DIF Tabasco: Escándalo creciente.
Hugo Triano Gómez.
Lo
sucedido en el DIF Tabasco con la adquisición del programa de desayunos
escolares 2013 tuvo ya una sanción, con todo y que pueda resultar mínima y no definitiva. El
gobierno de Arturo Núñez, es cierto, bien podría emplear en su defensa el dicho
de que a diferencia de la gestión de Andrés Granier, sí investigó y procedió;
no obstante que por ser este un gobierno “diferente”
está obligado a ser implacable y a demostrar que se fue exhaustivo y que no
solo se hallaron chivos expiatorios.
De
inicio hay que subrayar que como antaño, los órganos de control interno de
dependencias como el citado DIF y la de carácter estatal quedan en evidencia en asuntos como éste, amén
de exhibirse poco eficientes, un lujo que no puede permitirse una
administración tan vertical a la hora de juzgar a la que le antecedió.
Que
todo haya salido a la luz pública a través de una tercera persona, así sea
antagónica a la administración actual no le resta valor, pues de no haber sido
así, es probable que del asunto no se hubiera sabido nada, quizás ni se habría
valorado; quizás apenas se habría de revisar hasta fines de año, cuando todo
habría sido minimizado de nuevo bajo el precepto de que la irregularidad ya fue
“solventada”.
Es
verdad que la contraloría estatal no ha advertido en sus pocas palabras sobre
el hecho que se trate de un caso de tráfico de influencias por parte del
director jurídico e integrante del comité de compras del sistema DIF, Sergio
Pulido Pérez. Su titular Lucina Tamayo alcanzó apenas a ubicar lo ocurrido como
una omisión de Sergio Pulido al no advertir su afinidad con el propietario de
la empresa que curiosamente se adjudicó los más de 20 millones de pesos que
dejó el contrato. ¿Cómo se llegó a la conclusión? ¿No se encuadraban otras figuras legales en los hechos? ¿Porqué a cuenta gotas y a
regañadientes se exponen argumentos que dejan más dudas que certezas? ¿Se
revisó acaso -por citar algo- la situación patrimonial del aludido para
determinar que no hubo un interés oscuro en la referida omisión? Es quizás
tiempo de recordar que por definición, abusar del poder, alterar un proceso
natural o ideal, es corrupción y que quien la tolera se vuelve cómplice y
responsable de ella.
Tampoco
puede pasar de noche el hecho de que lo que aquí se observa ocurre en la
dependencia quizás más noble que por definición tiene un gobierno en México y
en la cual -debe admitirse- la condición humana le ha restado credibilidad. Es
así, porque no basta ya decir sin demostrar que ahí todo está bien, que ahí no
pasa nada.
Es
de suponerse también que el que el priísta Mario Llergo haya vinculado al yerno
del gobernador Núñez y a su hija misma en el tráfico de influencias que ve, no
haya sido de la gracia del jefe del ejecutivo tabasqueño, ya no se diga que el
“escándalo” se esté dando en la dependencia que encabeza su esposa Martha
Lilia. En pocas palabras, que le estén dando donde más le duele. Llergo deberá
estar consciente ante lo exhibido que más que una piedra en el zapato se ha
convertido ya en un ex funcionario que debe no tener pendientes por su quehacer
reciente, ni cola que le pisen.
Al
final, quizás la luz en el sendero la aporte la intervención en todo esto de la
Secretaría de la Función Pública, si es que se desea mantener la fe en las
instituciones. Quizás ella pueda determinar si las relaciones de “alta
sociedad” exhibidas, esconden en verdad algo de irregular entre sí o todo se
trata de un nuevo golpe mediático a unos meses del inicio de los procesos
electorales. Quizás ella pueda dilucidar si estuvo bien sancionar con un mes de
suspensión y sin salario a quien a ojos de la autoridad tabasqueña, no hizo
nada grave, no importa que haya agravado en otro plano, la desconfianza en un gobierno que aún
mantiene deudas diversas… con sus electores.
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