Sobre las ruinas del porvenir.
Flor de Líz Pérez Morales.
Tal vez sean los tiempos, quizás
porque es una buena época de reflexión y esto nos lleva a guarecernos en la
nostalgia, quizás porque en ella podemos esconder la utopía de lo imposible.
Quizás porque a los que habitamos en Tabasco nos encaminaron a no creer, que
hacerlo nos hace daño. Quizás también porque dentro de lo posible, confrontamos
la realidad para dilucidar en nuestro propio porvenir y eso muchas veces nos es
desesperanzador. Por eso ahora, cercanos a un cambio político social remiramos
el pasado lo que nos lleva a asomarnos y a especular en lo cercano a nosotros,
en lo que nos espera. A veces con esperanzas, pero con muchos más miedos a
creer en nuestro terruño.
Dicen los discursos políticos de
los últimos meses que vienen tiempos de cambio, que las expectativas en los
gobiernos son escenarios donde se reinicia con un reacomodo de la conciencia
social. Nada gustaría más a los ciudadanos que empezar creyendo en las
instituciones, “empezar”
con la fe puesta en una tierra cuyo destino pudiera asegurarse positivamente
por lo menos en un sexenio.
Nos gustaría creer como en los
viejos tiempos en el Estado generoso, hábil en su papel de administrador,
vigilante y protector de su gente, en esa estructura política que nos aseguraba
y auguraba siempre los mejores tiempos, tener la confianza para empezar de
nuevo, aunque luego los padecimientos estaban a la orden del día y con ellos el
desencanto.
Éste puede ser el sentir de
muchas personas, todos los que hemos sido agredidos, violentados, engañados,
sostenidos en los fallos de aquellos en quienes depositamos la creencia de que
en el marco de las leyes, la moral y responsabilidad harían congruente su actuar. Es pesado
cargar con este presente para empezar el futuro, cuando el pasado ya marcó sus
propias sombras, que evidentemente mellan en la actualidad.
Cómo hacerlo cuando volteamos un
tanto la mirada y ésta se deja replicar en la mentira y el engaño, en los
sinsabores de la corrupción, en la irresponsabilidad de los quienes en la historia
de esta entidad la han desgraciado, la han hecho insalubre. Pobre Tabasco.
Vamos a empezar de nuevo. Ahora con más temores, con más vacíos, reiniciamos
sobre escenarios de mayor incertidumbre e inseguridad.
El día a día ha demostrado que
al amparo de las injusticias el ciudadano está indefenso, que la policía cobra
sus cuotas, que los funcionarios se llevan la mejor tajada, que las empresas no
están de nuestro lado, que las reglas caminan por el lado de los intereses
personales y no sociales, que nuestro ambiente natural está igual de
contaminado que nuestras vidas, que el tráfico de nuestras ciudades está tan
congestionado como nuestras deudas.
Comienza una cuenta nueva en los escombros de los hospitales
que cargan con las corruptelas, con los fantasmas de obras que no entendemos,
con cifras que no nos cuadran, con documentos que huelen a estiércol, pero
sobre todo con funcionarios amorales cuyo escape ya se cuenta.
En palabras abstractas de mi
querido Marc Augé, las ruinas de la utopía de la modernidad hoy descansan en
una tierra marcada por los huecos de sus ciudades, por la pobreza de sus
comunidades, porque se trabajó tanto en amilanar el espíritu social del
tabasqueño que casi lo apagaron.
Hoy la tarea es grande, mucho
más que volver a empezar en las cuentas que vienen, en reconfigurar un proyecto
político sólido en su economía y marco de seguridad social. Hoy la tarea
comienza en reconstruir lo más complejo, la confianza en la moral de quienes
nos gobernarán por tres y seis años.
Por eso no es y no está siendo
fácil elegir, no a los mejores hombres y mujeres, sino a los más adecuados para
un proyecto que requiere de la emergencia de la moral política; más aún porque
cuando los conozcamos saldrán nuestros miedos y rencores de un pasado-presente que
aún nos cobija.
Es verdad, son los claroscuros
de la política, pero también son los claroscuros del ciudadano de Tabasco.
Incongruentemente la continuidad de la historia comienza de nuevo.
Hoy la hazaña del gobernador
electo Arturo Núñez Jiménez, de los presidentes municipales, de los diputados,
de todos aquellos que formarán parte en mayor o menor escala del servicio
público se agiganta en cada paso, en su porvenir, porque frente a la ausencia y
la desgracia, reconstruir sobre las ruinas será siempre dolorosamente arduo.
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