De diabluras, quintas y gastos escandalosos.
Hugo Triano Gómez.
El dinero es el diablo mismo. Es
capaz de transformar a alguien
bueno en malo. De hacer perder la conciencia, la mirada en lo importante, lo
fundamental; de hacer añicos las convicciones, los ideales. De ensoberbecer al
más sencillo, de corromper el alma. De dar al traste con la fama y lo peor, de
tergiversar el camino de la vida... y la familia.
¿Qué se puede decir de un
"administrador" que ejerció mensualmente por lo menos 1 millón de
pesos para su manutención y el de su familia en la residencia oficial?
Aunque el caso de Tabasco sea
"menos escandaloso" si se compara con el de otros gobiernos, incluido
el de la República, no puede perderse de vista que tras lo sucedido en el
sexenio de Andrés Granier, el reporte de nuevos gastos excesivos, superfluos y
de dudoso fin, es un nuevo rubro en el que deberá irse a fondo para determinar
su implicación en el quebranto financiero que se adolece.
Nadie discute aquí que el
gobernante en turno -y los suyos- tienen derecho a una manutención digna por la
envergadura de su encargo. De eso a brindarse a costa del erario una vida de
magnate, hay una gran diferencia. No es posible defender bajo una lógica seria,
a quien escudado en la dignidad,
obró en lo indigno, en lo ruin.
Cierto es que difícilmente en el
terreno de lo legal pudiera hablarse -con lo que ahora se sabe- de un abuso de
"confianza"; sin embargo Granier debe saber que en lo moral, en lo ético,
en lo que debería ser, pocos tabasqueños aceptarán la argumentación que pudiera
dar sobre los millonarios montos que allí se gastaron. No hay más, la pobreza,
las necesidades, la ignorancia, la realidad, todo lo que mantiene atrasado a
Tabasco no le importó. Su prioridad fue "vivir bien", ser feliz junto
a los suyos, a su manera.
Con la grotesca escena de la
Quinta Grijalva desbordando, se demuestra lo que siempre se ha sabido. Se
desnudan las razones de tantas y tantas disputas por los cargos públicos de la
política, del poder. Y es que es claro, que con la legalidad mal entendida, los
modos de vida de los beneficiados cambian radicalmente y para siempre.
Claro que los excesos en la
Quinta Grijalva datan de muchos años. Uno a uno, los gobernantes en turno han
sido cómplices de los excesos y seguramente -al taparse unos a otros- abrieron
la puerta para nuevos y variados. Pero ya no hay margen para más.
La exhibición de la
"pobre" riqueza Granierista en la Quinta que le pagó el erario en
Tabasco, no puede ni debe quedar en el terreno de la anécdota. Urge la
respectiva explicación de los gastos partiendo de lo ya expuesto por la
valiente Asociación "Santo Tomás", que ventila gastos de insumos inflados y pagos a la mano por cantidades millonarias. Es imperativo, pues aún
ahora, no es exagerado presumir que lo ocurrido en el seno de la "primer
familia", podría encuadrar en el tráfico de influencias, el desvío de
recursos y el consiguiente daño al patrimonio estatal.
Nadie debe confundirse. De nuevo
el culpable tiene nombre y apellido: Andrés Granier.
Más allá de que ahora se sepa
que Antonio González Campos era el administrador de su residencia, suena ridículo
afirmar que éste en su afán de "quedar bien" con sus patrones haya
excedido los límites de la austeridad y haya actuado por la libre. Tiene que
reconocerse que Granier consintió y probablemente favoreció con sus actitudes
la voracidad de la "primer familia" de la entidad.
Luvia de la O, la sucesora de
González Campos en la administración de la casa de gobierno tiene ante sí una
cita con la historia. Cumplir sin menoscabos, con el derecho fundamental de los
ciudadanos a saber, le dará la trascendencia.
Equivocados han estado aquellos
que han privilegiado el materialismo y acrecentado su peculio en vez de buscar
corresponder a la representación popular concedida a lo largo de generaciones.
Ahora que el hecho de que el ex
Subsecretario de administración y Finanzas del gobierno de Granier y ahora edil de Tenosique Carlos Vega Celorio afirme que solo firmaba órdenes de pago -luego
que se autorizaban- no lo exonera de responsabilidades.
No, porque al aparecer su rúbrica
en algunos recibos que se expedían al interior de Finanzas para soportar los
gastos de la residencia oficial, lo obliga a precisar quién era entonces el que
daba la orden, la instrucción. Desde ahora se entiende que como subalterno de
José Sáiz, no podría oponerse a las decisiones, pero sin señalamientos directos
de ello, Vega -mínimo- sigue convertido en cómplice por omisión de lo que ahora
se sabe.
...¿Quién daba las órdenes?
Vuelve a ser la pregunta de los 64 mil pesos. Pesos que con acciones como las
hoy platicadas, siguen devaluando al hombre ante el diablo …llamado... dinero.
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