México vive una etapa difícil en su historia. En el marco de los ya famosos Bicentenario y Centenario de la Independencia y la revolución, respectivamente, el país enfrenta una situación complicada que inició con la llamada “lucha contra el narco”, pasa por la crisis económica, atraviesa la falta de valores en la sociedad y es aderezada con cientos de pequeños problemas particulares como la pobrez, la corrupción y demás.

Sin embargo, a la mitad de junio todo ello se fue al caño, incluso se olvidó la conocida crítica que el técnico del seleccionado nacional Javier Aguirre le hizo en una cadena española al país, justamente haciéndole honor a su alias de “vasco”, sonando más como extranjero que como un connacinoal. Todo se dejó a un lado, o por lo menos se pospuso, por una serie de encuentros que la representación mexicana tiene en la justa mundialista de Sudáfrica.

Es sorprendente ver cómo al día de hoy, todo es esperanza y felicidad vestida de verde, blanco y rojo. Cómo hasta en las redes sociales se desbordan los buenos deseos para los 11 jugadores que a miles de kilómetros, buscarán patear la conocida “Jabulani” al interior de la meta contraria. Actualmente, todo es color de rosa. Cuahutémoc Blanco es la figura nacional, es el ídolo de miles, lo comparan con los dioses sólo por anotar un penal en un encuentro.

Extrañamente, sus constantes episodios de indisciplina en los que el “temo” ha llegado a golpear periodistas, insultar y romper las órdenes de los entrenadores, han sido borrados de la mente del colectivo. Incluso, hasta las mujeres que son especialistas en cazar infieles le han perdonado su “estilo” de vida como casanova. México y su representación futbolista, aparentemente han saciado el hambre de la sociedad con tan solo dos goles en un partido, pues la mayoría de las personas ha logrado borrar el penoso debut ante Sudáfrica, que aunque muchos se negaron a ver, le complicó su pase. (A la segunda ronda).

Esta es la ilusión que vive el país y que de acuerdo a las estadísticas históricas podría concluir la próxima semana en los octavos de final, el límite al que ha llegado México siempre. Hay voces que hoy están pidiendo que dicho partido sea con cualquier otro del grupo B menos Argentina (opinión que ya ha externado el mismo Aguirre), sin embargo, limitar las aspiraciones de México a las probabilidades de terceros es tan mediocre como conformarse con el décimo segundo lugar que comúnmente le achacan al país tras la competencia. No querer enfrentarse a una de las mejores escuadras ahora, sería como ignorar que se está compitiendo en un evento internacional al que sólo llegaron los mejores.

La selección no está para medias aspiraciones y mucho menos para escenarios simples que concluyan tristemente con caídas brutales como la maldición de los penales del 94 o la caída ante los gringos hace 8 años.

La playera negra, ahora oficial de la selección debe lucir como el elegante atuendo con el que México se convierta en potencia en el mundial y no para conmemorar el tradicional luto nacional que sufrimos cada cuatro años. Quien se conforme con no trascender y no exigir ese paso de más, desde ahora ya perdió el mundial y su festejo de mañana martes será una simple ilusión.