De casos de Bullying y muertes innecesarias.
En el
convulsionado mundo nuestro de cada día, dos acontecimientos han alcanzado a
perturbar la paz ficticia de la que se hace alarde a diario. En ambos casos la
indignación suena unánime y todo mundo desea -otra vez- una investigación a
fondo de los hechos y castigos ejemplares.
Claro que los
casos no son únicos. Tan no lo son que parecen reediciones de acontecimientos
del ayer con nuevos infortunados actores.
Y es que pese a
su reciente definición, es un hecho que el bullying ha existido desde hace décadas
en sociedades como la mexicana, marcando la vida de quienes han tenido el
infortunio de sufrirlo. Así, lo sucedido en una escuela de Hermosillo Sonora entre un niño y una niña de sexto grado, tristemente no es otra cosa que una raya
más al tigre, un ejemplo de que las políticas públicas -de prevención en este
caso- y las familiares -en pos de una cultura de la igualdad- suelen quedarse
cortas ante la realidad.
Lo es porque a
pesar de que la definición llame siempre a la reflexión, en los hechos el mal
pocas veces es atendido como se debe, integralmente. Es más, da la impresión de
que la mayoría de los "operativos" echados a andar apuntan a la
reacción ante algo ya ocurrido, en vez de tratar de evitar desaguisados.
Presenciar
ampliamente una escena como la exhibida gracias a las redes sociales, en la que
la fuerza se impone más tarde que temprano; donde amén de lo que haya generado
el problema, se observan dejos de coraje hacia la menor involucrada por el solo
hecho de ser mujer y de un lugar de origen distinto, pone los pelos de punta y
encabritan a más de uno.
Es para decirlo
de otra manera, el "antecedente escolar" de un posible "maestro
del feminicidio", pues aunque suene exagerado solo le faltó quitarle la
vida a la menor para que el infractor se convirtiera en ello. Que aquella
"solo" se haya desmayado le evitó al protagonista ganarse tan trágico
título.
Se entiende
también que cuando se es inmaduro -como se es a los 12 años- podría no
comprenderse totalmente los alcances de las diferencias físicas entre mujeres y
hombres, pero asegurar a bote pronto que el agresor padece un "daño psicológico"
parece más un intento de las autoridades por salirse rápido del conflicto, que
una respuesta seria para un asunto serio.
Como es de
suponerse, lo que quedará aquí como alternativa para los afectados es olvidar,
hacer como que nada pasó, amén de que la familia anunció que volverá a Jalisco,
quizás rogando no volver a vivir una escena como esta y que nadie se tope con
el chaval sonorense suspendido 3 días de sus actividades académicas -en plena
recta final del ciclo escolar- e impedido para acudir… a la fiesta de graduación.
A todo esto
alguna coincidencia presenta el caso en comento con el del multihomicidio ocurrido en Ixtacomitán en últimas horas. Por un lado sucede que las víctimas
vuelven a ser mujeres, aunque en este suceso fueron 3, incluida una bebé de 4
meses.
¿Que si el móvil
simplemente fue el robo o hubo algo más? La autoridad tendrá que desarrollar
sus escenarios y concluir, ojalá a la brevedad.
Lo que no puede
pasarse por alto aquí es el vigente reflejo de la descomposición social, esa
que mueve a algunos a hacerse de cosas materiales, de soluciones rápidas a como
de lugar, incluso pasando por encima del derecho máximo de todos: La vida.
¿Qué razones
pudieron tener los responsables de los homicidios para acabar con el porvenir
de una criatura de 3 meses, indefensa y esperanza de una familia? ¿Qué pudo
motivarlos a una bajeza que termina por deshumanizar cualquier idea?
Es cierto que de
tragedias como estas, pocas cosas podrían parecer rescatables. Empero en la
coincidencia de que a nadie le gustaría ser víctima de semejante atrocidad,
valdría la pena -lejos de la retórica- dejar a un lado a la sociedad poco
solidaria en la que se vive ahora. Esa que solo se declara consternada cuando
el "niño se ahogó" pero que se muestra indolente ante cualquier otra
necesidad, incluida la seguridad de las familias.
Ante la
ineficacia de todo un sistema, mantenerse cada quien en lo suyo, parece no ser
una solución.
Eso sí, pobres
de los condenados aún prófugos de la justicia. Olvidaron o no conocieron la
simple pero compleja máxima aquella de: "Si no quieres tener problemas, no
te metas… en ellos".
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