Del aborto y otras aberraciones.
La actual pero no nueva polémica nacional en torno al aborto, ha de continuar pendiente en la agenda gubernamental y en el ánimo del ciudadano, pues no se termina con el “triunfo” de 17 entidades federativas que decidieron legislar a favor de la penalización de tal práctica.
En efecto, la discusión mediática asumida por el titular de Gobernación y diversos sectores del parlamento mejicano, entre el primero y diversos actores del foro nacional, no se trata más que de una estrategia de distracción de los temas torales de la nación, como la economía, la inminente entrada en vigor de los nuevos gravámenes, y del largo y tedioso silencio en torno a medidas verdaderamente eficaces para contrarrestar los efectos inflacionarios que se hallan a la vuelta de la esquina, entre éstas últimas, la adopción inmediata y sin vacilación de la moneda de plata como complemento del menguado poder adquisitivo de la moneda nacional.
Tal afirmación pudiera generar duda sobre la intención del Estado por distraer; puede pensarse que sólo se trata de una ficción o teoría conspirativa, pero no es así. Lamentablemente, el Gobierno Mexicano conspira en contra de su mismo pueblo.
Conspira en tanto que en lugar de atender la real emergencia económica, decide alentar en el escenario nacional la infructuosa - por el momento - discusión en torno al aborto.
El aborto, ciertamente no debe ser criminalizado a como afirmó el titular de Gobernación; pero no debe ser limitado a las mujeres de escasos recursos, por el contrario no debe criminalizarse a ninguna mujer.
Desde la óptica jurídica, el derecho penal debe ser estimado como una disciplina ciencia, que debe de ocuparse de la represión y la corrección del orden social quebrantado, pero de forma limitada a las conductas verdaderamente graves para la comunidad. Una mujer embarazada en las circunstancias que se quiera y de la condición socio económica que también se desee, no puede representar jamás un riesgo para la sociedad; de hecho no se trata de una causa de agresión a la sociedad, más bien su decisión abortiva constituye el resultado de una indebida formación.
Al enviar a una mujer que se practicó un legrado a la prisión, no se torna más segura una sociedad, tan sólo se castiga la ignorancia.
Lejos de adjetivos y calificativos, que pudieran tildarse de misóginos, la mujer que no tiene clara su grandiosa naturaleza dadora de vida, sólo puede denominársele ignorante.
El ignorante, con independencia de su connotación peyorativa, es todo sujeto que desconoce algo, una idea, una realidad.
De este modo, el Estado jamás debe criminalizar el aborto, en todo caso, si en verdad desea reducir la práctica debe concentrar sus energías en la educación, no en la que imparte actualmente la mítica SEP, pues no es la educación formal la que contribuirá a la disminución de aquél.
Sólo una educación integral, que ayude a la mujer mexicana a adquirir conciencia de la virtud que implica dar vida o servir de medio para ello (al menos como rol principal) y el verdadero sentido que implica la libertad sexual, garantizada en las leyes de la nación; hará posible la disminución de la práctica abortiva.
Es necesario que a través de la educación, el gobierno sensibilice a la mujer mexicana para que todo embarazo sea deseado. Cero tolerancia a los “errores” (embarazos no deseados) provocados por noches de pasión arrebatadas y como única solución el aborto.
¿Falta de información? Falso. Las actuales generaciones son más informadas en torno al tema de la sexualidad y sin embargo, proliferan los embarazos no deseados, la promoción del empleo del condón sólo contribuye a promover indirectamente el despertar sexual no digamos del adolescente, sino de los infantes.
¿Espantarnos? no hay por qué, tarde o temprano nuestros hijos han de iniciar su vida sexual. El dilema radica en qué forma lo harán. Responsable o irresponsablemente. La “educación” otorgada hasta ahora es un fracaso.
No es necesario encarcelar a las mujeres mexicanas, cuando ya se hallan presas de la ignorancia.
El aborto no debe ser limitado a un asunto jurídico o clerical, se trata de un asunto ético de la propia mujer, pero no entendiendo a ésta como una mera cosa, o un mero objeto, pues es falso que la mujer sea dueña de su cuerpo, la mujer debe adquirir conciencia de su relevante rol, demasiado preciado a la luz del humanismo, más allá de pasiones sensuales, y de cualquier adorno externo; la mujer referida debe ser sencilla y austeramente, el primer hogar del ser que se representa en su interior en su inicial evolución.
El aborto implica una decisión íntima, de optar por interrumpir lo que constituye un proceso natural. La misma dama, con el tiempo, en su ser interno sabrá si fue o no acertada su decisión. En este último caso, la cárcel será un insignificante claustro.
Lo casos de violaciones, son comúnmente tipos de embarazos invocados para justificar las posturas a favor de la no penalización del aborto; en estos casos, ciertamente difíciles, es decisión de la mujer si tiene o no a su crío. El resultado dependerá de la educación integral que se propone.
¿Cual es la educación integral? Sin dudas la religiosa, que es la que alimenta el espíritu del hombre, no se puede negar que el ser humano es una dualidad: una material y una abstracta o espiritual. ¿Cuál religión?, es una decisión personal, en ello radica el principio de laicidad, y de ello dependerá la cosmovisión de la mujer que la motivará a decidirse.
No es con cárcel y con ideologías disolventes que la mujer dejará de practicar el aborto.
A propósito hoy en día, en la seudo “república popular” China, los fetos al aire libre, cuales animales muertos, son testigos de lo que implica una política errada. En dicho país, por ley, la madre que desatiende el imperativo de concebir un solo hijo por pareja se ve obligada a vender a sus hijos o a abortarlo a fin de no pagar con muerte el desacato al gobierno.
Irónico es en verdad que en México sobren energías para terminar con vidas inocentes como remedio a la irresponsabilidad de adolescentes o de mujeres maduras, mientras en Asia faltan energías para oponerse a la aberración de que un Estado Gobierno regule férreamente el número de hijos por parejas, limitándolo a uno en zonas urbanas y dos en las rurales.
Mientras, la economía nos aborta, a los clase medieros al siguiente escalafón social inferior, y los que en él se hallaban al caño de los verdaderos miserables: los extremos.
Al final, el aborto es una decisión ética, propia; en cambio la economía nacional y su manejo, los préstamos públicos y su pago, el futuro generacional embargado, las posibles soluciones propias, los remedios caseros, no políticas extrajeras, es una decisión que nos incumbe a todos: res pública.
Religión, Independencia y Unión.
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