allá de que el Secretario de gobierno Raúl Ojeda justifique en la evolución del pensamiento humano -en la rectificación- el viraje en el proceder Nuñista.
Es necesario recordar que para entonces Enrique Peña Nieto había sido ungido por los príistas como su candidato a la presidencia, que el Presidente Felipe Calderón era insistente en su preocupación por la falta de definición de los legisladores respecto al tema, siendo que en su óptica éste generaría empleos -ya en el año electoral- y provocaría derrama económica además de acuerdos transexenales. Del lado del Perredismo duro, comandado entonces ideológicamente por el ahora Morenista López Obrador, la tónica fue de oposición. Ahí justamente puede inscribirse la actuación de Núñez, que mostrando lealtad a su líder rechazó la idea en la lógica de no permitir “más beneficios” al llamado PRI-AN y en especial a Peña Nieto.
En otras palabras el Senador Núñez siguió la línea Obradorista, quizás siendo desde entonces partidario de la privatización de los servicios públicos y comprendiendo que el apoyo de aquella sería vital para sus aspiraciones en el pantano choco. Lo demás es claro, su afinidad a las Asociaciones Público- Privadas estaban reservadas para sus tiempos de gobernador, lo mismo que los pasos a un costado que su administración ha dado respecto al Tepetiteco, restándole sí, algo de su peso específico al menos en su gestión.
A todo esto hay que decir que si bien las disposiciones reglamentarias debieran ser lo más exhaustivas que se pudiera tratando de reducir los márgenes de maniobra para la corrupción, con el papel de “aval sin medida” asumido por las bancadas mayoritarias de izquierda en el congreso local, el ejecutivo tabasqueño tiene una peligrosa manga ancha que puede explotar. Sin mecanismos de control claros y sanciones ejemplares como se presume se emitirá el reglamento, la buena fe parece insuficiente.
El papel del poder legislativo quedó con todo esto de nuevo en entredicho al oponerse a la discusión amplia del asunto, con todo y que los foros previo a la aprobación de una norma suelen ser infructuosos, simple gasto en Tabasco. Ya no se diga por la falta de un debate de fondo entre los legisladores, que se limitó a un programa de radio y a tres o cuatro actores de la política.
En un apartado final deberá considerarse la disyuntiva entre lo que es preferible partiendo de la quiebra heredada, pero también de la duda del manejo “escrupuloso” de los recursos en el nuevo gobierno. ¿Es acaso preferible que la administración tabasqueña con sus manos metidas, siga haciendo obritas a precios -quizás- exorbitantes, sin compromisos de rentabilidad y recurriendo a la deuda con intereses o apueste por las inversiones de "gran envergadura", cediendo derechos, sin comprometer más y formalmente el presupuesto, así como auspiciar el derroche del erario? ¿De qué tamaño será el espejismo o la realidad?. Solo el tiempo lo dirá.  Él mismo se encargará de exhibir las verdades y mentiras del caso y de desnudar a los ladrones -si es que los hay- que juraron no beneficiarse de la norma y terminaron haciendo lo contrario.  
Por lo pronto el nuevo Centro de Convenciones, llamado a ser el primer gran pastel a degustar por los hombres del dinero bajo las nuevas reglas, dejará a muchos con la pupila dilatada y el paladar escurriendo, viendo danzar los millones, oliéndolo si acaso, pero  sin poder… disfrutar.

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