Díaz Uribe: La captura.
Hugo Triano Gómez.
Lo ideal de un caso como el de José Ramón Díaz Uribe, es ubicarlo en su perfecta dimensión. De poco sirve considerar unos “fuera de serie“ a las instancias judiciales por lograr su detención. A lo sumo, debe reconocérseles que esta vez cumplieron su labor.
Díaz Uribe no es el "Chapo" Guzmán aunque en realidad
como aquél, éste se le escapó a la autoridad estatal casi casi en su nariz y
muy probablemente por una "indiscreción" del mismísimo procurador
Fernando Valenzuela. Tampoco puede darse por hecho que con la captura, el
sistema de cosas que funcionó mal al interior del Sindicato del Colegio de
Bachilleres cambiará. Para ello hacen falta acciones, no discursos, no
palabras.
Justamente a lo que esta detención debe llevar es a
retomar los dichos de que los sindicatos en cualquier área no pueden seguir
siendo los mandamases en detrimento de las instituciones y al final de la
gobernabilidad.
¿Qué si Díaz Uribe se enriqueció de forma ilícita y
malversó fondos de los trabajadores agremiados al SICOBATAB y hasta del
subsistema? Esa es una cuestión que no admite debates, sí elementos de prueba y
las sanciones a las que haya lugar. Todo podría decirse, se torna menos
complicado si se parte de la admisión de que el mismo "líder" fue quien reveló que ganaba
entre 650 y 700 mil pesos al año, teniendo por el otro lado, 16
propiedades.
La autoridad tiene aquí el reto inicial de integrar
todo correctamente para no terminar la historia siendo el hazme reír -o
sembrando dudas de parcialidad y arreglos- en la opinión pública.
José Ramón Díaz Uribe, diciéndolo en palabras
llanas, no es una perita en dulce. En efecto supo hacer crecer su poder
sindical durante cuatro administraciones estatales, con todo y que al interior
no pudo evitar el surgimiento de una disidencia. Para que su crecimiento fuera
posible tuvo necesariamente que contar con la bendición (mal entendida) de los
gobernantes en turno que seguro vieron en su actitud de "armas
tomar", una
posibilidad para evitarse problemas al interior y controlar académica y
financieramente el subsistema, que paralelamente hizo pasar a la educación a
segundo término, privilegiando los deseos o necesidades de quien se convirtió
en el "todo poderoso".
Es posible también que en el caso de Díaz Uribe
aparezca un despacho de esos famosos, que no cualquier mortal pueda pagar, lo
que quizás en el fondo, no le haría un gran favor. Empero en vísperas de su
declaración ministerial, es presumible que algunos actores más hayan perdido el
sueño, pues las irregularidades en las que se involucró bien podrían ir más
allá del hecho de crear su propio sistema de enseñanza abierta, de imponer a
directores de escuela, o de manejar discrecionalmente los montos de las cajas
de ahorro.
¿Acaso algún ex director general del COBATAB fue
cómplice de Díaz Uribe? ¿Cuántos de ellos podrían deslindarse con elementos de
lo que al interior sucedía? ¿Se atreverá la procuraduría a llegar hasta allá?
La lengua de quien ha caído en desgracia conjugado con el carácter conocido del
alguna vez maestro universitario podría no ser una buena combinación para
algunos.
Este tampoco es un escenario en el que puedan
descartarse movilizaciones de los afines al caído líder sindical, con todo y
que el PRI haya preferido mantenerse a la "expectativa" y casi casi se haya
deslindado de quien antes fue arropado en el juego perverso de los "liderazgos
naturales",
que privilegian la cantidad de votantes que ponen a disposición por encima de
la calidad y las convicciones.
Ese por si se olvida, es el principal
reto de la autoridad. Y es que no logra mucho cortando de raíz una hierba como
la de Díaz Uribe. Debe evitar -sí- a toda costa que se reproduzca en otros
plantíos y por supuesto no caer en la tentación de sustituirla por otra que
afín a ella, puede resultar peor que el mal... combatido.
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