Día mundial del libro: Amor y esperanza.

Posted on 11:36 by Hugo Triano Gomez | 0 comentarios

 
Marilú Aké Vázquez.
 

 Para quien ama los libros, no solo el sentido de la vista es suficiente, se requiere del tacto y el olfato. Oler la tinta impresa de un libro nuevo y sentir el pasar de las hojas es una sensación placentera que se prolonga al revisar el índice y hasta leer la última frase de la publicación.
Esta percepción  me ha tocado verla en mi sobrino de 11 años, a quien trato de inculcarle el hábito de la lectura (con éxito hasta el momento). Es agradable observar cuando le llevo un libro nuevo, como lo toma en sus manos y antes de hojearlo lo lleva hasta su nariz. Trato de llamarle la atención pero como respuesta recibo un: “tía es que huele bien.”  Yo agregaría “se siente bien” saber que sí es posible lograr que los niños amen los libros, incluso antes de aprender a leer. Ejemplo de ello, son mis otras dos sobrinas de 4 y 7 años a quienes desde más pequeñas sus padres habituaron a esperar la lectura cada noche. La menor aún no lee pero sí platica lo que escucha y sabe las historias que se desarrollan en cada libro que le han leído. Recuerdo que este “amor” a leer nació al ver en mi casa un estante lleno de libros, pero no como parte de la decoración sino al ser la compilación de las lecturas que habían hecho mis abuelos, padres y tíos. Nunca hubo el condicionamiento a leer, simplemente el hábito de verlos leer la Biblia, revistas, periódicos, literatura y toda serie de publicaciones orilló a que de manera natural el proceso se diera. Por ello he de sostener que es en casa, no en la escuela, en donde se fomenta la lectura. Comparto la frase publicitaria “de la vista nace el amor”, no hay necesidad de “obligar” pues cuando uno se inicia en este mundo es imposible detenerse.
La imaginación es la otra gran aliada para lograr toda clase de sentimientos. No solo se debe leer para “aprender” también para sonreír, reír, llorar, sufrir con la compañía de aquellos seres extraños al principio y cercanos al final. La lectura abre las puertas del mundo que uno se atreva a imaginar. Independientemente del género, siempre es satisfactorio llegar a la última página sabiendo que dedicar algunos minutos u horas al día a aquel libro, valió la pena para agregar una experiencia que se podrá aplicar en algún momento de la vida, tener un tema más de conversación.
La tecnología quizás ha logrado que las personas lean más sin proponérselo. Al estar conectados a la Internet y en las redes sociales a cada momento se lee, ahora falta llevar este hábito hasta las páginas de un libro. Es deseable que las autoridades (educativas y/o gubernamentales) propongan, organicen y fomenten programas dedicados al fomento de la lectura, pero no como parte de un proyecto de administración. En primer lugar, quienes lleven a cabo esta tarea deben ser “amantes de la lectura” no burócratas, se debe cubrir la falta de iniciativa en el hogar llevando a la escuela la obligatoriedad de la lectura tanto en alumnos como en padres, pero no la de los libros de texto sino de literatura, crónica, algo que estimule a las personas. Facilitar el acceso a los libros.
En una reciente visita a San Cristóbal de las Casas, Chiapas y pese a no ser el “día mundial del libro” se estaba realizando una feria del libro; lecturas en el parque público y hasta hubo una tienda de ropa en la que los libros ocupaban un rincón con un cartel que rezaba “no se venden, se intercambian.” Percibí como parte de una realidad muy cercana lo que se plasma en el libro Fahrenheit 451, donde los bomberos tienen la misión de quemar libros porque según el gobierno, leer impide ser felices porque llena de angustia.
Al leer –plantea la lectura- los hombres empiezan a ser diferentes cuando deben ser iguales. El objetivo de ese gobierno es que los ciudadanos sean felices, pero para que no cuestionen sus acciones y los ciudadanos sigan… en sus labores. Así que los invito a leer, recuerden que la lectura es como vivir una eternidad, mientras más lees… más tiempo vives.

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