De necesidades, intelectuales y pervertidos.

Posted on 8:31 by Hugo Triano Gomez | 0 comentarios

Flor de líz Pérez Morales.



Lo cierto es que nadie abona a nada, nadie estima nada. Las acciones corren sin lógica y nadie se atreve a cuestionar, criticar o entonar en el buen sentido del pensamiento humano, las acciones políticas, con la verdadera certidumbre de estar marcando rumbo. La vida del Estado tabasqueño se dirime en los frugales pensamientos de cualquiera; todos apuntan a los sinsentidos, sin la conciencia crítica de lo que podemos entender en la relación entre la inteligencia y el Estado, en eso que justamente la conciencia da: la libertad en el valor más profundo. La libertad de no ser controlada en sus pensamientos por nadie, de no tener el dominio de nadie, porque no se debe nada a nadie, más que a la razón humana de convivir y hacer lo adecuado.
El esnobismo del intelectual se hace trascendente sólo para opinar de lo que no implica riesgos. Pareciera que la inteligencia se mide en la cantidad de libros leídos, y no de la conciencia crítica y la responsabilidad social que implica vivir ciertas circunstancias. No es así. Un intelectual no es el que llena sus opiniones diciendo cuántos libros se leyó al día, para no decir nada cuando hay que decirlo porque ello implica riesgos a las libertades. Eso se llama buen lector, pero no puede denominarse Intelectual, en la connotación del nombre. Alguna vez el maestro Daniel Cosío Villegas apuntaba que en México el intelectual había sido muy poco generador material o ideológico de los acontecimientos políticos, menos protagonistas de ellos.
Es verdad que la propia historia nos ha relatado la forma en que muchos hombres de ideas han definido y sustentado, al final de cuentas, sus posturas en favor del poder o de intereses donde queda subrayado las perversiones de la intelectualidad con el poder.
Desde ahí las definiciones tajantes de Gabriel Zaíd para entender lo que no es un intelectual, figura pública que día a día se pierde en el papel trascendental al que estaría obligado. Al respecto Zaíd dice: “No son intelectuales: los que no intervienen en la vida pública; los que intervienen como especialistas; los que adoptan la perspectiva de un interés particular; los que opinan por cuenta de terceros; los que opinan sujetos a una verdad oficial (política, administrativa, académica, religiosa); los que son escuchados por su autoridad religiosa o su capacidad de imponerse (por vía armada, política, administrativa, económica); los taxistas, peluqueros y otros que hacen lo mismo que los intelectuales, pero sin el respeto de las elites; los miembros de las elites que quisieran ser vistos como intelectuales, pero no consiguen el micrófono o (cuando lo consiguen) no interesan al público; los que se ganan la atención de un público tan amplio, que resulta ofensivo para las elites”.
Frente a ello, un intelectual sería todo lo contrario a lo expuesto por Zaid. Un intelectual sería una figura pública cuya voz sea respetada y escuchada en todos los sectores de la sociedad, incluyendo a las elites, y cuya libertad de pensamientos se escurre en el discernimiento de la razón y calidad humana, para marcar los trazos a seguir en la vida pública de cualquier Estado. Es la congruencia del pensamiento con el actuar.
Muy lejos están de ocupar ese lugar los académicos que aún con la inteligencia se esconden y trazan líneas de poco riesgo, porque la ciencia se dicta en la “neutralidad”; tampoco lo son los cientos de periodistas o comunicadores que se ufanan de las relaciones con el poder, pero no apuntan a marcar trazos significativos cuando hay que hacerlo, sin menoscabos partidistas, sin intereses económicos.
El maestro Daniel Cosío Villegas también señalaba que “la más hermosa tarea que pueda ofrecérsele a un intelectual e: transformar el medio en que por ahora está condenado a vivir para hacerlo propicio a una acción política realmente inteligente”
Asumir posturas ideológicas para un intelectual conlleva riesgos, porque le da claridad al pensamiento, valor a la razón y empuña el coraje frente a la sinrazón, pero especialmente porque le da sentido a las palabras, instrumento fundamental para asumirse en la inteligencia.

0 comentarios:

Publicar un comentario