2015: El Morelismo Mexicano.
Hugo Triano Gómez.
Rendir homenaje conlleva responsabilidades. Si
no hay acción y solo membrete, el intento de reconocer algo o a alguien, se
torna infructuoso.
México como cada año ha dedicado el calendario
que recién comienza a alguien destacado. En este caso a uno de sus más legítimos
y auténticos héroes, al Siervo de la Nación: A José María Morelos y Pavón.
Dicho en otros términos, los encargados de la administración del país han
puesto la mira muy alta. Pensando en positivo habría que decir, que bueno sería
para el “pobre” México hacer efectiva la reverencia.
Pero ¿tiene el territorio heredero de la Nueva
España posibilidades reales de ajustar su camino, su conducta, respecto de los
ideales de quien inspiró el nombre de un estado y una de las ciudades más
importantes de la nación? ¿Es válido pensar en esa idea “purista” en el
México moderno?
De entrada, Morelos se pronunció desde el
principio por la república, que a ojos de todos y pese a sus numerosas
vicisitudes sigue siendo la “mejor manera” de organizar al Estado. Pocos
piensan ahora en el “derecho lícito de reconquistarse -que tiene un
reino- cuando un rey es gravoso en sus leyes”, que plasmó el considerado
documento político más importante de la época: Los sentimientos de la
Nación. A lo más que se aspira hoy es a la alternancia de personajes, de
siglas, de corrientes, aunque con las mismas estructuras… esas que dan fundamentalmente resultados a los que las integran -en uno y otro bando-.
La diferencia entre lo planteado en el origen
de la nación y la escena vista más de 200 años después, se hace notar
cuando se habla de que “la dotación de los vocales" -en aquella época- sería
una "congrua suficiente y no superflua”. Abundan, sobran, los casos en
México de “autoridades” -que serían los vocales de hoy- asegurando su
futuro en 3, 6 o los años que se les puedan contar en el ejercicio
público y que las más de las veces no retribuyen los emolumentos con la
eficacia que corresponde.
Es posible entender, por otro lado, que en los tiempos de
Morelos, la duda respecto de los extranjeros adoptara un carácter extremo en la
nueva nación. La guerra misma suena a razón. La condicionante para su
permanencia era que fueran capaces de instruir en la materia artesanal y que
estuvieran libres de toda sospecha. Hoy, sin confundir exigencias con fobias,
basta tener dólares, relaciones e intereses para ser bienvenido en
México. Después de todo, la sospecha es para los hombres del poder eso … y nada
más.
En el olvido yace también aquella máxima del
“Morelismo” de diferenciar a los mexicanos por sus virtudes y vicios. Aquí no
siempre el que vale, puede. Es más, parece predominar que el que puede -bajo el
método que sea- es el que verdaderamente vale. Las nuevas modalidades de
esclavitud y discriminación -a las que se opusieron Morelos y muchos más- hacen
parecer toda la ingeniería constitucional desarrollada en tantos años como
pasos cortos, gracias en gran medida a la impunidad, prima hermana de la
corrupción.
Desde el principio, los padres de la patria
soñaban con que las leyes del congreso “obligaran” a la constancia y al
patriotismo, que moderaran la opulencia y la indigencia, que se aumentara el
jornal del pobre; que mejoraran sus costumbres, alejando la ignorancia, la
rapiña y el hurto. La realidad apunta a la antítesis, a la imposición de la
rendición, a mantener la idea del ser mundial, a que tener es lo primero y lo
último valiéndose de todo lo posible. La vacilada de intento truncado de
aumentar los salarios mínimos a cientos de pesos y la imparable inflación -más
la ignorancia inducida- hacen “tarea poco viable” extinguir la
indigencia, la rapiña y el hurto, no se diga mejorar las costumbres.
Con ese caldo de cultivo es real que ni en el
mediano ni en el corto plazo la “igualdad” de la sociedad se hará
presente. ¿Para qué engañarse? Ni las jornadas de trabajo se reducirán, ni
desaparecerán las alcabalas modernas cada vez más demandadas por la hacienda
nacional.
¿Escena triste? Sin duda. Aunque más es que la buena administración de los bienes siga flotando en el sueño del imaginario colectivo. Que estos -los sueños- sigan en el rincón, en el calce superior derecho de los documentos
oficiales, de esos que firman quienes se dicen, se creen y se sienten más papistas.. que el
papa.
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