Zapatero a sus zapatos. (UTS: La nueva lagunada)
La educación no debería ser
tratada nunca como un asunto menor. Por ello, México ha padecido y seguirá
padeciendo las consecuencias. Y es que México desde hace mucho la politizó en
vez de hacerla verdaderamente una política pública.
La última muestra de que las
cosas en el sector no han cambiado, ni cambiarán tan fácilmente, se dio en
Tabasco hace apenas unas horas.
La llegada a la rectoría de la
Universidad Tecnológica del Usumacinta del ex diputado local Javier Calderón
Mena, no solo raya en lo absurdo si se aprecia su no afinidad con la institución,
-más allá de que cursó un diplomado en administración pública municipal con
ellos- sino que enaltece los vicios que la antigua oposición, tanto le criticó
a los gobiernos priístas. Tiene que verse desde el inicio, contrario a lo
sugerido, el perfil del ungido para entenderlo así. Desde ahí es claro que lo
que menos importa es el avance del Tecnológico en mención. Se impone -sin razón
pública al menos- una nueva visión a mitad de un periodo estatutario con el
riesgo de echar proyectos abajo, o en el "mejor" de los casos -que no
lo es realmente- de meter en una parálisis al organismo.
Licenciado en administración de
empresas, con postgrado en economía política en Rusia, cuando sus tiempos de la
Unión Soviética, más el diplomado citado, diputado local
y candidato a edil -no ganador- en su natal Zapata, además de regidor en
funciones son los méritos que han hecho rector a Javier Calderón.
¿Qué plan puede llevar si estaba
inmerso en la mediocre función que suelen desempeñar los regidores en un gobierno municipal? ¿Cuál es verdaderamente el merecimiento que tiene para
ostentar tan relevante cargo?
Amén de su grisáceo papel en el
Congreso tabasqueño, Javier Calderón es si acaso recordado por haber denunciado
mediáticamente en el sexenio anterior, un presunto ataque a su persona cuando
buscaba la presidencia municipal a la que se ligó finalmente siendo su décimo
primer regidor.
¿Porqué no se eligió un académico,
si de lo que se trataba era de hacer ajustes? ¿Ser oriundo de la zona o radicar
en ella hacen merecedor a alguien de algo tan valioso? Aquí no se discute si
Calderón Mena es "buena persona" o de "izquierda verdadera"
o lo que alguien más pueda imaginar. Lo que queda claro es que no es leal a la ética,
pues ha aceptado un cargo para el que no está preparado, que no buscaba, y al
que irá primero a cobrar y a regocijarse después, del título de rector que con
decisiones como éstas, no hacen más que abaratarse.
Triste es ver que en Tabasco,
sigue bastando ser "amigo" o bien visto por el gobernador para
ostentar lo que sea.
Amén de la discusión por la ilegalidad
del nombramiento de Javier Calderón en la UTU siendo aún regidor, Calderón
sigue ignorando la ética -indispensable para una buena educación- al aceptar un
nombramiento bajo las circunstancias descritas por el depuesto rector Alberto Lastra González, quien ventilara que la mayoría de los integrantes del consejo
directivo no participó en la votación de su sucesor y dejara entrever que ni
siquiera se integró una terna para ello como mandata su reglamento interior.
Haciendo sospechar que en efecto
el procedimiento fue así de irregular, llama la atención que el gobierno nuñista
no haya "reaccionado" aún, 72 horas después de que sugiera la versión.
El silencio acuñado en el caso, no hace más que recordar los episodios de la
tragedia granierista en la que se privilegió la soberbia, antes que reconocer y
corregir errores.
La nueva "lagunada",
como ha llamado el Priísmo
tabasqueño la unción de Javier Calderón es significativa finalmente, porque
prenderá las luces de alarma en las demás universidades, jóvenes y maduras,
reconocidas o no, donde aún en el pasado reciente se hizo de todo y no
exclusivamente en pos del estudio, el arte, la ciencia y la tecnología.
La coyuntura debe servir para volver los
ojos al alma mater, volverlos con la seriedad requerida. Para recuperar el
extraviado sentido común, lo que debe ser, para darle al zapatero… sus zapatos.
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