México Feliz: La desventura.‏

Posted on 6:39 by Hugo Triano Gomez | 0 comentarios


Hugo Triano Gómez. 



En vísperas de la “última” celebración patria, fue irónico enterarse que los mexicanos se consideran a sí mismos felices. Felices pese a todos las cosas que enfrentan a diario y a no tener -por mucho- una idea clara de hacia dónde va el país o lo que le depara el futuro.
Claro que el optimismo debe permear siempre, incluso en los momentos de crisis; que gracias a él algunas naciones han logrado poner manos a la obra en la tarea de revertir su precaria situación hasta convertirse en potencias, pero el caso de los mexicanos declarándose felices -sin hacer mucho- suena más a algo triste, a casi casi resignación.
No hay que perder de vista para entender lo que aquí se dice, que lo que Naciones Unidas evaluó en su reporte mundial de la felicidad no fue “el sentimiento del día” de los que aquí habitan, si por lo menos, su condición en el último año. Que las 6 variables consideradas en el estudio, no dejan lugar a dudas: Los Mexicanos están conformes con lo que les pasa, con todas sus debilidades.
Que el Producto Interno Bruto pércapita sea reportado a Agosto pasado como rezagado y por debajo de países como Chile, Brasil, Argentina o economías en crisis como la griega o la española no importa, los mexicanos son felices.
Que las posibilidades de llevar un vida saludable también sean bajas en México, que sea el primer país consumidor de bebidas endulzadas y por ende de los primeros en obesidad, que sea un martirio enfrentar aquí la vejez ante la debilidad de su sistema de pensiones y hasta que la amenaza de legalizar las drogas siga vigente, tampoco importa. Los Mexicanos siguen sintiéndose y declarándose felices. 
No puede negarse, en contraste, que la libertad personal para tomar decisiones vitales es trascendente para alcanzar el estadio. Que incluso con ella, las carencias en los rubros anteriores pudieran quedar subsanadas. El hecho es que el Mexicano a la mitad de la evaluación parece conformarse con "poco". Dicho de otro modo, con el "peor es nada". 
Mención especial merece el hecho que los mexicanos se asuman felices tras ser consultados sobre el fenómeno de la corrupción. ¿No les importa acaso ser víctima de ella o ven bien abrazarla para lograr lo que se proponen, incluida la felicidad, aunque sea parcial y material? En cualquier caso es grave. Demuestra que al mexicano no le importa caer y caer y caer en los rankings internacionales hasta llegar al lugar 105 en diciembre de 2012, cuando en 2009 estaba en el lugar 89, que tampoco da pie al orgullo. Lo peor en el caso es que todo mexicano sabe que actuar así está mal y -otra vez- no hace mucho para erradicar el patrón.
Los pelos se ponen de punta cuando hay que pensar en la generosidad del mexicano. Ese que ama tanto a los suyos y que tradicionalmente reduce a éstos la condición. ¿Y el prójimo qué? ¿Cuántas veces se tiende desinteresadamente la mano a quien dice necesitar ayuda? La realidad, la triste realidad, es que en el país del águila y la serpiente se puede ser solidario en la tragedia, cuando algo grave sucedió. Cuando la ayuda busca prevenir males,  unificar criterios o modificar simplemente el quehacer diario de la vida, se desconfía primero y suelen desecharse argumentos con una pasmosa ligereza, después.  
Al final solo el mexicano se engaña. Declararse feliz bajo esta complicada circunstancia luce equivalente a no tener expectativas, a mediocridad disfrazada, a creer que no hay nada qué hacer, peor aún, a no saber por dónde enfrentar la tragedia. En suma, a la consumación de la tristeza, de la tragedia que condena a México a su peor… desventura.

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