Navidad: Una oración por Palestina.
Opinión
Iván Triano Gómez
“La Intifada de nuestro pueblo rechaza la ocupación y sus presiones, la confiscación de la tierra, la construcción de asentamientos y la política de sometimiento de los sionistas [...]. El Islam es la solución y la alternativa. Nuestro pueblo conoce el camino del sacrificio y el martirio. Haced que entiendan que la violencia no engendra más que violencia, que la muerte no trae más que muerte…” ( Primer proclama oficial del movimiento político militar Hamás)
El anterior extracto de la primera proclama del grupo nacional palestino Hamás, es más que elocuente en cuanto a sus propósitos, en cuanto a sus objetivos, en cuanto a su razón de ser.
La resistencia nacional Hamás, si bien sólo constituye uno de los diversos grupos existentes, constituye hoy en día la primera fuerza política en palestina, la de mayor representación en el parlamento, de ahí, la especial agresión en contra de la misma, desde todo ángulo (político, militar e ideológico).
En efecto, Hamás ha sabido pasar de la lucha ideológica y política a la contienda estratégica militar, ha crecido. Lo más importante es que en verdad rechaza y combate a muerte la ocupación del suelo patrio palestino, dulcificada por la terminología del discurso israelí para quien sólo representa la “colonización”.
Sólo el pueblo palestino comprende el significado real de las palabras rechazo, oposición y resistencia, pues desde de inicios del siglo XX, mucho antes de que la denominada segunda guerra internacional, el gobierno Británico promovió cierta migración hebrea hacia palestina cuando ésta era aún administrada por la corona inglesa.
La confiscación de la tierra, también rechazada en el discurso palestino, habría de comenzar por aquella misma época, de hecho, constituyó el medio por el cual el hebreo se fue apoderando de las tierras poseídas por los árabes durante siglos, en donde el hebreo sólo era un recuerdo como comunidad.
Efectivamente, fue la corona inglesa quien incentivó y promovió (versiones oficiales británicas refieren que tal política migratoria fue de baja intensidad), que miles de hebreos retornaran a palestina; tal apoyo, desde luego no fue en forma individual, por el contrario se apoyaron a las primitivas asociaciones sionistas que con el tiempo llegarían a amasar un enorme poder económico y político.
De este modo, al llegar el hebreo, universalmente conocido como un especialista en los negocios y no obstante de encontrarse legalmente impedido para adquirir bienes raíces, logró convencer al árabe nativo que a cambio de dinero entregaran sus tierras; es decir, con una fachada de simple contrato de compraventa, se inició de hecho la confiscación de tierras, hoy política primordial del estado Israelí que en aquélla época comenzaba a colocar sus bases, todo ello, en menos de un siglo, algo inaudito, pues la historia de la humanidad jamás ha visto la creación de un Estado en tan poco tiempo; evidencia del enorme apoyo con que cuentan las organizaciones sionistas fundadoras del estado hebreo.
En el otro extremo, las poblaciones árabes, sin apoyo económico ni respaldo político global, salvo el que algunos países árabes aportaron y aportan de forma furtiva, pues oficial y abiertamente sería un suicidio para el gobierno que lo decida así; era entonces el inicio del conflicto más sangriento que conozca el ser humano; lo han vivido directa e indirectamente generaciones de seres humanos.
La construcción de asentamientos ha demostrado ser eficaz en la práctica expansionista del gobierno Israelí, pues aún y cuando existiera la posibilidad del regreso por parte de sus originales propietarios, la tierra palestina no volverá a ser la misma; el colono hebreo convirtió dicha tierra en una trinchera, el hebreo es enemigo del trabajo productivo piedra angular del cristianismo y de los pueblos islámicos, el hebreo sostiene, pugna y practica la especulación, incluida de los bienes raíces, así la tierra palestina dejó de serlo para que de forma tramposa llegue a manos hebreas, pero no al hebreo individual sino a las grandes asociaciones israelíes apoyadas en su mayoría por las agrupaciones sionistas de todo el mundo y sus poderosos y acaudalados miembros, algo verdaderamente difícil de comprender y creer.
El siguiente paso será la colonización, a fin de fundar ciudades hebreas.
El rechazo palestino a la política sionista se entiende lógico al tener claro que el sionismo, enarbola y sostiene el “derecho” del pueblo hebreo a regresar a lo que para ellos es parte de su ser: la tierra de sus ancestros.
Al respecto hay que matizar que con la destrucción del templo de Jerusalén en el año 73 de la incipiente era cristiana, los registros históricos afirman que ni un solo hebreo quedó en la ciudad santa. Los romanos habían arrasado con toda vida hebrea, quienes se atrevían a volver - no obstante las advertencias de no hacerlo - eran pasados a cuchillo de inmediato y exhibidos sus despojos en las murallas de Jerusalén.
De este modo, pensar en que la tierra palestina ha sido siempre hebrea constituye una falsedad y desde luego una ignorancia.
Creer que el “derecho” deriva de las escrituras sagradas, lo convierte a uno en automático en un ortodoxo ultra conservadurista. La biblia a la vez sirve de fundamento para el fanático liberal que aunque laico, no reniega de la calidad de “pueblo elegido”, a fin de dominar a todas las razas humanas, gracias a la gran capacidad intelectual de adquirir poder económico (ello constituye una virtud de acuerdo a la moral hebrea, sea cual sea la causa, es decir legítima o ilegítima).
Con el referido acontecimiento se inicia lo que se conoce como la diáspora, palabra que etimológicamente implica dispersión. Con la dispersión de los hebreos por el mundo, los mismos han asumido una posición privilegiada para muchos y compleja para otros, pues al estar siempre como extranjeros en múltiples naciones y en diversas etapas de la historia humana, han podido ser testigos y cómplices de gloriosos gobernantes y de penosos estadistas, pero en ambos casos sino es en su totalidad, en la mayoría de las situaciones han sabido influir, generalmente en contra de intereses nacionales, siempre a favor de los suyos, esto es conocido como la teoría conspirativa.
Pues bien, en el seno hebreísta habrían de surgir diversas posiciones en torno a la problemática de su comunidad. Por un lado, los ortodoxos-conservaduristas que han creído siempre en las estimaciones religiosas que implican la espera del arribo del mesías como señal del momento para regresar a la tierra Palestina.
Por otro lado, la línea ideológica liberal-laica, que sostiene que no hay que esperar el arribo de nadie, sino que hay que generar las condiciones materiales, tendientes a recuperar un hogar nacional para el pueblo hebreo.
Tal corriente de pensamiento hizo eco en el gobierno monárquico de Inglaterra, fue éste su principal impulsor, junto con pensadores hebreos de entre quienes destaca Teodoro Hertz, considerado como el padre del Sionismo, al escribir su obra magna: El Estado judío, a finales del siglo XIX, en la Europa monárquica nacionalista.
Como puede advertirse de inmediato, resulta injusto por demás, que después de mil quinientos años en promedio, una “nación” que por el mismo tiempo permaneció oculta en el seno del resto de las naciones del mundo (al menos debe pensarse así, de sus descendientes), testificando la historia humana; decida organizarse y sin más decida volver a “su tierra”, de la cual fue lanzado por una poderosa civilización hoy en día inexistente, sin un mínimo de remordimiento por quienes hicieron de las tierras palestinas por igual lapso, su hogar nacional; esto es, la civilización árabe de mediados del siglo XX a quien sin más fueron reduciendo en número y territorio.
Tal ideología ególatra sólo puede ser entendida y apoyada por verdaderos fanáticos del destino manifiesto, es decir por aquéllos que en verdad creen que existen para dominar el orbe; sólo ellos pudieron resucitar el híbrido Estado de Israel, dándole vida frankenstiana a la materia ya muerta.
Por honrar la verdad hay que indicar que existen sectores de la sociedad Israelí que se oponen a dicha corriente de pensamiento (al sionismo), sin embargo, en el fondo aceptan la vuelta a la tierra palestina, pero hasta en tanto se revele el mesías, cuya noción y naturaleza para ser comprendida requiere de mayor análisis, mismo que escapa al objetivo de este artículo.
Un ejemplo lo constituye el escritor e intelectual hebreo Israel Shamir, quien en sus obras denuncia por regla general la atrocidad del Estado Israelí en contra del pueblo palestino, misma que rebasa toda ficción. Denuncia además la pronta y segura exterminación del mismo, si occidente continúa desinformado y pasivo ante ello.
Aquí caben las preguntas, ¿Por qué las naciones poderosas y sus organismos internacionales, no exigen una investigación relativa a las indudables violaciones de derechos humanos? ¿Por qué los medios masivos de comunicación guardan total silencio en torno al exterminio diario de una raza? Las respuestas son lo de menos, lo que debe interesar, lejos de respuestas gubernamentales es que el ciudadano común se entere en su dimensión real del verídico Holocausto que se está verificando en palestina: el asesinato sistemático de civiles árabes, niños, niños y más niños, los futuros hombres “locos y terroristas” que se han de inmolar al hacerse explotar en un autobús repleto de invasores israelíes.
En este fin de año, sin falso sentimentalismo reflexionemos, pero mejor oremos por olvidar nuestro ansiado y occidental deseo de tener, tener y tener y pidamos a la vez, que el creador influya fortaleza en todo palestino, hombre o mujer, niño o anciano a fin de que continúen resistiendo con la palabra, con piedras, con lágrimas, con la vida misma a los tanques israelíes; que resistan el acoso de las balas hebreas; que resistan el destierro obligado de la tierra de sus padres.
Que resistan con virilidad genuina el más pesado silencio de occidente ante su sufrimiento, nuestro silencio.
Que resistan el frívolo ¡¡happy new year del mundo!! En contraste con el silencio global.
Iván Triano Gómez
“La Intifada de nuestro pueblo rechaza la ocupación y sus presiones, la confiscación de la tierra, la construcción de asentamientos y la política de sometimiento de los sionistas [...]. El Islam es la solución y la alternativa. Nuestro pueblo conoce el camino del sacrificio y el martirio. Haced que entiendan que la violencia no engendra más que violencia, que la muerte no trae más que muerte…” ( Primer proclama oficial del movimiento político militar Hamás)
El anterior extracto de la primera proclama del grupo nacional palestino Hamás, es más que elocuente en cuanto a sus propósitos, en cuanto a sus objetivos, en cuanto a su razón de ser.
La resistencia nacional Hamás, si bien sólo constituye uno de los diversos grupos existentes, constituye hoy en día la primera fuerza política en palestina, la de mayor representación en el parlamento, de ahí, la especial agresión en contra de la misma, desde todo ángulo (político, militar e ideológico).
En efecto, Hamás ha sabido pasar de la lucha ideológica y política a la contienda estratégica militar, ha crecido. Lo más importante es que en verdad rechaza y combate a muerte la ocupación del suelo patrio palestino, dulcificada por la terminología del discurso israelí para quien sólo representa la “colonización”.
Sólo el pueblo palestino comprende el significado real de las palabras rechazo, oposición y resistencia, pues desde de inicios del siglo XX, mucho antes de que la denominada segunda guerra internacional, el gobierno Británico promovió cierta migración hebrea hacia palestina cuando ésta era aún administrada por la corona inglesa.
La confiscación de la tierra, también rechazada en el discurso palestino, habría de comenzar por aquella misma época, de hecho, constituyó el medio por el cual el hebreo se fue apoderando de las tierras poseídas por los árabes durante siglos, en donde el hebreo sólo era un recuerdo como comunidad.
Efectivamente, fue la corona inglesa quien incentivó y promovió (versiones oficiales británicas refieren que tal política migratoria fue de baja intensidad), que miles de hebreos retornaran a palestina; tal apoyo, desde luego no fue en forma individual, por el contrario se apoyaron a las primitivas asociaciones sionistas que con el tiempo llegarían a amasar un enorme poder económico y político.
De este modo, al llegar el hebreo, universalmente conocido como un especialista en los negocios y no obstante de encontrarse legalmente impedido para adquirir bienes raíces, logró convencer al árabe nativo que a cambio de dinero entregaran sus tierras; es decir, con una fachada de simple contrato de compraventa, se inició de hecho la confiscación de tierras, hoy política primordial del estado Israelí que en aquélla época comenzaba a colocar sus bases, todo ello, en menos de un siglo, algo inaudito, pues la historia de la humanidad jamás ha visto la creación de un Estado en tan poco tiempo; evidencia del enorme apoyo con que cuentan las organizaciones sionistas fundadoras del estado hebreo.
En el otro extremo, las poblaciones árabes, sin apoyo económico ni respaldo político global, salvo el que algunos países árabes aportaron y aportan de forma furtiva, pues oficial y abiertamente sería un suicidio para el gobierno que lo decida así; era entonces el inicio del conflicto más sangriento que conozca el ser humano; lo han vivido directa e indirectamente generaciones de seres humanos.
La construcción de asentamientos ha demostrado ser eficaz en la práctica expansionista del gobierno Israelí, pues aún y cuando existiera la posibilidad del regreso por parte de sus originales propietarios, la tierra palestina no volverá a ser la misma; el colono hebreo convirtió dicha tierra en una trinchera, el hebreo es enemigo del trabajo productivo piedra angular del cristianismo y de los pueblos islámicos, el hebreo sostiene, pugna y practica la especulación, incluida de los bienes raíces, así la tierra palestina dejó de serlo para que de forma tramposa llegue a manos hebreas, pero no al hebreo individual sino a las grandes asociaciones israelíes apoyadas en su mayoría por las agrupaciones sionistas de todo el mundo y sus poderosos y acaudalados miembros, algo verdaderamente difícil de comprender y creer.
El siguiente paso será la colonización, a fin de fundar ciudades hebreas.
El rechazo palestino a la política sionista se entiende lógico al tener claro que el sionismo, enarbola y sostiene el “derecho” del pueblo hebreo a regresar a lo que para ellos es parte de su ser: la tierra de sus ancestros.
Al respecto hay que matizar que con la destrucción del templo de Jerusalén en el año 73 de la incipiente era cristiana, los registros históricos afirman que ni un solo hebreo quedó en la ciudad santa. Los romanos habían arrasado con toda vida hebrea, quienes se atrevían a volver - no obstante las advertencias de no hacerlo - eran pasados a cuchillo de inmediato y exhibidos sus despojos en las murallas de Jerusalén.
De este modo, pensar en que la tierra palestina ha sido siempre hebrea constituye una falsedad y desde luego una ignorancia.
Creer que el “derecho” deriva de las escrituras sagradas, lo convierte a uno en automático en un ortodoxo ultra conservadurista. La biblia a la vez sirve de fundamento para el fanático liberal que aunque laico, no reniega de la calidad de “pueblo elegido”, a fin de dominar a todas las razas humanas, gracias a la gran capacidad intelectual de adquirir poder económico (ello constituye una virtud de acuerdo a la moral hebrea, sea cual sea la causa, es decir legítima o ilegítima).
Con el referido acontecimiento se inicia lo que se conoce como la diáspora, palabra que etimológicamente implica dispersión. Con la dispersión de los hebreos por el mundo, los mismos han asumido una posición privilegiada para muchos y compleja para otros, pues al estar siempre como extranjeros en múltiples naciones y en diversas etapas de la historia humana, han podido ser testigos y cómplices de gloriosos gobernantes y de penosos estadistas, pero en ambos casos sino es en su totalidad, en la mayoría de las situaciones han sabido influir, generalmente en contra de intereses nacionales, siempre a favor de los suyos, esto es conocido como la teoría conspirativa.
Pues bien, en el seno hebreísta habrían de surgir diversas posiciones en torno a la problemática de su comunidad. Por un lado, los ortodoxos-conservaduristas que han creído siempre en las estimaciones religiosas que implican la espera del arribo del mesías como señal del momento para regresar a la tierra Palestina.
Por otro lado, la línea ideológica liberal-laica, que sostiene que no hay que esperar el arribo de nadie, sino que hay que generar las condiciones materiales, tendientes a recuperar un hogar nacional para el pueblo hebreo.
Tal corriente de pensamiento hizo eco en el gobierno monárquico de Inglaterra, fue éste su principal impulsor, junto con pensadores hebreos de entre quienes destaca Teodoro Hertz, considerado como el padre del Sionismo, al escribir su obra magna: El Estado judío, a finales del siglo XIX, en la Europa monárquica nacionalista.
Como puede advertirse de inmediato, resulta injusto por demás, que después de mil quinientos años en promedio, una “nación” que por el mismo tiempo permaneció oculta en el seno del resto de las naciones del mundo (al menos debe pensarse así, de sus descendientes), testificando la historia humana; decida organizarse y sin más decida volver a “su tierra”, de la cual fue lanzado por una poderosa civilización hoy en día inexistente, sin un mínimo de remordimiento por quienes hicieron de las tierras palestinas por igual lapso, su hogar nacional; esto es, la civilización árabe de mediados del siglo XX a quien sin más fueron reduciendo en número y territorio.
Tal ideología ególatra sólo puede ser entendida y apoyada por verdaderos fanáticos del destino manifiesto, es decir por aquéllos que en verdad creen que existen para dominar el orbe; sólo ellos pudieron resucitar el híbrido Estado de Israel, dándole vida frankenstiana a la materia ya muerta.
Por honrar la verdad hay que indicar que existen sectores de la sociedad Israelí que se oponen a dicha corriente de pensamiento (al sionismo), sin embargo, en el fondo aceptan la vuelta a la tierra palestina, pero hasta en tanto se revele el mesías, cuya noción y naturaleza para ser comprendida requiere de mayor análisis, mismo que escapa al objetivo de este artículo.
Un ejemplo lo constituye el escritor e intelectual hebreo Israel Shamir, quien en sus obras denuncia por regla general la atrocidad del Estado Israelí en contra del pueblo palestino, misma que rebasa toda ficción. Denuncia además la pronta y segura exterminación del mismo, si occidente continúa desinformado y pasivo ante ello.
Aquí caben las preguntas, ¿Por qué las naciones poderosas y sus organismos internacionales, no exigen una investigación relativa a las indudables violaciones de derechos humanos? ¿Por qué los medios masivos de comunicación guardan total silencio en torno al exterminio diario de una raza? Las respuestas son lo de menos, lo que debe interesar, lejos de respuestas gubernamentales es que el ciudadano común se entere en su dimensión real del verídico Holocausto que se está verificando en palestina: el asesinato sistemático de civiles árabes, niños, niños y más niños, los futuros hombres “locos y terroristas” que se han de inmolar al hacerse explotar en un autobús repleto de invasores israelíes.
En este fin de año, sin falso sentimentalismo reflexionemos, pero mejor oremos por olvidar nuestro ansiado y occidental deseo de tener, tener y tener y pidamos a la vez, que el creador influya fortaleza en todo palestino, hombre o mujer, niño o anciano a fin de que continúen resistiendo con la palabra, con piedras, con lágrimas, con la vida misma a los tanques israelíes; que resistan el acoso de las balas hebreas; que resistan el destierro obligado de la tierra de sus padres.
Que resistan con virilidad genuina el más pesado silencio de occidente ante su sufrimiento, nuestro silencio.
Que resistan el frívolo ¡¡happy new year del mundo!! En contraste con el silencio global.
0 comentarios:
Publicar un comentario