Democracia: Estragos de un ideal.
Hugo Triano Gómez.
La cosa es así, la democracia en México es sinónimo de
dinero. Todo le cuesta al erario. Todo.
Le cuestan las campañas, los partidos políticos
-satélites, paleros e inservibles incluidos-. Los emolumentos de los
politicastros y de los que se salvan de la quema.
Cuesta mantener a los románticos, a los intelectuales y
filósofos del régimen; a los que asesoran, a los que ven los toros detrás la
barrera, a los ingeniosos, a los maquiavélicos, a los que se creen líderes, a
quienes aspiran a serlo y a los que se les olvidará que alguien les creyó.
Obvio, los órganos jurisdiccionales y los consejeros
electorales, garantes según ellos de la equidad y lo correcto en la materia, le
cuestan también… y mucho.
Como es de suponerse, la cantidad de millones gastados
-no invertidos- está muy lejos de ser directamente proporcional a los
resultados que se han entregado. Y es que si por dinero destinado fuera, México
sería sin dudas la Grecia del siglo XXI y Tabasco la Atenas del esplendoroso
reino.
Pero como el hubiera no existe, es menester decir que la
ampliación presupuestal solicitada semanas atrás por el IEPC, y afortunadamente
negada, no solo nunca se justificó, sino que ofende a la miseria pública y es
contraria al discurso de austeridad que como todos los gobiernos del mundo, ha
pregonado la administración de Arturo Núñez.
Lastimosamente la escena volverá a la normalidad del
derroche en unos meses más y puntualmente en el 2015, cuando sin reparos y bajo
el pretexto del proceso electoral, el órgano local volverá a la bonanza como
aquél que siempre manejó adecuada y escrupulosamente sus recursos, recursos
públicos al fin. Como aquél que no tuvo que echar mano del patrimonio que “sobrevivió”
a la compra fraudulenta de un edificio no ocupado, porque en cuatro meses se
acabó lo que le presupuestaron para este año. Como aquél que sigue viviendo en
la opulencia cuando sabe que no hay ingresos capaces de soportar tal ritmo de
egresos.
Lo que sigue sin embargo y con la reforma política
electoral aprobada es vigilar que a la deseable salida de los consejeros
locales no haya para ellos más que la entrega de su ahorro aparentemente bien
constituido, nada de premiaciones inmerecidas y alejadas de la realidad
económica. No bonos de marcha, no “habéres” de retiro, que amén de escandalosos
no hallarán fundamento en lo legal.
¿Que con el control del INE en los consejos electorales
locales las cosas pudieran cambiar? Difícilmente cuando la pretensión primera
del órgano que sustituye al IFE es ejercer 63 millones de pesos tan solo en
remodelación de espacios, y en términos generales empleará la estratosférica
cantidad de 11 mil 883.9 millones de pesos tan solo en el 2014, cuando apenas
se inaugurará el proceso de “renovación” de puestos de elección popular.
No hay pues que engañarse. Ni los mexicanos, ni los
tabasqueños son más demócratas por el solo hecho de haber permitido o
favorecido la alternancia de unas siglas al frente de los poderes que conforman
el estado Mexicano; no son por mucho -ni una ni otra- una sociedad civilizada,
educada, participativa, reclamante con razón y consciente de sus derechos, pese
a haber invertido desde la creación de la institución electoral carretadas de
dinero.
Los números en las jornadas comiciales -salvo las
excepciones- no mienten, las frustraciones por los proyectos políticos que
terminaron puque -sin remedio- siguen a la orden del día. Los resultados
escasean pese a que los gobernantes se mantienen en su esfera de locura y
poder, creyéndose los salvadores del suelo que les da de comer.
Está visto finalmente, que la relación política-dinero es
y será inseparable e indivisible en México por ser una industria rentable; que
no está en el ánimo de la plutocracia impulsar su separación pese a que no
sirve para hacer eficiente algo que solo en los países “iluminados” y en las
utopías ha dejado dividendos. Que es su preferencia mantener pegado a
la ubre a todos los socios de este mercado de manipulación, de este mercado de
mentiras llamado: Democracia.
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