Tala...democrática.
Más allá de idealismos, la oposición de ciertos sectores de la sociedad villahermosina respecto a la tala de árboles de la avenida principal de la nombrada “ciudad industrial”, no escapa del escrutinio de cualquiera. Fácil es pensar que algún actor político la dirige.
Tal posibilidad no impide que la causa, se estime noble y necesaria.
Desde siempre, actores políticos han organizado o motivado a la masa; algunos - los menos – con genuino y verídico idealismo, los más, por mera utilidad y con fines estrictamente particulares.
Lo verdaderamente rescatable en la demanda de los defensores de dicha arboleda, es que aunque se trate de una causa - en apariencia pequeña - en la calle, en la acera, en el salón, en el pasillo, más de uno, comparte la sencillez de la “lucha”. Lo de menos es si el grupo de infantes son manipulados o no. Ellos iniciaron con pancartas simples y garabatos primarios, la denuncia del ecocidio.
Esa convergencia social por lo noble, puede constituir un buen ejemplo de lo que se puede lograr a través de figuras legales como el plebiscito y el referéndum, en donde la sociedad es reconocida como verídico actor político y se le dota de poder. Envía a la basura, la hipócrita representatividad.
Algunos como se ha dicho, no dudarán en la mano negra de algún disidente del actual gobierno en la citada protesta. No obstante es más factible la intervención del gobierno en el “nuevo” grupo que surgió como reacción a la demanda pro naturaleza, pues sin mayor argumento enfatizaron la necesidad de la obra.
Tal característica, permite calificar dicha reacción como visceral.
En efecto, los pro naturaleza, sin duda han de creer al igual que el grupo reaccionario, necesaria la obra vial prometida por el gobierno; sin embargo, contrario a su grupo antagónico, los pro ambientalistas advierten una necesidad mayor: mantener y respetar el orden dado.
Orden dado de por sí, demasiado alterado y afectado.
Sin necesidad de ser técnico o experto en obras públicas o ingeniería, la lógica permite concluir que existen opciones para el denominado circuito vial. Precisamente para ello es el ingenio.
La solución simple y directa, reconoce como único proyecto la plancha de concreto y el derribo de árboles, con la promesa de sembrar igual números de ellos, aunque haya que esperar años para poder gozar de la vitalidad de la naturaleza. Barata sensibilidad.
Precisamente dicha sensibilidad es la que hace la diferencia entre una mentalidad primer mundista y una de quinto patio.
El resultado final del “escandalito”, todos lo sabemos. El gobierno con su acostumbrada arrogancia, ignorará olímpicamente las demandas simples pero sanas, de un pequeño grupo de la sociedad. En el mejor de los casos maquillará con la “legalidad” una solución de menor impacto, algo que le permita salir airoso.
Lo ideal y magno, implica con independencia de que no exista ley alguna que lo instaure o lo justifique y aunque se trate de un asunto “pequeño” (que no lo es), que el gobierno dé voz a la sociedad que pretende “beneficiar” a través de una afectación, al orden natural dado. Que sea la sociedad misma la que decida.
Por años y siglos se han invocado las luchas e “ideales demócratas”, en el discurso oficial, a fin de alentar la esperanza en el día en que la sociedad habría de madurar y ejercer entonces su soberanía plenamente. Ese momento puede comenzar hoy, con algo tan simple.
Que la sociedad villahermosina decida y que el gobierno disponga lo necesario para cumplir con dicha voluntad. Que la sociedad determine la forma en que debe resolverse la construcción de la nueva vialidad: con o sin respeto al entorno natural.
Es obvio todos desean un camino ágil, no sólo en la zona del norte de la ciudad, sino en muchas otras áreas de la capital pantanosa, sin embargo, ello debe efectuarse con respeto a lo que se nos fue dado.
Actualmente existe en el congreso de la unión, con independencia de colores partidistas, la propuesta relativa a que la ciudadanía ejerza a través del referéndum y el plebiscito, la facultad de decidir cuándo debe o no aceptarse la firma de un convenio o tratado internacional, que al final ha de convertirse en ley suprema de la nación conjuntamente con la constitución general.
Es hora que no solo los tratados, sino toda ley sea consensuada por la sociedad, incluso las obras públicas, como medio de control del manejo del dinero público.
En este contexto, sugerir otra opción distinta a la oficial al construir la nueva vía villahermosina y someterla al consenso de la población, significaría un paso adelante; se trataría de un verdadero ejercicio demócrata, del cual se podría incluso obtener capital político, para “beneplácito” del gobierno.
Que quede claro. No hay duda. La obra vial de la ciudad industrial se requiere, pero debe ser respetuosa del entorno.
De perderse esta oportunidad de dignificar al ciudadano, al permitir que de forma directa opine y de manera trascendental influya en las determinaciones gubernamentales, lo único que producirá será reafirmar la desconfianza en el multimillonario y caricaturesco proceso democrático, cuya etapa cumbre y magna, aún no termina de consolidarse, no obstante los siglos, sacrificios, muertos y revueltas invertidas por generaciones de mexicanos. Sería olvidar la diferencia entre el ser racional y . . . el animal.
Religión, Independencia y Unión.
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