Turbulencias.
Las últimas noticias indican que los disturbios en Londres comenzaron con una pequeña marcha pacífica de protesta por la muerte de un joven a manos de un policía, acto que tiene ahora a la ciudad convertida en un polvorín de violencia que la acota en los terrenos de la desolación social. De igual manera en Santiago de Chile, un movimiento social de jóvenes estudiantes que solicitan mejoras al sistema de educación en ese país, tienen desde hace ya varios días, un marco de confrontación de policías contra civiles. Y en el caso de nuestro país, una rara explosión en las instalaciones del Tecnológico de Monterrey en el Estado de México, que aún cuando las autoridades lo califican como un caso aislado, no deja de tener singular atención.
Estos asuntos, aunque en diferentes escenarios y problemáticas distintas hacen énfasis en dos puntos comunes: que están significados por jóvenes, y por el ángulo de la inconformidad. Los rasgos señalados se colocan como evidencias de rupturas sociales y políticas que explícita o silenciosamente se colocan ante el escrutinio social.
La historia más reciente de este “algo” que pasa en el mundo, encuentra su mejor eco en el Movimiento de los Indignados en España, suceso que se expande como una manifestación ciudadana, especialmente de jóvenes que iniciaron el 15 de mayo de este año una serie de protestas con la intención de promover una participación democrática alejada de los partidos Social Obrero Español y Popular (PSOE- PP), y del dominio de bancos y corporaciones, así como una verdadera división de poderes y otras disposiciones para la mejora del sistema democrático. Al respecto las arengas son muy claras: «No somos marionetas en manos de políticos y banqueros» o «Democracia real ¡YA! No somos mercancía en manos de políticos y banqueros»
Tales acontecimientos no dejan de remitir a escenarios donde los puntos equidistantes dejan de serlo y parecen encontrarse para gravitar en la idea de movimientos, inconformidades, violencia, autocracia, y desconfianza en las instituciones; esto conduce a las reflexiones que aterrizan en los estudios del mundo contemporáneo, pero especialmente de los que han intentado explicar el mundo de hoy y sus vulnerabilidades, particularmente de lo analizado por Anthony Giddens y Zygmunt Bauman.
Las coincidencias de estos sociólogos se amparan y explican como fenómenos que transitan en un mundo que corre desbocado y cuyos escenarios se tornan incomprensibles porque las sociedades se desmoronan en muchos puntos. El sostén político y social es insuficiente para apaciguar los que cada día se hace más turbulento, de ahí que ni el Estado, ni las fuerzas policiacas o militares garanticen la tranquilidad y seguridad de las ciudades, pues son los mismos ciudadanos los que hacen público su descontento.
Emergen y pululan, en lo reconocible, no sólo los problemas de democracia, sino también los que amparan el equilibrio de las sociedades de hoy como la educación, la seguridad y el empleo; prioridades que trastocan las posibilidades reales de armonía en el mundo.
Estados Unidos y la emergencia de una recesión económica o pulverización de la economía es sin duda el marco de inestabilidad que está haciendo caótico lo que ya se veía venir. La concepción de un mundo rico y estable o de un mundo pobre y sin voluntad parece alejarse de los modelos económicos que nos encajaron como sociedades fuertes o débiles.
El camino sobre el cual hoy transitamos no deja ver más que las pobrezas de las sociedades que no encuentran el acomodo de su gente, de sus ciudadanos, y que frente a ello lo mejor es embarcarse en el espiral de la turbulencia.
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