Sucesión 2012: El juego que todos quieren jugar.
Flor de Líz Pérez Morales.
Como
alguna vez lo dije, las campañas electorales se avizoraban no solo intensas,
sino de debates intestinos que darían cuenta, en la búsqueda por el electorado,
de un verdadero avasallamiento. Tres ángulos emergen de esto, más allá de las
decisiones propias de los ciudadanos; por un lado, el tema de las encuestas, el
de los medios de comunicación y por otro, la forma de hacer mercadotecnia política.
Todos ellos implicados.
Lo cierto es que la seriedad de
muchas encuestadoras ha permitido grados de desconfianza que evidentemente no
contribuye al fortalecimiento de la democracia. Cada candidato, en el nivel que
se presente, muestra números como augurios que rayan en el sortilegio “eficiente”
de la inventiva. Ahora mismo muchos se dicen ganadores de las encuestas que
ellos mismos solventan, pero que en esencia se anotan en el engaño y en la idea
de marcar directrices que “orienten” la decisión ciudadana.
Los números alientan la perversa
idea de que con ello se llegará al triunfo, sin la certeza del pensamiento
social que ronda en la gente. Los elementos de información se convierten
entonces en elementos de control, buscando incidir con ello en la opinión pública.
En la misma tesitura,
mayoritariamente los medios de comunicación en México y Tabasco han decido
apostarle al sistema y no al ciudadano. Se enrolan en la llana idea de que las
autocracias deben seguir gobernando con la plena complicidad de las
instituciones que marcan y desmarcan su accionar. Es penoso ver, pero más
entender, la forma sesgada con la que se materializan los “intereses especiales”.
Las facturas comienzan a cobrarse, y seguirán cobrándose. El indicativo no es
ya el poder del Estado sobre las empresas, sino el poder de los medios que
controlan al Estado.
La petulancia de los rostros que
dan la cara en los medios, donde no se respeta, ni se avalan los principios básicos
del periodismo, ha creado climas que violentan la mirada ciudadana. Fue penoso
ver por ejemplo, la semana pasada, las miradas sarcásticas o la postura
sobregirada de los conductores de “Tercer Grado”, en el programa de Televisa,
que en el afán de convertirse en intelectuales de la palabra mediática, rayaron
en la ladrería y griterío desarticulado. Lo que vimos de fondo era la pérdida
del control en las tradicionales audiencias. El debate en twitter y facebook así
lo entonaban.
Lo cierto es que todo ha
cambiado, el impulso y auge de las tecnologías han diversificado el mercado político,
que ahora mismo ya no permanece tan cautivo. Las redes sociales se han
convertido en alternativas donde a las empresas encuestadoras y mediáticas
empiezan a cuestionársele su fiabilidad.
Un gran número de audiencias en
estos tiempos se han rebelado y han abierto la puerta de la crítica y la
desconfianza en tales aparatos de estado.
Los viejos esquemas impuestos
por el modelo norteamericano de hacer propaganda política quedan marginados del
ideario social. Los espectaculares, lonas, carteles, gorras, playeras y demás
recursos hoy se empiezan a mirar como símbolo de una política anquilosada. En
muchas ciudades europeas está prohibido contaminar el ambiente con la
propaganda visual de antaño. La solvencia política se dirime en estos tiempos
en redes sociales y debates donde se exponen los modelos y proyectos de un país,
pero ante todo, la capacidad intelectual del político.
Los debates son ahora una exigencia
ciudadana que rebasa el interés de un partido de futbol; muestra de ello es la
participación de jóvenes en redes sociales y las manifestaciones ciudadanas en
el país, aunque eso es solo el síntoma del malestar social y no propiamente… de
la democracia.
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