Mass mundial: El grito de guerra.
En
vísperas del tercer duelo de la selección mexicana de futbol en la justa que
detiene al mundo, los ojos se centrarán amén del terreno de juego en lo que
ocurra en la tribuna. Los pronósticos de lo que sucederá en el campo -en suelo
azteca obviamente- son halagüeños por decir lo menos. Lo que ocurrirá tras el
primer despeje del arquero croata Pletikosa solo está en la cancha de la FIFA.
¿Se atreverá el organismo
rector del balompié en el orbe, a llevar más allá su preocupación por el grito
de “puto” que la porra mexicana
enarbola tantas veces sea “necesario”
en cada encuentro? Es francamente improbable que el combinado mexicano sea
eliminado por ello en la mesa, con todo y que el “grito de guerra” pueda considerarse como un adjetivo homofóbico,
ese que denigra a los homosexuales, pero también a las mujeres de por sí
perseguidas por el dedo de la doble moral, cuando han decidido ganarse la vida
vendiendo el cuerpo.
Claro que en el futbol,
gritarle “puto” al guardameta significa
meterle presión. Hacerle ver que la porra lo sigue y que está atento a su
juego, vital si se define como el arte de evitar los goles. Habrá también
quienes le vean el lado chusco o de falso folklore al asunto, haciendo evidente
que el deporte es de “machines”,
aunque está comprobado que no es así en la extensión de la palabra. Tampoco es
secreto para alguien que en (casi) todos los deportes -y más en México- las “malas” palabras salen a colación en la más ligera de las
oportunidades.
El asunto adquiere
trascendencia sin embargo, cuando partiendo del hecho de que el futbol y el
deporte son cuestiones masivas, sinónimo de triunfo para muchos, incluyentes de
chicos y grandes, de gente de todos los extractos y condiciones sociales,
sexuales, teológicas y las habidas y por haber; exhibe conductas que contrarian
los objetivos -que por nuevo ejemplo- marcan las leyes mexicanas y se oponen a
lo que en el núcleo social se desea para sus miembros.
¿Acaso no es tarea actual
intentar contrarrestar la discriminación y el buylling en niños y jóvenes,
teniendo conciencia de ello? ¿Cuántos casos de buyilling no habrán iniciado con
un grito de este tipo, ciertamente a otra escala y en otro escenario? ¿No
pretende hacerse pues realidad en México, el mito de la igualdad basado en el
derecho, la libertad y el respeto a la discrepancia? ¿No se ha “invertido” en ello cualquier cantidad
de horas y de recursos financieros?
Las opciones son diversas. La
acción de los aficionados puede verse como se dijo, con humor, puede considerarse
exagerada por quienes la observan y hasta la juzgan, puede minimizarse e
insistirse en que no pasa nada. Lo deseable será no alentar al menos la
proliferación. Ponerse a pensar que México debiera mejor exportar cosas
positivas, dar la batalla en otras lides y canalizar la fuerza de su machismo
hacia cosas de provecho, todo en vez de formar parte de un posible “escándalo de orden mundial”.
Baste ponerse en el lugar de
los padres cuyos hijos escuchan y disfrutan ya de esos insultos, para
comprender la paradoja, pues más allá de una explicación ¿cómo reaccionarán
cuando sus retoños comiencen a ver normal la actitud y a acuñar la acepción, el
concepto, para dirigirse a sus adversarios, incluyéndolos a ellos o a todo
aquel que “amenace con robarles la gloria”?
Cuando se convenzan que puede llamar a todos así, pero pobre del que ose
considerarlo como tal, no importa que sea débil, no enfrente retos o rehúya a
sus responsabilidades.La escena vale la reflexión.
No importa que el “cántico”
reaparezca y con más fuerza. Que comience hoy… después de las 3.
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