De omisiones, despensas y falsas bondades.
Hugo Triano Gómez.
Adjudicarse lo que no es de uno y entregarlo a otro a título personal, sumando una falsa dosis de bondad, es ruin. Habla de la poca vergüenza de quien protagoniza el hecho. Cuando no hay vergüenza todo puede pasar. Cuando eso sucede, generalmente prevalece el caos.
Es allí -en el caos- donde una cuestión tan simple como admitir un error se torna imposible. Hacerlo es para quien se perdió en la locura del poder, sinónimo de debilidad, por eso se recurre a la defensa a ultranza sin siquiera explorar las vertientes de un acontecimiento. Así ocurrió con la entrega de despensas que “de parte de Andrés Granier” hicieron funcionarios de su administración, pillados el 2 de Noviembre, en pleno día de muertos y exhibidos desde ese mismo día en pocos, poquísimos medios de comunicación.
El asunto no es menor, así el mismo Granier quiera minimizarlo. Es un caso de escándalo, uno más de los que se han tejido en el actual sexenio, agravado por las inundaciones del año.
Nadie cuestiona la entrega de apoyos a gente que una vez más sufre por el desbordamiento de afluentes en Tabasco (aunque podría haber razones). Sí la manera en que ésta se hizo cuando quedó al descubierto. Y es que después de embonar todas las piezas del rompecabezas, es claro que así seguirá ocurriendo y así ha ocurrido siempre desde que inició la época reciente de “reconstrucción”.
Se critica el descontrol prevaleciente en la entrega, justificado a la ligera por el titular del INDESTAB José Escayola, quien tratando de lucirse, minimizó que gente que “no se fue al agua” siga llegando “por sus apoyos”, aunque ello se traduzca en un posible fraude a las arcas públicas, que es de donde salen los muchos o pocos recursos con que se llenó la “cajita” de alimentos.
Se lamenta que el aludido Escayola, el secretario auxiliar del gobernador Jorge Bates y los que participaron estén confesos y exhibidos y nadie –menos el gobernador- haga algo en el afán de hacer respetar la ley.
Que por el contrario la respuesta de Granier sea un horror gramatical que debería quedar para las postrimerías de la ignorancia lingüística. “Ese un asunto muy insignificante” se atrevió a decir un prolijo y redundante mandatario estatal.
Aunado a ello, Granier dio otra vez muestras que la ley que impera en su gobierno es la suya… y nada más la suya. A expensas de que las instancias judiciales y electorales resuelvan las denuncias y las quejas que algunos actores de la política local prometieron, es claro que cuando el legislador pensó en la reforma del 2008 que prohibió la propaganda personalizada en obras o actos de gobierno, no solo pretendió evitar la tradicional caravana con sombrero ajeno de los gobiernos, si no obligar a los servidores públicos a aplicar con imparcialidad los recursos que administra.
Así, aunque Granier no haga proselitismo para él, su obvia relación con el priísmo podría encuadrar algún delito electoral en el entendido que el proceso federal está en marcha y el local está a menos de tres semanas de iniciar.
Si a ello se le suma el hecho de que fue el mismo ejecutivo estatal quien se inconformó en público y ante la secretaría de gobernación cuando supo que la delegación de SEDESOL entregaría sus propias despensas en zonas afectadas, sin incluirlos, al grado de evitar su reparto “para que no se duplicaran funciones”, se torna evidente el por qué del interés de mantener el monopolio en la entrega de la ayuda.
Que Granier antes se deslindó afirmando que no dio ninguna instrucción para actuar a su nombre, es cierto. No obstante, la omisión de llamar siquiera a cuentas a sus cercanísimos Escayola y Bates, hace imposible salvarlo de la hoguera.
Lo adecuado era asumir el error de sus funcionarios –pillados ejecutando la instrucción o yéndose por la libre- imponer una amonestación “mínima” y sentar precedentes. Al no hacerlo, otra vez ha dado luz verde a todos, para hacer de todo en el proceso que se avecina.
Por enésima vez, Granier perdió una oportunidad.
De la moral del asunto mejor ni hablar. Esa dicen en Tabasco… es la que da moras.
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