Libertad de expresión.
Hugo Triano Gómez.
La libertad es un don, si se
ejerce. Quien la “vende”, ha perdido no solo una oportunidad de trascender,
sino la razón de existir.
Quien no puede actuar con y para
la libertad, demuestra primero incapacidad, después que se es capaz de
cualquier cosa en el afán de lograr algo; en síntesis, es alguien a quien hay
que temer.
La libertad es también un
estadio, el motor del espíritu para que la materia se conduzca de una manera
determinada. Es el medio con el que el pensamiento verá la luz, al reflejarse
en la palabra. Quien carezca de libertad –por obviedad- no podrá jamás contar
con ella, al hablar o escribir.
Los momentos que el país vive
exigen hoy como ayer, la creación de una opinión pública auténtica, una que sea
capaz de distinguir al charlatán del estadista, al agorero del desastre del
opositor serio, al chayotero del comunicador responsable, con el único objeto
de encontrar de veras las soluciones a los problemas que le aquejan.
En ninguna parte del mundo, en
ningún estado, en ningún pantano, sirve una opinión pública distraída y un
“cuarto poder” servil, dócil y “amigo” del gobernante al que habrá que observar
con lupa en su quehacer diario.
La libertad de expresión pues,
desde la perspectiva periodística obliga a profundizar en los hechos, a no
omitir detalles, a analizar, no a especular, si a trazar escenarios por
complicados que sean. Obliga al estudio, a brindar apertura y conocimiento de
causas.
Tabasco vive a su vez, una
contradicción en la materia.
En medio de su profunda crisis
económica, el presupuesto estatal alcanza (y bien) para mantener contentos y
afines al Gobierno, a un sin fin de medios, cuyos directores día tras día, se
sienten los paladines de la justicia, -y que con la “celebración” de hoy-
seguirán creyendo en la extensión de la palabra, que su contribución al “estado
de cosas” es relevante, de altura.
Por la cantidad que sea, dichas
empresas parecen olvidar o de plano desconocen que el periodismo no tiene
absolutamente nada que hacer, al lado de lo que está bien.
La contradicción se hace más
evidente cuando la televisora estatal sirve para todo, menos para lo que
debería.
Si bien es cierto no todos
acuñan la cultura de la rendición de cuentas, la TVT habría resultado un canal
adecuado con todo y sus preguntas a modo, para que los servidores públicos de
la actual administración dijeran algo más que lo de sus escuetos comunicados,
en temas torales como el costo total de una liquidación de ex burócratas, que
no se sabe si generará más erogaciones que los ahorros que se tienen previstos,
por decir uno solo.
Por supuesto que lo que a TVT le
hace falta más allá de este mínimo ajuste, es uno de dimensiones
extraordinarias, uno que quizás iría de la mano con una refundación. Uno que la
lleve de ser mera productora de programas de revista con “chicas guapas” a uno
con mayor contenido, uno que le permita pasar de ser mero lector de boletines
de Gobierno, a uno que contribuya a la formación de criterios y valores para la
comunicación.
Es cierto que la utopía de Tomás
Moro parecería estar haciéndose presente aquí, pero no.
¿Acaso no era inimaginable al
inicio de este sexenio ver a periodistas golpeados en el ejercicio de su
labor?¿No era este el Gobierno que daría la cara a los acontecimientos y hoy la
da solo a lo lejos, detrás de las vallas y de un reforzado cuerpo de guaruras y
logística?
Como se ve, en Tabasco,
todo…todo puede pasar.
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