Las incoherencias del discurso político.

Posted on 12:37 by Hugo Triano Gomez | 0 comentarios

 

Flor de líz Pérez Morales.



Si algunas personas tendrían que ser cuidadosas con el empleo del lenguaje, son justamente quienes trabajan en la política. Es riesgoso asumir el papel que juegan las palabras en una Entidad donde no se miden las consecuencias de las declaraciones políticas.
En los últimos años hemos escuchado infinidad de verbalizaciones que nos dejan pasmados, no sólo porque muchas de ellas carecen de congruencia textual, sino porque también se “avientan” con la petulancia desmedida de la figura política. En ellas se devela la pobreza o limitado pensamiento y oscurantismo para conocer el mundo social de quien lo enarbola. Se camina sobre viejas inercias que no consideran que las entonaciones también son parte de la lectura en el discurso.
En alguna ocasión me preguntaba qué tan preparados estaban los políticos tabasqueños para gobernar después de ganar una elección, porque justo la inteligencia se denota en el lenguaje. En aquel tiempo me inquietaba saber qué tanto sabían de leyes, de la gente y sus problemas sociales, de eso tan básico que da la capacidad de razonar para emitir las palabras en el discurso político.
Aquella vez también me cuestionaba qué tanto leían, porque eso infería la sensibilidad social. ¿Alguien los entrenó para hablar en público? ¿Para dirigirse a la gente? Sé que muchos no lo necesitan, porque la elocuencia es distinguible en sus razonamientos, pero parece que son muchos más los que están emitiendo una retórica que padece los males de sus habilidades discursivas.
No se trata de callar, de no dar explicaciones, sino de hacerlo en la mejor de las formas, de tener muy claro dónde se está parado y a quién se dirigen los mensajes. La regla básica de una respuesta dada se mide en el tiempo que otorga el silencio para comprenderla y contestarla. Hoy parece que tenemos políticos que asemejan, enuncian y luego piensan, que se enredan en el discurso sin sentido, para luego aclarar qué era en verdad lo que se quería decir. El asunto se agudiza cuando el discurso es replicado en las redes sociales, que no sólo avergüenza sino que inhabilita el acto político de quien lo emite.
Si entendemos también que el lenguaje va más allá del empleo de las palabras, parece entonces que nuestros peores temores podrían acelerarse, porque justo en él es que se manifiesta la incongruencia del pensamiento con la acción.
Esto es parte de esa lectura ciudadana. Se habla de que no habrá nepotismo y muchas instituciones de Estado, especialmente los ayuntamientos están llenos de la parentela de los políticos. Se habla de funciones marcadas por la sensibilidad ante la sociedad tabasqueña y se actúa sobre la soberbia y altanería.
Tales discursos no sólo anuncian las incapacidades para realizar las tareas que como funcionarios públicos se les ha encomendado, sino lo más grave: el rol que se asume en la falacia del lenguaje.
Desde este punto de vista tenemos tareas pendientes; por un lado demandar algo tan elemental como la congruencia en el discurso político que lleve a la responsabilidad social, y por otro, desde la ciudadanía alentar la lectura como marcos de referencia para la toma de decisiones.

0 comentarios:

Publicar un comentario