Centro: De lo superfluo al autoritarismo presupuestal.
No solo en la política que define candidaturas, la forma es fondo. En la práctica diaria de lo que acá se llama “gobierno”, se dan muestras de los conocimientos del administrador en turno, pero también de sus convicciones y hasta su personalidad.
En ese contexto la declaración del segundo de abordo de la administración de Jesús Alí -César Rojas- asegurando que la obra del puente bicentenario echado a andar en la zona del Parque Tomás Garrido “está avalada” por haber ganado la elección del 2009, reveló el estatus real -no público- de las 3 condiciones descritas, en el edil de Centro.
De entrada y pese a que Alí dijo -por su personalidad populista- que dicho proyecto es perfectible, es claro que no dará marcha atrás con él, a pesar de que corre el riesgo de volverse superfluo e infructuoso en el entendido de que su meta es hacer de dicha infraestructura, una razón para “atraer” inversiones a la capital tabasqueña y “evitar” que la derrama económica de las familias Villahermosinas vaya a parar a ciudades cercanas como Coatzacoalcos o Ciudad del Carmen.
Cierto es que en la estructura del poder, los municipios son los más limitados financieramente y que por tanto una construcción de este tipo debería generar más ánimo que desánimo, solo que ante el panorama advertido cuesta ser optimista.
Un puente sobre una arteria ciertamente transitada pero que no puede compararse con una avenida de verdad, que dote de un segundo “mirador” a la zona y que busque “darle valor” a un vaso Cencali famoso más que otra cosa por su contaminación y los millonarios recursos que se tiraron allí a expensas de su falso rescate (y en aras de celebrar la independencia y la revolución) parece más un capricho o deseo personal de perpetuar un apellido, que algo verdaderamente serio, útil y atractivo.
En la “lectura” de la afirmación del Secretario de Alí que -se da por sentado- tiene la autorización de éste para hablar en su nombre, sin tener que repararle la plana, se aprecia que Alí cree por convicción que la victoria electoral del año anterior puede darle un cheque en blanco para hacer y deshacer, total que ya fueron “avalados”, olvidando que algunos tantos como 96 mil 127 votantes buscaron otra opción para el Gobierno municipal.
Dicho de otro modo, el referido puente, ejemplifica un nuevo caso de desprecio a las minorías y de ejercicio de “democracia llana y lastimosamente electoral”, donde nada más puede hacer el que votó por la autoridad, en virtud de que ya lo eligió.
El asunto da pie también para revisar el papel del cabildo y sus regidores. El órgano que cual Congresito, cuesta mucho dinero a un erario municipal siempre en aprietos, sin ofrecer resultados de algo verdaderamente trascendental, más que su farsa de los consensos en las decisiones que las mayorías de las veces, terminan perjudicando a sus “representados”.
¿Qué han hecho los cabildos en Tabasco –que no solo en el Centro- para justificar las millonarias partidas que reciben mes a mes sin siquiera tener que presentarse a trabajar? ¿Acaso cambiarle el nombre a una calle o firmar una “iniciativa” -que no crearla- para permitirle a un gobierno endeudarse a costa de las arcas municipales y que el Congreso tenía claro debía aprobar sin aspavientos por órdenes de los verdaderos hombres poderosos del Estado, los legitima?
¿No ha sido allí donde se han desviado recursos para programas de rubros supuestamente importantes como los del ramo 33, para darlos en bonos de marcha pro-regidores, al final de un trienio y nadie dijo algo?
Es claro –también para Alí- que en este caso los regidores no pueden hacer algo, pero que si pudieran, seguro harían hasta lo imposible por secundar un proyecto con todo y que bien pudiera someterse a discusión su pertinencia y conveniencia en tiempos de crisis, de endeudamiento y celebración.
En efecto poco importa ya si el puente da al traste con el entorno arquitectónico de la zona, la realidad es que Alí hará como todos los gobernantes lo que quiera con el presupuesto, echando por la borda -como aquellos también- la posibilidad de ejercer democráticamente y sin banalidades, el recurso que no hace mucho juró administrar como si fuera suyo.
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