Día mundial del libro: Amor y esperanza.
Marilú Aké Vázquez.
Para quien ama
los libros, no solo el sentido de la vista es suficiente, se requiere del tacto
y el olfato. Oler la tinta impresa de un libro nuevo y sentir el pasar de las
hojas es una sensación placentera que se prolonga al revisar el índice y hasta
leer la última frase de la publicación.
Esta
percepción me ha tocado verla en
mi sobrino de 11 años, a quien trato de inculcarle el hábito de la lectura (con
éxito hasta el momento). Es agradable observar cuando le llevo un libro nuevo,
como lo toma en sus manos y antes de hojearlo lo lleva hasta su nariz. Trato de
llamarle la atención pero como respuesta recibo un: “tía es que huele bien.” Yo agregaría “se siente bien” saber que sí es posible
lograr que los niños amen los libros, incluso antes de aprender a leer. Ejemplo
de ello, son mis otras dos sobrinas de 4 y 7 años a quienes desde más pequeñas
sus padres habituaron a esperar la lectura cada noche. La menor aún no lee pero
sí platica lo que escucha y sabe las historias que se desarrollan en cada libro
que le han leído. Recuerdo que este “amor” a leer nació al ver en mi casa un estante
lleno de libros, pero no como parte de la decoración sino al ser la compilación
de las lecturas que habían hecho mis abuelos, padres y tíos. Nunca hubo el
condicionamiento a leer, simplemente el hábito de verlos leer la Biblia, revistas, periódicos,
literatura y toda serie de publicaciones orilló a que de manera natural el
proceso se diera. Por ello he de sostener que es en casa, no en la escuela, en
donde se fomenta la lectura. Comparto la frase publicitaria “de la vista
nace el amor”,
no hay necesidad de “obligar” pues cuando uno se inicia en este mundo es
imposible detenerse.
La imaginación
es la otra gran aliada para lograr toda clase de sentimientos. No solo se debe
leer para “aprender” también para sonreír, reír, llorar, sufrir con la compañía de
aquellos seres extraños al principio y cercanos al final. La lectura abre las
puertas del mundo que uno se atreva a imaginar. Independientemente del género,
siempre es satisfactorio llegar a la última página sabiendo que dedicar algunos
minutos u horas al día a aquel libro, valió la pena para agregar una
experiencia que se podrá aplicar en algún momento de la vida, tener un tema más
de conversación.
La tecnología
quizás ha logrado que las personas lean más sin proponérselo. Al estar
conectados a la Internet y en las redes sociales a cada momento se lee, ahora
falta llevar este hábito hasta las páginas de un libro. Es deseable que las
autoridades (educativas y/o gubernamentales) propongan, organicen y fomenten
programas dedicados al fomento de la lectura, pero no como parte de un proyecto
de administración. En primer lugar, quienes lleven a cabo esta tarea deben ser “amantes
de la lectura”
no burócratas, se debe cubrir la falta de iniciativa en el hogar llevando a la
escuela la obligatoriedad de la lectura tanto en alumnos como en padres, pero
no la de los libros de texto sino de literatura, crónica, algo que estimule a
las personas. Facilitar el acceso a los libros.
En una reciente
visita a San Cristóbal de las Casas, Chiapas y pese a no ser el “día mundial
del libro”
se estaba realizando una feria del libro; lecturas en el parque público y hasta
hubo una tienda de ropa en la que los libros ocupaban un rincón con un cartel
que rezaba “no se venden, se intercambian.” Percibí como parte de una
realidad muy cercana lo que se plasma en el libro Fahrenheit 451, donde los bomberos tienen
la misión de quemar libros porque según el gobierno, leer impide ser felices
porque llena de angustia.
Al leer –plantea
la lectura- los hombres empiezan a ser diferentes cuando deben ser iguales. El
objetivo de ese gobierno es que los ciudadanos sean felices, pero para que no
cuestionen sus acciones y los ciudadanos sigan… en sus labores. Así que los
invito a leer, recuerden que la lectura es como vivir una eternidad, mientras
más lees… más tiempo vives.
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