Luces del bicentenario y centenario.
-Padre, ¿Por qué lloras?
-Porque nos quitan las tierras
-¿Quiénes?
- Los amos
-¿Por qué no pelean contra ellos?
- Porque son poderosos
-Pues cuando yo sea grande haré que las devuelvan.
El diálogo que aquí se lee es un pequeño relato, que dentro de la biografía de Emiliano Zapata se establece como una tradición histórica y en esa configuración del mito se define como la premonición del niño-héroe. El texto está expuesto ahora mismo en el Museo Nacional de Historia de la ciudad de México (Castillo de Chapultepec), donde se encuentra una exposición austera dedicada a Zapata, caudillo y figura política del Centenario, cuyos ideales hicieron una lucha, pero que en los tiempos actuales pocos esbozos quedan de ellos.
A medida que se acercan las fechas de los festejos respecto al Bicentenario y Centenario, se anuncian eventos relacionados con la Independencia y la Revolución Mexicana, emergen muchas situaciones para analizar. Las instituciones, organizaciones y medios de comunicación apelan a diversos fragmentos de la historia para garantizar que están en boga con los tiempos célebres. Dentro de esta congestión de información presentada, hay situaciones que surgen para el comentario.
En tales festividades se dan eventos que van de lo más sobrio a los más suntuoso. Es en esta última categoría donde toma relieve la cantidad de recursos destinados a la ceremonia magna, mismos que se contemplan en aproximadamente 60 millones de dólares designados a la Comisión Nacional que organiza dichos festejos los cuales se han dejado en manos del australiano Ric Birch quien se acompaña de Phil Green y Adam Burke, especialistas en espectáculos masivos.
Finalmente a nadie asusta la parafernalia del evento, sino que la situación no hace sino provocar un desencanto de las cosas. Más allá de la celebración misma, el espectáculo, que ya comenzó, retrata esa idea de que desde la política no importan los contenidos, sino los títulos que alcancemos a leer. Se lleva la bandera de la marginalidad y las luchas históricas cuando desde adentro no hay nada que brinde la fe en lo esencialmente social y humano.
Seguro, como ya lo vemos, correrán las imágenes de los héroes, de aquellos que no se distingue si realmente lo fueron de los que si dieron cauce a sus ideologías sociales. Es verdad, las luces de las fiestas ya se encendieron y tienen la tarea de iluminar, tanto, que nos ciegue y no nos deje percibir el sentido real de la historia de nuestro país.
El fragmento del texto dedicado a Emiliano Zapata queda perdido y menos que analizado frente a la cantidad de figuras del espectáculo que como bien se avizoravan a engalanar la fiestas de septiembre y noviembre. Lo esencial se vuelve anónimo y se construyen imágenes de ficción que rayan en la hiperrealidad, que si bien llenan nuestro patriotismo, no permiten la reflexión sana de una historia para el presente que nos abra otros horizontes.
Si, es el desencanto de un país y sus hombres que no saben si sumarse al ofuscamiento y dejarse llevar por los brillos o ignorar todo, a tal grado que nada importe. Las luces de las fiestas patrias de este México nuestro alumbran sin la garantía de una mexicanidad que sea capaz de provocar otras rutas, de cambiar los sinsabores. Aún cuando las ideales zapatistas no se logran vislumbrar, las palabras del texto deberían servir para entender que tales ideales siguen estando. . . en el mundo de las utopías.
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