Ciberpolítica: Decisiones Juveniles.
Flor de líz Pérez Morales.
Cuando vimos las películas de
Metrópolis (1927) de Frintz Lang, Odisea 2001, Odisea del espacio (1968) de
Staley Kubrick y Blane Runner (1982) de Ridley Scott, difícilmente hubiéramos
pensado, ni en nuestros imaginarios más audaces, el desarrollo tecnológico
de nuestros días. Lo cierto es que la tecnología ha avanzado a pasos
acelerados, tanto, que difícilmente la velocidad con la transita socialmente
hace pensar con mucho acierto sobre ella.
El experto en tecnologías y
particularmente en redes sociales, Paul Virilio, plantea alrededor del
cibermundo una humanidad unida, pero también reducida a la uniformidad, donde
la velocidad va ligada al poder y éste a la riqueza, y por ende se convierte en
una amenaza tiránica.
Justamente este planeamiento es el que
conduce la reflexión en relación al papel que jugarán las redes sociales en los
procesos de elección que próximamente se vivirán en Tabasco; sin embargo,
muchos de los candidatos están desde hace mucho colocando su protagonismo en
las redes sociales. En esta revisión de imagen pública, donde la apuesta de lo
democrático se avala en la verticalidad y no necesariamente en la
horizontalidad de los fenómenos, es decir, los candidatos están planteando una
comunicación veloz, de repuesta rápida, pero no de participación social, las
redes sociales se adueñan de un espacio que puede definir el rumbo de lo que
muchos no se atrevan a predecir.
Los mercadólogos y estrategas
políticos se rasgan las vestiduras y se lanzan sobre los jóvenes; están
considerando que un alto porcentaje de votos proviene de esta comunidad de
tabasqueños, todos asociados a la tecnología, por lo que las dinámicas actuales
transitan informativamente en el ciberespacio. El asunto podría verse con suma
facilidad si no se analiza profundamente. Incrédulos ante los valores políticos
actuales ¿cómo puede medirse la decisión de un joven tabasqueño
frente al voto?
La decisión de un joven votante puede
ser vista con miradas, como la de Gilles Lipovetsky, donde la superficialidaddel sujeto, ávido de triunfos deportivos o del espectáculo, se desliza en la
indiferencia relajada, lo que lo hace poco interesado en la realización de la
esfera íntima. Ésta es una generación de jóvenes votantes asociada a la
ausencia de disciplina y del laicismo, protagonista del individualismo,
consumismo y hedonismo, creyentes de las tecnologías pero sin la herencia de
sus padres o abuelos que la dotara de un proyecto histórico movilizador.
Hablamos entonces de un joven sin ideología, justo ahí está la presa fácil de
los mercadólogos: El votante cautivo fácil de atrapar. Pudiéramos entonces
esperar el convencimiento fácil, el de la inercia, ese que lleva al “placer de
la nada”, decisiones en el vacío, la de un sujeto en la frivolidad del
espectáculo y la moda, como lo reflexiona Lipovetsky.
Pero también se pudiera esperar una
decisión que se haga responsable y considere la historia política vivida, la
formación en la educación, la experiencia social, económica, laboral y
evidentemente la proyección de escenarios utópicos cuya esperanza se demande y
decida en relación a las propuestas políticas.
Hablamos en este sentido de un joven
desconfiado de los procesos políticos, que mira en la redes la superficialidad
de los fenómenos, pero también es capaz de pensar en un compromiso político
asumido.
En una realidad como la nuestra, donde
los candidatos a elección popular se sumergen en el tratamiento de un joven
votante que no razona su comportamiento político, las estrategias también se
vuelcan de esa manera. Poco han pensado que en redes la complejidad de las
relaciones se da de en otros cauces; los pensamientos se replican y se
multiplican silenciosamente, al estilo de las réplicas de Blade Runner, de
forma intermitente, creíble en un instante e inverosímil al otro, de ligas y
enlaces en velocidades inmediatas que hacen búsquedas multimedia (videos,
audios, medios masivos, buscadores, etc.) que aseguran lo verdadero o falso de
los discursos que recorren la red. Todavía falta por entender que mucho de lo
confiable en los chavos se da solo si una imagen de valor social ante los
jóvenes recomienda tales discursos; desde este ángulo ¿quién entonces
recomienda a los políticos en sus campañas?
Es claro que estamos frente a otro
lenguaje político, uno donde los jóvenes tienen mecanismos de comunicación
menos ortodoxos que en los medios masivos tradicionales, donde se apuesta a ser
leído por los “otros”, que son muchos, lo que se convierte en el escenario de
enlace vertiginoso de poder, y por tanto de “riqueza”. Estamos pues ante
escenarios donde sólo aquellos que entiendan la dinámica de los chavos y su
forma de conducirse en redes sociales propugnarán por ofrecimientos que los
lleven a alcanzar los triunfos políticos. Lo que es innegable es que las
elecciones ya se están decidiendo, por mucho, en el ciberespacio.