De Urbanidad y añoranzas.
"Siempre en cumplimiento de la norma" |
Hugo Triano Gómez.
Un
tanto en broma, un tanto en serio, pero más de una persona advirtió unas horas después
del 6 de Enero, que tras el “maratón
lupe-reyes” todo volvería a la normalidad. Con ello, la bondad, los deseos,
la amabilidad y la tranquilidad quedarían atrás. Tristemente no se equivocaron.
Bastó
una semana. Llegar a la segunda del nuevo calendario para padecer por la “urbanidad nuestra de cada día”. Extrema
sinceridad que es solo reflejo de las carencias del mundo pequeño que nos ha
tocado vivir.
Ahí
están otra vez las faltas mínimas al orden, que cual espiral no hacen más que
guiar a quien la promueve y a quien la padece al caos, como si nadie supiera el
resultado de la fórmula matemática de que el caos -aquí y en china- solo genera
caos.
La
combi rebasando por la derecha, el conductor empecinado en recuperar el tiempo
perdido sin descuidar su llamada por celular; el otro que tras ser pillado
ignora a la autoridad y acelera aún
más para tratar de desaparecer de su vista antes de que le sea tomada la placa,
eso sí, celebrando internamente su astucia sin reparar -por no darse cuenta- en
el peligro que la tarea escapista le ha generado.
Allá
va el transbús villahermosino corriendo a todo lo que da. De repente quedó
atorado en uno de los callejones de la ciudad. La causa, un vehículo mal
estacionado, mitad en la acera, mitad en la vía. La fila ya es enorme. Todos
recuerdan y se la recuerdan a la autoridad.
Empieza
la desesperación. A media fila, el taxista maniobra. Quiere regresar. Recurre a
la reversa pero no hay mayor margen. Entre chillidos de claxon lo logra. No
advierte que una señora, una dama de buen talante por cierto y mejor unidad,
deambula alegre en sentido opuesto tras superar el nudo que también le atrasó.
¡Carajo!...
Y otros improperios dignos de un ardiente día de mayo, aparecen como lluvia
refrescante. Pero apenas es Enero y no, no fue el taxista si no la jefa que con
la cría al lado muestra el power de su “troka”
para abrirse camino.
El
colmo de los males aparece cuando la continua es la antítesis del “siga con precaución”. Obligados a una
nueva pausa porque los necios insisten en llevar la preferencia cuando no es
así, el “chiste de Avenida” registra
una nueva congestión. De nuevo todos recuerdan y se la recuerdan a la
autoridad.
Olvidan
sin embargo –cual buenos deseos- que el principio de la solución a un “problema menor” como el de la
circulación vehicular está en el origen, en uno mismo. En la planeación de la
agenda diaria, en el correcto empleo de los tiempos y sobre todo en el reconocimiento
y en el respeto a la norma, ignorada
en el afán de hacer de la falsa astucia una virtud.
Cierto
es que sin mayor explicación y de la noche a la mañana, en Tabasco “se acabó el juego” de meter en cintura
al ciudadano. Las razones a todas luces se vinculan al interés de mantener la
poca gracia que le quedaba a un gobierno debilitado por su quehacer. Pero
tampoco se justifica si se piensa que ese podría ser un mínimo legado.
A
todo esto la permisividad de la autoridad es igual de dañina que la
insensibilidad de los comunes.
Por
eso se extraña al tabasqueño “ennavidado”
(sic) quizás más al viajero, al que va a otro lugar y se asume respetuoso
de la ley, que sabe portarse como se debe. Justamente esa muestra hace temblar, pues en franca ironía es
ejemplo fiel de que no actúa así en su tierra por decisión propia, porque no
quiere o porque simplemente no le importa.
Olvida
otro elemento muy simple pero tan importante para el bien vivir: Que actuando
así se transforma en su propio lobo, terminando por adaptar la máxima aquella a.
. . “choco choquinis chocus”.
0 comentarios:
Publicar un comentario