Juan Pablo II...Beato.

Posted on 6:50 by Hugo Triano Gomez | 0 comentarios

Hugo Triano Gómez.






La trascendencia es mucho más que “algo bueno que se diga de alguien”, más que un recuerdo vinculado a la buena fama. Pocos hombres en verdad pueden haberla logrado. Más aún, podría afirmarse que no todos aspiran a ella. Juan Pablo II, el recién ungido beato, la alcanzó.

La trascendencia de Juan Pablo II es especial, inusual, única. Supera por supuesto la investidura de jefe de Estado que ostentó por casi 3 décadas. Tiene que ver con la deidad auténtica. Con la espiritualidad que un hombre logró hacer vida, pero principalmente obra.

Su humanidad no se peleó con la inspiración. Supo hacerla su aliada para llevar la palabra del Cristo resucitado que tanto amó a lugares inimaginables, en lugar de dar paso a la soberbia como muchos falsos líderes de este mundo nuestro, latente siempre por su propia condición.

Más allá de lo que sin dudas Juan Pablo II hizo por su catolicismo, el Beato en vida, logró devolver a los creyentes esa dosis de esperanza que con el paso de los años e incluso de los días y horas, el hombre suele perder al privilegiar el interés mundano, el material, por sobre el espiritual.

Aquí no se trata de procurar nuevas polémicas sobre las razones que lo llevaron a la beatificación en un tiempo sui géneris. Después de todo alguien fuera de serie como él, bien justificado tendría recibir un trato así. Se trata, sí, de advertir que con las condiciones mundiales, nacionales, estatales y subsecuentes, de ayer, hoy y mañana, pocos son los que dotaron, dotan y dotará de nuevas fuerzas a quienes ven al buey acercarse a la barranca sin remedio y a una velocidad vertiginosa.

No puede perderse de vista la influencia divina que Juan Pablo II abrazó, partiendo de la premisa que todos somos hijos de Dios. Juan Pablo II fue elegido, cierto, pero el entendió su llamado en la extensión de la palabra y no la defraudó. Sus pecados seguro a algunos interesará, pero su conversión y su decisión de vivir en y para la gracia, lo tienen en la cercanía de la santificación católica.

Muchos a estas alturas hemos renunciado ya a dicha condición, pero ¿quién no aspira a la tranquilidad, a la paz interior, a la bondad, a disfrutar de la vida y sus más elementales momentos? Nunca es tarde para volver a comenzar. Nunca lo es cuando de corazón surge la necesidad y el deseo de ser bueno, a secas. Sin esperar nada a cambio, sin que la mano derecha se entere de lo realizado por la izquierda, sin más que la satisfacción de hacer el bien, objeto central olvidado de la especie humana.

Juan Pablo II es pues un fiel seguidor de Cristo, que su benevolencia alcance a todos aquellos que pudiendo hacer cosas buenas optan por las malas; a los gobernantes que pudiendo dar el paso decisivo para cambiar el rostro y la historia de una nación y/o un estado deciden dar marcha atrás para proteger sus intereses y conservar sus canonjías; al trabajador que pudiendo dar más de su esfuerzo por pereza hace las cosas al “ahí se va”, destruyendo expectativas y proyectos con todo para desarrollarse; al común que sabe que tiene que cambiar conductas y hábitos, pero aún flaquea; al que quiere encontrar la solución en los excesos alejándose cada vez más de la cordura.

A ti Dios Padre, Gracias por Juan Pablo II, por su trascendencia… por la esperanza.

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