2015: El Morelismo Mexicano.

Posted on 12:33 by Hugo Triano Gomez | 0 comentarios


Hugo Triano Gómez. 




Rendir homenaje conlleva responsabilidades. Si no hay acción y solo membrete, el intento de reconocer algo o a alguien, se torna infructuoso. 
México como cada año ha dedicado el calendario que recién comienza a alguien destacado. En este caso a uno de sus más legítimos y auténticos héroes, al Siervo de la Nación: A José María Morelos y Pavón. Dicho en otros términos, los encargados de la administración del país han puesto la mira muy alta. Pensando en positivo habría que decir, que bueno sería para el “pobre” México hacer efectiva la reverencia.
Pero ¿tiene el territorio heredero de la Nueva España posibilidades reales de ajustar su camino, su conducta, respecto de los ideales de quien inspiró el nombre de un estado y una de las ciudades más importantes de la nación? ¿Es válido pensar en esa idea “purista” en el México moderno?
De entrada, Morelos se pronunció desde el principio por la república, que a ojos de todos y pese a sus numerosas vicisitudes sigue siendo la “mejor manera” de organizar al Estado. Pocos piensan ahora en el “derecho lícito de reconquistarse -que tiene un reino- cuando un rey es gravoso en sus leyes”, que plasmó el considerado documento político más importante de la época: Los sentimientos de la Nación. A lo más que se aspira hoy es a la alternancia de personajes, de siglas, de corrientes, aunque con las mismas estructuras… esas que dan fundamentalmente resultados a los que las integran -en uno y otro bando-.  
La diferencia entre lo planteado en el origen de la nación y la escena vista más de 200 años después, se hace notar cuando se habla de que “la dotación de los vocales" -en aquella época- sería una "congrua suficiente y no superflua”. Abundan, sobran, los casos en México de “autoridades” -que serían los vocales de hoy- asegurando su futuro en 3, 6 o los años que se les puedan contar en el ejercicio público y que las más de las veces no retribuyen los emolumentos con la eficacia que corresponde.
Es posible entender, por otro lado, que en los tiempos de Morelos, la duda respecto de los extranjeros adoptara un carácter extremo en la nueva nación. La guerra misma suena a razón. La condicionante para su permanencia era que fueran capaces de instruir en la materia artesanal y que estuvieran libres de toda sospecha. Hoy, sin confundir exigencias con fobias, basta  tener dólares, relaciones e intereses para ser bienvenido en México. Después de todo, la sospecha es para los hombres del poder eso … y nada más.
En el olvido yace también aquella máxima del “Morelismo” de diferenciar a los mexicanos por sus virtudes y vicios. Aquí no siempre el que vale, puede. Es más, parece predominar que el que puede -bajo el método que sea- es el que verdaderamente vale. Las nuevas modalidades de esclavitud y discriminación -a las que se opusieron Morelos y muchos más- hacen parecer toda la ingeniería constitucional desarrollada en tantos años como pasos cortos, gracias en gran medida a la impunidad, prima hermana de la corrupción.
Desde el principio, los padres de la patria soñaban con que las leyes del congreso “obligaran” a la constancia y al patriotismo, que moderaran la opulencia y la indigencia, que se aumentara el jornal del pobre; que mejoraran sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto. La realidad apunta a la antítesis, a la imposición de la rendición, a mantener la idea del ser mundial, a que tener es lo primero y lo último valiéndose de todo lo posible. La vacilada de intento truncado de aumentar los salarios mínimos a cientos de pesos y la imparable inflación -más la ignorancia inducida- hacen “tarea poco viable” extinguir la indigencia, la rapiña y el hurto, no se diga mejorar las costumbres.
Con ese caldo de cultivo es real que ni en el mediano ni en el corto plazo la “igualdad” de la sociedad se hará presente. ¿Para qué engañarse? Ni las jornadas de trabajo se reducirán, ni desaparecerán las alcabalas modernas cada vez más demandadas por la hacienda nacional. 
¿Escena triste? Sin duda. Aunque más es que la buena administración de los bienes siga flotando en el sueño del imaginario colectivo. Que estos -los sueños- sigan en el rincón, en el calce superior derecho de los documentos oficiales, de esos que firman quienes se dicen, se creen y se sienten más papistas.. que el papa. 

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