Perdón en el pantano.
“Pido perdón al señor y a ustedes, por mis negligencias”, pronunció el obispo de Tabasco Benjamín Castillo Plascencia en su último culto público.
El mensaje fue dirigido a los medios de comunicación, previos agradecimientos a las autoridades gubernamentales con las que le tocó convivir al Obispo por siete años en el Estado.
La verdad es que el líder de los católicos no se hallaba obligado a solicitar tal perdón. Dicho acto, por tanto, debe de considerarse antes que nada como un mero hecho de sencillez por parte del representante religioso.
En efecto, no es que el obispo saliente haya reconocido alguna culpa en su gestión, respecto de las opiniones que en su momento externó sobre el acontecer socio político estatal.
En todo caso, el líder católico expresó su sentir amparado por el derecho reconocido - no otorgado – por la Carta Magna de este país, específicamente en el derecho de pensamiento y expresión, que de ninguna forma distingue entre un ciudadano común y el líder de una iglesia.
Cuestión sustancialmente distinta a las restricciones de los actores religiosos para intervenir en política, que como puede entenderse sólo implica limitantes o condiciones para actuar en la administración del Estado.
Y es que el sólo hecho de ser ministro de culto, no significa que al mismo se le esté prohibido constitucionalmente expresarse o bien, ejercer el derecho de libre pensamiento.
Creer o afirmar lo contrario convertiría al Estado Mexicano en lo que presuntamente no es, un estado uni confesional.
La verdadera negligencia la cometen a diario las autoridades políticas sin talento para bien gobernar, quienes cotidianamente destruyen el futuro de las generaciones de tabasqueños por venir; del presente para qué hablar.
No obstante ello, ninguna autoridad pide perdón.
Es cierto que a las autoridades les hace falta algo más que pedir perdón, sin embargo sería un buen inicio; implicaría un reconocimiento a sus errores en el manejo de la administración gubernamental.
¿Responsabilidades? ¿Qué es eso? El perdón nace del interior y es voluntario, implica responsabilidad ética, individual pues. La responsabilidad legal o política es externa y exigible. Dicha responsabilidad además es nula, por los motivos ya conocidos.
La sociedad tabasqueña también es negligente. Lo es desde que no obstante contar con un líder moral -no político- desatiende sus llamados. Llamados no políticos, si para procurar el buen vivir. No el vivir perfecto, pues tal concepto es ajeno a la naturaleza del ser humano, especialmente para el tabasqueño.
El buen vivir dista mucho de lo “mejor” materialmente hablando o de cuantificaciones; es decir, de tener más o mucho. Bien vivir, implica humildad.
Humildad como la practicada por el líder que fue en estas tierras Benjamín Castillo Plascencia, quien con el pesar de muchos y la admiración de pocos, siempre dijo verdades en un rincón desventurado de la república Mejicana, fanático de las falsedades.
Cabe aclarar que la humildad nada tiene que ver con la posesión de bienes materiales. La humildad de corazón es la que debe practicarse, pues ser y permanecer en la vida paupérrima no es ni podrá ser nunca, propósito de la existencia.
En efecto, ninguna filosofía o religión sostiene como dogma fundamental la inamovilidad material del individuo, por el contrario defiende y exige que antes que nada surja en el humano la humildad de corazón, del ser. En otras palabras, se exige no priorizar el almacenamiento o acumulación de bienes terrenales, por encima de los morales o espirituales, de ahí la “exigencia” de caridad y solidaridad pues de nada sirve estar bien materialmente en lo individual, si el prójimo desfallece famélico y con frío, sin el míimo de “justicia social”.
En síntesis, el progreso material es un deber que antes debe contar con la sencillez del corazón.
La clase gubernamental local y nacional es por ello más negligente que cualquier otro confesor, pues se ha desenfrenado hoy más que nunca en buscar con total descaro el bien particular, mandando a la cloaca los sueños de los muchos, a través de mayor endeudamiento público especialmente ahora que se ha abierto la caja de pandora para todas las entidades políticas estatales; pagadero desde luego por los mismos de siempre: los más.
Congratulada aunque negligente debe permanecer la sociedad local, pues el líder de la iglesia tabasqueña estará en un mejor lugar que el pantano en que se hallaba.
Lastimosamente, la realidad nuestra ha de continuar hable quien hable y se digan o no verdades.
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