El PLED. (Previo a...)
Hugo Triano Gómez.
Como se sabe, el Plan Estatal de
Desarrollo es el proyecto más importante que puede tener una entidad federativa
dentro de los parámetros del ejercicio de la administración pública.
En él se ventilan las intenciones, las
aspiraciones y las posibilidades del Estado ante la realidad de la que se
parta. Es un documento ejecutivo -rector- que traza objetivos, que dispone
acciones, que plantea requisitos para alcanzar las metas.
Es en síntesis, el corazón del sexenio
gubernamental. Debe ser un reflejo de lo que se prometió en campaña, un esbozo
de congruencia, algo alcanzable no sueños guajiros.
Corre el riesgo sin embargo de ser todo
lo que no se desea para un proyecto. Desde un catálogo de buenas intenciones,
pasando por un ejemplo de demagogia hasta llegar a ser un reflejo de que en el
ejercicio del poder los hombres cambian.
Es tan solo cuestión de revisar los
proyectos trazados en los últimos 20 años en suelo tabasqueño –o un poco más-
para darse cuenta de la cantidad de promesas incumplidas, de expectativas no
cubiertas, de la falta de aptitud y de actitud de los involucrados que hicieron
perder a los gobiernos en turno, su oportunidad de hacer y pasar a la historia.
Por ello quizás no debería sorprender
que en el PLED de la administración Núñez aparezcan ideas añejas, dotadas por
lo menos de una dosis de modernidad.
La perfección debe estar reñida con “el plan maestro”, a lo más que puede
aspirar es a la viabilidad y a tener la puerta abierta –siempre- para corregir
lo que haya que corregir.
Nadie puede –o debe- casarse
literalmente con el PLED por el solo hecho de que se reconozca importante, ni
siquiera quienes hayan incidido en su elaboración así se digan y sean
representantes auténticos de la sociedad, menos quien lo presentará. El bien general
por encima del particular es el que le aportará su verdadero valor.
En Tabasco tradicionalmente, el día de
la presentación se ha tornado muy parecido al extinto día del presidente, que
en su momento aglutinó todas las miradas de quienes ni deseaban parpadear “centrados mágica y unánimemente” en el
protagonista. Obligación de todos los que aspiran a un mejor estado de cosas es
escuchar y razonar sobre lo que ahí se proponga, conocer las expectativas para
con el lugar donde tocó vivir. De nada le servirá al proyecto ser adulado “porque sí” por una manada de focas.
Del Plan Estatal de Desarrollo del
primer gobierno perredista en la historia local, es comprensible esperar
novedades, cambios de giro, anuncios de peso y de fondo. Nadie más que los
presentadores serán culpables de las decepciones… si se presentan.
Arturo Núñez podría además no perder la
oportunidad y ventilar nuevos mensajes políticos en función de los
convulsionados tiempos presentes. Cuidado deberá tener sin embargo en aras de
mantener el equilibrio.
La nota especial seguramente será
generada por la presencia en el evento de aquellos que olvidando su pasado
reciente y por haber tomado “decisiones a
tiempo” se montaron en el carro del “ansiado
cambio”, mostrándose, sintiéndose ajenos y distantes de cualquier
responsabilidad. No importando que en efecto, hayan sido factores determinantes
a la hora de tomar decisiones.
Resta decir que aunque ello sea
común no significa que sea bueno; más
bien será un nuevo ejemplo de que en la política pantanera sigue aplicando la “básica” teoría del “viva el rey… muera el rey”.
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