Arquitectura Universitaria.
Hace pocos días fue inaugurado el Magno Auditorio Eduardo Alday Hernández en el Campus Bicentenario de la División Académica de Ciencias Sociales y Humanidades de la UJAT. El edificio como un referente arquitectónico se incluye en el complejo de infraestructura actual que representa lo hecho en la Universidad durante la gestión de la rectora Candita Gil. De este periodo figuran dos obras distintivas, el Centro de Vinculación y Enseñanza (CIVE) y el auditorio referido, trabajos realizados en su diseño por la mano del Arquitecto Agustín Centurión Hidalgo.
En la representación de los edificios se exponen aspectos que hacen explícito no sólo el estilo arquitectónico de quien crea la obra, sino también los valores simbólicos de lo que personifica.
En este sentido, el nuevo auditorio se gesta a partir de sus estructuras, materiales, formas y colores, con un lenguaje particular para visionar a la universidad. Desde ahí la obra impone nociones esenciales que hablan del vínculo entre su gente, función e historia como tiempo.
Amparado en una escalinata piramidal, la edificación se erige en su fachada con un volado angular que deja filtrar la luz y se establece como un vínculo comunicativo entre la tierra y el universo que se explica en la idea de conocimiento y espíritu desde el cual constituye su propia majestuosidad. La mirada desde ahí se compone en la perspectiva de una cima donde se domina un panorama que se arropa en la fuerza de su liderazgo.
La luz natural es capturada en los cristales que iluminan el lobby del lugar, para dar textura a la historia que se va narrando en los colores del mural hecho por Tomás Mejía. En la narrativa de imágenes se precipitan los personajes y sus acciones en la grandilocuencia del pasado, presente y futuro. Es justo este lugar el que precede las dos entradas que conducen a la sala de eventos académicos, espacio que se arma con lo más novedoso en mobiliario y tecnología de proyección.
En el vertiginoso recorrido de su edificación interior se envuelven las zonas de trabajo, todos ellas refractan la luz que los cristales de las ventanas exteriores dejan pasar. Las salas, las áreas laborales, las terrazas, cada lugar se convierte en un trazado de caminos que se entrecruzan por sus pasillos, escaleras y elevadores, pero mantienen la intimidad de cada espacio. Todo se allana en la vista de inmensidad visual que se genera con el exterior.
La obra del arquitecto Centurión Hidalgo se manifiesta como un consecuente de transiciones que hablan de sus compromisos y afectos con esta casa de estudios, lo que se sostiene en su propia experiencia, es decir, su discurso arquitectónico se expone como el de un universitario conocedor de su terruño. Atrás de él está lo ya vivido en la UJAT, los recuerdos del viejo edificio de la DACSYH, las remodelaciones de los Servicios Médicos y de la propia Rectoría, así como lo hecho en el CIVE. Ahora su más reciente obra en la universidad se dimensiona como una experiencia inédita que deviene a un rasgo especial: su carácter transhistórico.
Cierto, la obra universitaria parece monumental. Lo es. Sin embargo, tal imagen no refiere sólo a la espacialidad física, sino a las intenciones claras de reflejar lo que la universidad en este momento significa, cuya distinción se traduce a una institución contemporánea que se asienta y toma base en su historia local, tal como lo explica la textura de sus pisos, pero cuyo reto se dimensiona en enfrentar la dinámica educativa del mundo de hoy.
Las imágenes arquitectónicas son pues apabullantes, valorativas, adiestradas para explicarse en lo que llevan adentro y afuera de sus espacios, declaradas como la identidad de esta universidad, como producto de lo que es su comunidad. Esta es la obra que hoy representa a la UJAT, esta es la obra de su propia gente.
0 comentarios:
Publicar un comentario