El recuento del inicio.
Flor de Líz Pérez Morales.
Hace un
año que los tabasqueños decidimos que queríamos otro rumbo. Hace un año que
tomamos otra alternativa como ciudadanos. Hace un año como votantes elegimos un
nuevo gobierno para nuestra entidad. Hace seis meses que ya estamos en esto.
El por qué
se hizo ya es parte de la historia, pero en ese momento las transgresiones del
estado y el desorden eran tanto, que no sólo se nos violentó nuestro espacio de
actuación social, sino que también se vulneró nuestra creencia en el marco de
las normas institucionales.
Ahora
mismo los legisladores federales procuran incidir en la creación de leyes que
den mejores respuestas en temas como la autonomía de los estados (en sus tres
órdenes de gobierno: federal, estatal y municipal), dada la experiencia vivida
en Chihuahua y Tabasco, cuyas últimas administraciones dejaron históricamente
los mayores índices de endeudamiento y pobreza en sus entidades. Nada para
enorgullecerse.
Hoy me
parece entonces que es un buen tiempo para hacer una parada en la reflexión del
gobierno y en la lupa de la crítica ciudadana; una que nos mida brevemente lo
hecho y lo no hecho por la nueva dirección encabezada por Arturo Núñez Jiménez
y los funcionarios al frente de muchas instancias públicas, incluyendo a los
municipios.
Es verdad
que la construcción de una forma de gobierno no se edifica en un día, pero
también que toda obra se fundamenta en la cimentación y las fortalezas de sus
estructuras, las que permiten su sistematización y operatividad. Desde esa
perspectiva entonces, podemos entender que las políticas ya se trazaron con el
Plan Estatal de Desarrollo; normas que se orientan en relación a un repaso por
la historia política del Estado para dibujar el horizonte social de los que vivimos
en Tabasco. No me parece incorrecto si consideramos que nuestros asuntos
emergentes se constituyen en muchas carencias sociales como el desorden
financiero, la falta de autoridad en el mero ejercicio de lo que implica el
concepto, y la corresponsabilidad de compromisos del ciudadano y el Estado.
De inicio
las cosas pudieran no estar mal, si entendemos que nuestro marco social tiene
prioridades que atender, urgencias que buscan salidas. Entendibles si lo
justificamos en la forma en que se dejó a Tabasco. Aunque si revisamos el nudo,
sabemos que el punto crítico no está necesariamente en la norma de la política
trazada, sino en los actores que ejecutan los actos y violentan la voluntad del
ciudadano y su actuar social; es decir, cómo hacer frente a una autoridad que
en sus actos no se respeta y no es respetada.
Hoy
tenemos dependencias, instituciones, ayuntamientos que hacen todo lo posible
para mostrarse como incapaces de gobernar, que carecen de memoria social y se
convierten en postulantes de un discurso viejo, análogo a lo demagógico; que no
buscan conocer por dónde marcha el mundo y su gente, que subyacen en la
creencia de un imperio de protagonismos que le dan al traste a cualquier
política de gobierno, por acotada que ésta sea.
Actores
que no creen, no conocen el mundo social, no viven la política más que desde el
escritorio, que hacen evidente la ausencia de lecturas sociales, que se
enuncian en el desconocimiento. Parece que el gobernador del Estado va por un
lado y muchos funcionarios y legisladores estatales por otro. Pocos se
encaminan por lo que es bueno para Tabasco.
Mis
inquietudes frente a lo incierto abren intersticios que me hacen aludir a mis
propias preocupaciones sociales: ¿Dónde están las respuestas a la educación, a
la salud, al ambiente?
No es con
un sindicalismo a ultranza que impulsa el nepotismo y la autocracia, y no el
desarrollo social y el conocimiento como saldremos adelante. No es con la
pasividad y el olvido de proyectos sociales de las universidades e institutos
educativos, incluyendo la parsimonia de nuestra máxima Casa de Estudios, como
edificaremos a Tabasco en una sociedad científica y con una cultura robusta. No
es sólo de números y estadísticas que vistan los actos, sino también de
idearios colectivos que nos den rumbo. No es con el maltrato del mal servicio
público de transporte como ayudaremos al turismo. No es con el abuso del poder
como construimos la democracia. No es con el mal talante del político como
abonaremos a la voluntad para la participación ciudadana. No es con modelos
educativos donde se impulsa la competencia, pero no la convivencia, como
formaremos mejores sujetos sociales y por ende mejores ciudadanos. No es con la
falacia y la poca vigilancia en los nuevos mercados empresariales y labores,
que engañan a los jóvenes en los empleos, como fincaremos la credibilidad.
En fin, no
es con nada de lo anterior como forjaremos nuestra honra social como Estado y
como ciudadanos; por tanto, parece que aún quedan lejos las aspiraciones de un
mejor Tabasco. No es propiamente con este aire que hoy respiramos como
viviremos en un mejor lugar.
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