Juárez: La Caricatura.
En 2006 se celebró en México y con cierta discreción, el bicentenario del natalicio del ícono oficialista de la legalidad, popular y pomposamente nombrado como el benemérito de las Américas: Benito Juárez.
La beatificación de Juárez se reduce a la exaltación del ideal servil. Al mero hecho de ser empleado del poderoso.
El benemérito como cualquier actor político, obró conforme a sus intereses que no precisamente correspondían con los del pueblo mexicano del siglo XIX. Los hechos así lo demuestran.
La crítica de su conducta como actor político siempre será justificable, especialmente tratándose de la destrucción del mito y la reconstrucción del hombre.
El 17 de diciembre de 1857, en plena vigencia de la Constitución anti mejicana de aquel año, el jefe del ejecutivo federal Ignacio Comonfort, declaraba disuelto el congreso de la unión, en otras palabras realizó un golpe de Estado. Uno de tantos en la historia nacional, sin embargo uno de los pocos pregonados.
La causa: El verídico sentir de un liberal que comprendió la maldad de dicha ley y acató el sentir mayoritario del pueblo al menos en forma vacilante.
En efecto, dicha norma constitucional contrariamente a lo que se cacarea en las cátedras de constitucionalismo e historia, atacó intereses de la iglesia católica, institución naturalmente hispana y congruente con la tradición mestiza de la novel nación mejicana.
En ese entonces, era normal la relación íntima entre el Estado y la iglesia a nivel mundial; de hecho la unidad religiosa de un pueblo era estimada como una virtud.
De tal modo, la ofensiva ideológica fue producto de una moda “vanguardista” inducida por los enemigos del clero, que no veían con buenos ojos la enorme labor social de la iglesia católica en una nación joven que entonces poseía potencial para erigirse en un contrapeso en el hemisferio.
La referida acción, no fue preconcebida por las facciones liberales mejicanas -claro que no- ésta última minoría sólo constituyó el vehículo que sirvió para la adopción y ejecución del virus anticlerical en las mayorías, pues los fines de dicha política eran esencialmente extraños al sentir del verídico pueblo.
Ignacio Comonfort, vacilante y con el poder en sus manos, al advertir lo anterior coqueteó con facciones liberales radicales o puras y con los denominados conservadores. Ante tal vacilación, ambas facciones comprendieron que el jefe del ejecutivo no se hallaba en aptitud de cumplir sus ambiguos compromisos e intereses.
Y es que hay que puntualizar que si bien Comonfort no derogó la Constitución del 57, sí la desconoció al adherirse al denominado Plan de Tacubaya, que en su original articulo segundo preveía que el jefe del ejecutivo, o sea, aquél, habría de convocar a un nuevo constituyente.
Al no definirse del todo, pues si bien no apoyaba las exigencias de los liberales puros pero tampoco se comprometió con el programa del llamado bando conservador; llegó el momento en que presionado decidió renunciar cuando se enteró que Juárez estaba dispuesto a sostener y a defender la aplicación de la Constitución surgida del Plan de Ayutla, es decir, hacer lo que él sabía que no debía hacer. Así, se abrió la posibilidad de que “San Benito” ascendiera al poder.
Con independencia del caos imperante, el proceso que implicó el ascenso de Juárez es factible de análisis y desde luego de crítica. Al respecto Luis Reed Torres, autor no oficialista, precisa en su obra “Al servicio del enemigo de México. 1806-2006, Bicentenario de un ¿patriota? (La verdad sobre Juárez y el Partido Liberal)” que dicho procedimiento distó mucho de ser legal.
Luego, los atributos inmerecidos concedidos a Juárez como encarnante de la legalidad y justicia son cuestionables, pues en más de una ocasión violentó la ley mejicana y la propia Constitución.
En la “cátedra” se ha dicho siempre que Juárez ascendió al poder, mientras permanecía como presidente de la Suprema Corte de la Nación, por razón de una fórmula legal prevista en la Constitución.
Tal fórmula legal, precisa el gran polemista liberal y defensor de la verdad histórica Francisco Bulnes; no era aplicable al caso del llamado benemérito por una sencilla razón: La constitución de 1857 no preveía los casos en que existiera un vacío de poder.
Y es que al renunciar Comonfort por su actitud vacilante respecto del llamado al desconocimiento que hizo de la Constitución de 1857 y la simultánea declaración de disolución del congreso, se cerró la posibilidad de que la fórmula referida fuera ejercible, pues la misma se limitaba a la ausencia del titular del ejecutivo, en cuyo caso el congreso - inexistente para entonces - habría de formalizar el ascenso del presidente de la Corte.
En la situación ya señalada, Juárez al auto proclamarse legítimo presidente por suplencia, no hizo más que desconocer la legalidad.
Por no existir Poderes de la Unión (entiéndase el ejercicio integral de los tres), por el cual el pueblo en teoría ejerce su soberanía; Juárez no pudo ser designado presidente suplente.
Por ello decíamos optó por autodenominarse presidente legítimo, sin más apoyo legal que los decretos que él mismo y sus correligionarios se daban.
Tal hecho, abrió la puerta para un factor de mayor peso: El apoyo incondicional de los Estados Unidos de Norteamérica, cuyo gobierno había sondeado ya y calado al verídico presidente de México, el general Zuloaga; de ahí que supieran que con él no se garantizaban las ejecuciones de ninguna de sus políticas e influencias.
Sólo una junta provisional o el líder de un movimiento sedicioso pudo convocar a elecciones y designar a un jefe del ejecutivo interino a como lo hizo el bando denominado conservador. Félix Zuloaga, fue así el legítimo presidente de la República durante tales convulsionados tiempos.
Luego, dichos acontecimientos históricos, dan en el traste a la tan exhibida y cacareada personificación de la legalidad de Juárez. Cuestión de estudio y análisis profundo para aceptarlo como verdad.
Lo grave aquí consiste en las mentiras oficiales que hasta el día de hoy se empeñan en transmitir en forma de educación formal, sobre un Juárez de caricatura, de cartón y oropel, un inmaculado; la única razón: intereses políticos extraños a la identidad del verdadero mejicano.
En Europa, concretamente en España, se ironiza por el hecho que los círculos intelectuales nacionales mayoritariamente escriban sólo bellezas de quien en tono de mofa ya es conocido como San Benito.
De la larga lista de actores políticos de la historia nacional, es Juárez el ser más perfecto, infalible, sin intereses, sin ambiciones, el prototipo del hombre nuevo de Nietzshe.
Juárez ha sido despojado de su naturaleza de actor político, y por esa circunstancia se le niegan errores o decisiones equivocadas, es más se le justifica fundado en la “convergencia” de la lucha ideológica hemisférica entre el liberalismo democrático anglo sajón y el europeísmo en apariencia interventor.
Cuestión de ópticas y de cristales con que se mire, al fin, pues hoy el imperio global demócrata, practica más que nunca y como nnunca, las intervenciones de aquellos pueblos que históricamente se le han opuesto tanto en las armas como en lo ideológico...Cuando aún, ello era posible.
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