Guerra gay.
Es incuestionable que vivimos en tiempos de constante cambio y evolución, lo cual ocasiona que grupos considerados “vulnerables” y minoritarios obtengan una mayor protección legal para evitar discriminación hacia ellos y mejores oportunidades para elevar su nivel de vida.
Este argumento motivó a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal a modificar su código civil y el concepto tradicional de matrimonio de enlace entre hombre y mujer, para simplemente dejarlo como la unión entre dos personas, dando la oportunidad para que personas del mismo sexo puedan celebrar dicho contrato.
Recientemente la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó que dicho proceder no vulnera la Constitución Federal, bajo el argumento toral de que el legislador ordinario tiene facultades expresas para reglamentar la institución del matrimonio y que la circunstancia de incluir en dicha figura a las personas del mismo sexo no encontraba impedimento constitucional; es decir, ningún artículo de la Carta Magna prohíbe que personas del mismo sexo puedan celebrar el matrimonio.
En el mismo sentido, consideraron que las adopciones por parte de los matrimonios homosexuales no pueden considerarse inconstitucionales, es más, que determinar lo contrario si lo sería, porque no puede otorgársele el derecho de adoptar (solo) a los matrimonios heterosexuales y negarle este derecho a los de tipo homosexual, sería discriminatorio y por ende inconstitucional.
La Suprema Corte fue duramente criticada tras la resolución por parte de la Iglesia Católica, en particular por el Cardenal Juan Sandoval, quien acusó a la Corte de haber sido “maiceada” por el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard generando una guerra de declaraciones entre las partes involucradas y medios de comunicación a nivel nacional.
Sin dudas el tema seguirá dando de qué hablar durante los próximos meses y años en México; la comunidad “gay” seguirá buscando el acceso a instituciones como el Matrimonio, en donde aún no se le ha reconocido; buscará que se modifiquen los códigos civiles de las demás entidades federativas para lograr que se les otorgue el derecho a casarse sin tener que trasladarse al Distrito Federal y como medida para lograr un mayor reconocimiento de la sociedad mexicana.
Es interesante escuchar las opiniones de la ciudadanía, muchas a favor otras en contra del “matrimonio gay” y de las adopciones por parte de dichas parejas; pero coincidiendo la mayor parte en que no se oponen a que dos personas del mismo sexo vivan juntas si lo desean debido a que no les perjudica; de los que se manifiestan en contra destaca la oposición a cambiar radicalmente el concepto tradicional de “familia”, debido a que en la mentalidad y el sentir de muchos mexicanos, ésta es aquellas conformada entre hombre y mujer, y no aquella conformada entre iguales, no porque se considere a los homosexuales como seres inferiores a los heterosexuales, sino porque la mayoría de los mexicanos creció en el seno de una familia conformada de esta manera y pese a los problemas que puedan padecer (desintegración, alcoholismo o violencia) sienten que no debe cambiarse dicho esquema.
Las opiniones emitidas en el sentido expuesto han sido tachadas como retrógradas, discriminatorias y hasta homofóbicas, cuando de ninguna manera se ha atacado a la comunidad gay con dicha expresión; únicamente se ha expresado el sentir de otros mexicanos.
Sin duda es importante que se aborde el tema, pero es necesario dejar a un lado las descalificaciones de ambas partes, que ni la Iglesia Católica haga acusaciones a los políticos involucrados a menos que tenga pruebas contundentes de ello, ni tampoco los políticos y la comunidad gay se rasguen las vestiduras cada vez que se hable para estar en desacuerdo con ellos, manifestado únicamente que todos aquellos que estén en contra de sus intereses son homofóbicos.
Una sociedad que no se preocupa en velar y cuidar de la base y pilar de su estructura como lo es la familia, está condenada al caos, porque de las familias provienen los buenos y los malos ciudadanos, de allí surgieron los científicos que son orgullo nacional y los delincuentes organizados que matan y asesinan.
No se quiere aquí sugerir ni insinuar, que los niños adoptados por gays serán delincuentes, porque a la postre pudiera suceder lo opuesto y que dichos niños fueran deportistas exitosos o simplemente gente de provecho; es más, se afirma que la preferencia sexual no tiene nada que ver en los valores que los niños aprenden de los padres; pero si es importante tener sumo cuidado en las decisiones que se toman para modificar una institución tan importante como lo es la matrimonial.
A todo esto se pudo observar en la decisión de la Corte y de la Asamblea Legislativa que hizo falta analizar a profundidad el tema; que no se analizó con el rigor científico y moral que se necesitaba, sino únicamente al “calor de los descalificativos de las partes en disputa”.
Un país no puede construirse sobre la base de las disputas, es necesario llegar a acuerdos o por lo menos que las partes en conflicto se respeten; que se eviten las acusaciones innecesarias, para que las decisiones que se tomen sean mesuradas y lo más benéficas para la sociedad.
Es decir, a la sociedad mexicana sólo se le ha informado de los descalificativos y de los problemas entre los actores involucrados, pero no se informó-justificó que la decisión que iba a tomar la Asamblea Legislativa era lo mejor para la sociedad mexicana y para muestra basta un botón: Se ha dicho que existen estudios que demuestran que las adopciones gay no afectan a los menores involucrados pero ¿qué estudios han sido estos? ¿Quiénes los realizaron? ¿En dónde se pueden consultar, cuáles son los resultados? ¿Acaso un homosexual trasvesti no ocasiona ningún daño emocional a un niño por su estilo de vestir?
Es necesario elevar el nivel de debate y a la luz de la opinión pública tomarse las decisiones adecuadas para mejorar la deteriorada sociedad mexicana, que pide a gritos ayuda. . . ante tantos problemas nacionales.
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