Vialidad: El infierno tropical del pantano.
Hugo Triano Gómez.
La puesta en marcha de la semana estatal de educación vial, debe servir para poner a remojar las barbas de todos quienes habitamos el caluroso pantano tabasqueño.
Hacerlo
es mantener una posibilidad de corregir los errores que en materia de vialidad
y urbanidad, se padecen. Negarlos, minimizarlos, solo recrudecerá tarde que
temprano las dificultades que todos enfrentamos.
La
semana de actividades -como todas- pasará rápido. Cada quien decidirá sin
embargo, cuánto se quedará con uno la conciencia de manejar adecuadamente, de
ser cortés, afable, correcto con el peatón, inteligente, maduro en lo personal
y en lo social para contribuir a desarmar un "cuello de botella" de
los tantos que se forman -por lo menos- en la otrora Villa hermosa de San Juan Bautista.
Es
de reconocerse pues que en este rubro y en comparación con el país, los
tabasqueños estamos mal; "re mal" si volteamos a ver hacia la región
sur sureste.
Bajo
el argumento del incesante calor, el temperamento, la mala planeación de
nuestros antepasados y hasta del sinvergüenza mosquito que "corrió" a los españoles
y los "envío" a Mérida a trazar una de las avenidas más bellas del
país como el Paseo Montejo, los chocos siguen avasallando a quien se puede y
cuando se puede una vez que están al volante. No importa nada, con tal de ser
los primeros en llegar o salir, aún y cuando no les asista el derecho del
tiempo. Andar pues en las vías de la ciudad, de por sí complicadas por sus
trazos, se torna caótico cuando la mal entendida astucia, convertida en
"gandallismo", se hace presente.
Es
la ley de la selva, gana el más "astuto", el que aprovechó el titubeo de aquél
que vio de mayor envergadura el auto de enfrente y prefirió frenar para no
salir perdiendo con una colisión. Pierde el que pensó por un momento en que
bajándose de su automotor es de nuevo un peatón. Pierde ante una sociedad
convulsionada quien le cede el paso a alguien. Aunque sea habrá perdido la calma ante
las mentadas de madre fortuitas que recibió de quienes se la
"pitotearon" por tener que esperar a que hiciera lo correcto.
Pocos
se salvan. Lo mismo señoras, señores, jóvenes, mayores. Servidores públicos,
particulares. Todos abonan a la locura de la ciudad.
Los
peatones también cuecen sus habas. Deambulando por las calles distraídos,
desconcentrados, pensando en todo menos en la seguridad, su seguridad.
Privilegiando la tecnología por encima de su propia vida, juegan con ella
apareciendo de la nada ante la ya de por si probable mala conducción de un
tercero que sin querer colabora a la fórmula de la combinación mortal.
En
Tabasco, muchos de los puente peatonales son escena de un paisaje y nada más.
Están de adorno y muchas veces la escena es ignorada cuando sucedió una
tragedia.
¿Acaso
no tiene el peatón que exclusivamente emplear los referidos pasos a desnivel,
las rayas amarillas y los pasos peatonales para favorecer su seguridad?
¿Cuántos incidentes no han tomado en cuenta el hecho, que raya más en un acto
de omisión e irresponsabilidad? ¿Se estará ante una posible injusticia al
involucrar en un hecho indeseable a alguien que no pudo evitar una imprudencia
del transeúnte?
Como
se aprecia, a todos conviene ahondar en la educación vial. A todos por que
ahora o después, se puede ser susceptible ante la falta de urbanidad que tanto
disfrutan algunos. No es de dudar tampoco que el pequeño que hoy ve el actuar
"ligero" de sus padres, mañana pague con su experiencia y su vida
misma . . . el infierno tropical del pantano, que nos esmeramos en construir.
1 comentarios:
Creo que es indispensable que tomemos conciencia de la responsabilidad que debemos tener tanto peatones como conductores.
Una de las primeras acciones que deben emprender nuestras autoridades es sincronizar los semáforos, porque de nada sirve para quienes esperamos en un cruce el verde, y a la cuadra siguiente apenas esté cambiando de rojo a verde, etc, esos y otros casos hacen caótico el tráfico en la ciudad.
En las grandes ciudades vemos que las avenidas que van cambiando el color de los semáforos de manera ordenada, o de manera sincronizada.
Se necesita que quienes estén a cargo de reparar los semáforos sean verdaderamente profesionales en la materia y no gente improvisada.
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