El principio del fin

Posted on 7:16 by Hugo Triano Gomez | 0 comentarios

  Hugo Triano Gómez. 




Marzo, el mes que se fue, representa un parte aguas en la historia del país, uno que ha servido para menos de lo que se suponía, de lo que se pensaba, de lo que se deseaba.
Y es que desde antes, unos años después del origen de la Nación Mexicana -en un Marzo de 1829- se aceleró “realmente” el desmembramiento de su Unidad, de sus cimientos, pérdida que nos ha llevado a la sumisión y a perdernos sin remedio entre la “mundialización”, situación penosa cuando las posibilidades de un éxito independiente, eran verdaderas, reales.
En aquel Marzo descrito comenzó la expulsión “en serio” de los forjadores del nuevo mundo de “nuestro suelo”, hecho escudado en el falso nacionalismo que desde entonces nos ha acompañado. No importó que para la fundación de la Mexicaneidad, los Españoles hayan jugado parte trascendentalmente actuante.
Poco importó la enseñanza terrenal heredada, no se diga la espiritual que fue causa y objeto del desmembramiento. El caso era borrar todo vestigio “Europizante” alegaban –desde luego que solo en la forma- aunque más rápido hubiéramos adoptado tendencias y creencias no solo contrarias a las conocidas durantes 3 centurias, si no incongruentes con las que supuestamente se combatían. Es decir, se aniquiló la monarquía haciéndonos creer sin sustento que se trata del peor régimen, pero no para fundar uno nuevo acorde a lo “avanzado” de entonces de nuestra sociedad.
Solo se copió y si se quiere, se adaptó la teoría y la práctica de la República que hoy nos regala la Democracia de Partidos; en contraparte se extinguió
la Unidad moral y religiosa de la Corona Española a cambio y en nombre de la “libertad”, que con el paso de los años ha hecho al país perder la identidad y el nacionalismo –la verdadera libertad- para en cambio adoptar otras posturas que haciéndonos diferir, solo generan pérdidas de tiempo, encono y la desubicación de los asuntos verdaderamente importantes.
Es indispensable decir, tomando en cuenta palabras de la actualidad, que la transición de la Monarquía a la República en México fue errada por el corto tiempo en el que se dio, por la manera que se impuso, pasando por encima de procesos considerados normales hasta llegar hasta este último estadio, que aquí ha dado muestras de su ineficacia, su impopularidad y antipatía.
No es cierto pues que la herencia Española haya dado al traste con las posibilidades de éxito de México, sobran ejemplos “verdaderamente históricos” para afirmarlo. Basta decir que en la historia oficial “la de medias tintas”, la impuesta por los vencedores de aquellos lejanos años y hasta la de los revolucionarios o los del cambio, se documentan los tiempos de la debacle Nacional.
Buscando con vergüenza y con amor a la patria perdida, la verdad puede verse a gran distancia, aunque es cierto con gran dificultad.
El principio del fin no fue Iturbide, ni la influencia natural Española de las primeras décadas de independencia, sí la intromisión de intereses mundiales añejos que veían en la desaparición de dicha predominancia y en el debilitamiento de la unidad nuestra, una posibilidad para ellos.
El principio del fin ocurrió por que fue apoyado por algunos de “nuestros hombres” que no están -como debieran- en el basurero de la historia, justamente por lo planteado líneas arriba.
Desafortunado es entonces recordar aquel Marzo de hace 181 años, pero más vernos perdidos en aras de intentar seguir el camino de los “padres” del norte que a diferencia y para desgracia nuestra, no aniquilaron ni exiliaron a sus fundadores, y en cambio esparcieron y esparcen aún su teología hasta donde en apariencia, pudiera resultar imposible.

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