Hugo Triano Gómez.
No hay
vuelta de hoja. Quien dedicado al periodismo es dependiente financiero del
gobierno pierde...y mucho. Gana pesos -sí- pero pierde autonomía, libertad de hacer y
hasta de pensar. Principalmente y en definitiva, credibilidad.
Negarlo no
tiene sentido. Sería si acaso una actitud fundada en la idea de "la
defensa de la chuleta y el chayote". El debate ni siquiera podría detenerse en la
discusión sobre la legalidad y la legitimidad del pago recibido por quienes se
asumen como columnistas en Tabasco.
Cierto es
que la práctica ha sido recurrente a lo largo de los años en el país y que se
da por cierto que por primera vez en suelo choco hay contratos de por medio, lo
que la haría legal, pero ¿dónde cabe la legitimidad de un acto como este, que a
todas luces se separa de la ética y en síntesis de lo que debe ser?
Un
columnista -es claro- es un periodista con peso específico, uno que ha "ganado
terreno", reconocimiento, que ha crecido, que debiera tener la calidad
moral para ser un ojo crítico del acontecer y cuya pluma es objeto de deseo por
parte de las empresas periodísticas, en el afán de incrementar o lograr
prestigio. Son ellas pues -las empresas- las que tendrían que aceptar pagar los
-altos- honorarios de quien a esto se dedica.
Por sus
conocimientos, el columnista debiera tener siempre en medio de todo a su
lector, a la opinión pública. No tendría de hecho, nada que hacer del lado de
lo que está bien. No es esa su función. La suya es buscar los puntos finos de
las cosas, las debilidades de lo aparentemente fuerte, observar lo que otros no
ven y desmenuzar en base a la opinión y a la crítica los acontecimientos. La
propaganda oficial, la que se paga a los corporativos de comunicación, es otra
cosa, una que bajo ninguna circunstancia tendría algo que ver con los
contenidos informativos y editoriales.
Aquí no se trata de satanizar a nadie en el mundo de libertades en
que se vive, sí de reflexionar en lo ético de la actitud, viniendo de personas
que parece confunden convicción con conveniencia.
¿Cómo puede un columnista que quiera gozar de credibilidad,
vender sus líneas hasta por 70 mil pesos y hacer como que no sucede nada? El
argumento oficial en ese tenor es claro, suficiente, contundente y demoledor
para quienes advierten el peso de lo correcto en lo que se hace.
Para
decirlo en pocas palabras, al aceptar ser "agentes de difusión de las
políticas públicas del gobierno en Tabasco" lo que los
columnistas han hecho es institucionalizar el chayote.
El otro problema de fondo en la antiética situación es de la
opinión pública, esa que prefiere tener "encauzadores de criterio de
superficie", esa que disfruta la ligereza de los rumores en vez de la
profundidad de un análisis. La que es reacia a la verdad por el simple hecho de
formar parte de un sistema de cosas, en el que se permite todo bajo el
argumento de que así ha sido siempre.
En Tabasco escasean los analistas de temas y florecen los
que analizan actores. Se cuenta con algunos críticos pero la mayoría son
criticastros. Triste particularidad del periodismo tropical.
Con la línea que el gobierno del estado traza y trazará a
través de los columnistas pocas cosas se aportarán. Veremos seguramente,
defensas a ultranza que poco abonarán a las discusiones serias ¿Qué sociedad
gana con ello? Ninguna, aunque no cabe duda también, que la sociedad tiene la
prensa que se merece.
Que el gobierno del estado no haya explicado aún qué criterios
valoró para pagar más a unos que a otros luce normal, pues no hay argumentos
para justificar el "obsequio" del presupuesto.
Que el gobierno del cambio no cambió lo que en la materia
prometió, es verdad. Solo hizo público lo que se daba por hecho. Posiblemente
redujo montos pensando en los sexenios pasados, cambió consorcios y quizás
hasta de socios. Lo que no podrá hacer más, es decirse un gobierno sin temor a
la crítica y a la verdad. Sus pagos para ahorrarse el golpeteo -merecido o no-
… lo han demostrado.