Sucesión 2012: De espejismos, campañas y gobiernos de mayoría.
Hugo Triano Gómez.
El
inicio de algo, supone expectativas, deseos, esperanzas. En política –y más en
nuestro país- el comienzo de las
campañas electorales hace más de una semana, debe sumar exigencias,
considerando que el fin de la actividad es atender los asuntos “preocupación de un pueblo” y “ofrecer” alternativas para resolverlas.
En
México se afirma, cada vez más hay una sociedad pujante, preparada, informada. La
lógica indica que ello sería determinante para elegir el mejor gobierno posible;
que las referidas cualidades en la sociedad serían suficientes para impedir que
en el ejercicio del poder, la clase política siga sobrellevando el estado de
cosas que prevalece y se critica. Desafortunadamente ninguna de las variables
descritas es cercana a la realidad.
Por
un lado es discutible el grado de madurez real de la sociedad mexicana que sopesa
aún cuando se niegue, elementos intrascendentes como la “guapura” a la hora de elegir al mejor gobernante. Por el otro, es
digna de la reflexión la mágica jugada del sistema político, que sin renovarse de fondo, exhibe a los
aspirantes de hoy como los “nuevos
elementos” de su granja, siendo que forman parte de la misma “escuela” añeja que ha dado -para bien y
para mal- los resultados a la vista, incluida la parálisis y la desorganización
en los diversos ámbitos de la vida social.
Con
todo esto, el tiempo de campañas es y será un espejismo en el que de nuevo
deberían suceder cosas y ocurrirán otras. No hay empacho en decirlo, pues el
equívoco de esta hipótesis es hasta deseado, en el entendido de que haría “ganar” a México.
Pero
de nuevo lo haría ganar parcialmente, pues hablaría si acaso de una clase
política activa en el mejor sentido –y no tradicionalista- de la palabra; una
que después de tantos años justificaría lo grande o pequeño de sus propuestas;
una que poniendo a conjugar a los verbos, finalmente diría cómo pretende hacer tal o cual cosa.
Que
sea un espejismo tampoco quiere decir que no valga la pena. También puede darse
el caso de la aparición de propuestas de fondo, cuya conveniencia el electorado ignorante no alcance a
distinguir y termine por inclinar el voto fundado en ideas superfluas, mínimas
y hasta irrazonables como las ya comentadas.
Como
sea, es cierto que en adelante se escuchará por todo México la palabra “cambio” al por mayor. El cambio lo
suponen todos, es para un beneficio. Pensar bajo qué premisas se logrará, nos
acercarán al cómo tan deseado.
Con
esa sola circunstancia puede ser posible descubrir al candidato falto de
imaginación y talento, al de poco talente o el de mínimas agallas; encontrar a
quien pueda considerarse en realidad serio y de ideas viables; a quien en
verdad sea posible considerar una alternativa o más de lo mismo.
Lo
que el común tiene que entender también es que escoger “nuevo Presidente” no le garantizará a México “re-insertarse en el desarrollo”, “Cambiar”, “mejorar”. El
próximo titular del Ejecutivo como nunca ha pasado, no va a generar por decreto
los empleos que se requieren, ni a detener los índices inflacionarios, ni a mejorar
la educación. Puede tomar e impulsar decisiones tendientes a ello pero
requerirá de una mayoría legislativa
afín como la que tampoco ha imperado en los últimos años.
Lo
contrario será solo rubricar un nuevo episodio de bloqueos a proyectos
pendientes y a los “novedosos” que
puedan surgir; volver a pisar los terrenos del tiempo perdido. Un gobierno de mayoría para el futuro inmediato, si
bien sonaría a riesgo, pondría también en tal condición a la clase política predominante, que tendría
que asumirlo por fin sin compartir culpas. Como antes, pero con los signos de
la modernidad, signos –esos sí- capaces de levantar ahora mayores críticas y de
poner a cada quien… en su lugar.
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