De inundaciones y gabanes.
Hugo Triano Gómez.
Para quien no lo sepa, un gabán es un capote de paño fuerte con mangas, a veces con “capucha”; un abrigo, pero sobre todo una protección. Una como la que se ha tendido a favor de quienes pudieron hacer algo y no lo hicieron para evitar la magnitud de las inundaciones del 2007 en Tabasco.
Y no es que no se crea que llovió con intensidad aquella vez; podría incluso darse aquí por válido, el hecho de que “la luna evitó el desfogue al mar de los afluentes que atraviesan la Entidad” como se dijo, pero ninguno de esos argumentos puede y debe restarle su alto grado de responsabilidad a las autoridades municipales del pasado en el caso del Centro.
Hacerlo sería tanto como avalar las verdades a medias que se han dicho todo este tiempo sobre el particular.
Y es que como todo en la vida, los acontecimientos tienen un periodo de gestación, de incubación; mantienen una dependencia en mayor o menor medida con hechos del ayer. La esencia de la historia -por citar algo- exige considerar todos los elementos disponibles para entender un hecho.
Craso error y ejemplo de falsedad y malas intenciones, es entonces hablar del Plan hídrico de Tabasco sin referirnos al PICI; hablar de las inundaciones de 2007 sin observar y señalar lo que se hizo antes, lo que se omitió, lo que se permitió, quién y por qué razones.
Hablar aisladamente, limitaría el pensamiento a que las “torrenciales lluvias” y el mal manejo de presas fueron los causantes exclusivas de la catástrofe que irónicamente, inundó de “liquidez” al Gobierno del Estado.
Seguir el patrón del hecho aislado en 2007, equivale a reconocer que se carece de capacidad de análisis, de memoria; que no se posee el interés por la opinión pública y sobre todo por la verdad; en otras palabras que lo que se presume como carta de presentación, no es genuino.
Con todo esto, es claro que las lluvias y el manejo a conveniencia de CFE del sistema de presas coadyuvaron a la peor catástrofe de la era moderna en Tabasco, pero también que muchas “manos negras” son responsables de preparar el caldo de cultivo para la citada eventualidad.
Por un lado se tiene a la UNAM advirtiendo que si las obras del PICI se hubieran realizado como se proyectó, los alcances de la anegación no habrían sido los conocidos. Por el otro, a la CONAGUA señalando que los rellenos de vasos reguladores favorecieron la mayúscula inundación. Enfrente, a los Gobiernos Estatal y Municipal culpando al Gobierno Federal de de falta de planeación y ejecución de la infraestructura necesaria, esquivando los cuestionamientos, rogando por que los tiempos legales fenezcan y deseando que nadie husmee en los “archivos”, pues si la justicia verdadera existiera, pondría nombre y apellido a los responsables de ellos.
En tanto eso sucede (lo del vencimiento de los tiempos legales) bien vale la pena recordar que desde los tiempos de Jesús Taracena al frente del Ayuntamiento de Centro -a mediados de los noventas- pasando por los de Georgina Trujillo e Irving Orozco, los del mismísimo Gobernador Andrés Granier, los de Floricel Medina Pereznieto, José Antonio Compañ y los del recién salido Evaristo Hernández, hemos visto como en Villahermosa se han rellenado con mayor celeridad primero y edificado después, “ejemplos de la modernidad” sobre los llamados “desfogues naturales” de los afluentes, con la salvedad de que si acaso una administración ha tenido la gallardía y el valor civil de admitir que los autorizó.
Serio resultaría entonces que el Gobierno municipal en funciones dejara de sentir que se le quiere llevar a “cazar brujas” cuando se le preguntan por “los pelos y señales” de los rellenos y confirmara en definitiva, qué Gobierno autorizó tal y cual construcción y bajo qué circunstancias y compromisos.
Después de todo, no puede perderse de vista tampoco, que salvo Taracena y Compañ, los demás ex ediles se mantienen “vigentes” en la política selvática de la Entidad, y que tres de ellos incluso poseen aspiraciones públicas de buscar ser los próximos “Mandamases” tras los tiempos de Granier.
Buen momento le esperará al terruño, con gente que no busca aclarar supuestos de irregularidades en los que su actuación se ve involucrada.
Mención aparte merece la lapidaria declaración del Gobernador Granier quien –por si alguien lo creía posible- garantizó recientemente la no investigación pasada ni futura de su gobierno, a la ejecución del PICI por parte de Manuel Andrade. Poco le importó, que “su” titular del Poder Judicial con Doctorado en Derecho y hasta su consejero jurídico, advirtieran que los tiempos legales para una indagatoria siguen vigentes.
Quizás Granier olvidó -o no sabe- que una investigación no es sinónimo de consignación. Sea como sea, mientras para él, el PICI “es cosa juzgada” y cuestión “sin elementos en entredicho”, la realidad es que difícilmente podría explicar bajo qué lógica que no sea la política, aseguró lo que aseguró.
Al final del camino, Granier no hizo más que volverse a meter en problemas. Se quitó de nuevo la máscara y por su “santa voluntad” decidió exonerar a su antecesor, siendo fiel a la más añeja práctica del “régimen político Mexicano” pero desleal con su discurso y sus electores.
Por supuesto no hay ni habrá culpables oficiales, -si acaso la divinidad – pero tanto el Gobierno Estatal como el municipal en Centro son responsables de no sentar algún precedente -aunque sea formal- y por ende de dar bandera verde a catástrofes futuras sin que alguien asuma los costos.
Investigar no es consignar decíamos, pero a juzgar por los hechos y los dichos, Granier y Jesús Alí solo han extendido el gabán de la “protección automática” a los suyos, no pensando en la transformación de las cosas ni en hacer a otros que no sean ellos, el centro de su actividad; más bien buscando que los que vengan detrás, hagan lo propio con sus espaldas.
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