Paisajes de mujeres de ficción.
Flor de Líz Pérez Morales.
De que llegan las reflexiones sin querer, llegan.
Sin duda estas vacaciones no dieron descanso al cerebro y lo pusieron a
trabajar al momento de que las lecturas de algunos textos pasaron ante mis ojos
de la manera más inesperada, justo
cuando sólo quería allegarme al infinito descanso de no pensar en nada; sin
embargo no ocurrió así, y los libros y el cine visto en este periodo dejaron
inquieto a un cerebro que burbujeaba por salir en palabras. He aquí las
cavilaciones otorgadas con licencias vacacionales.
Como es una costumbre, uno planea una lista de
libros por leer, que nunca se concluye, o por lo menos ese es mi caso. Dos de
esos libros, de los tres leídos en este tiempo, y una película que no estaba en
mis planes, rinden cuenta para exponer lo escrito aquí. Los tres textos brindan
pues las razones para esta revisión improvisada que sale a la luz, pues
coincidentemente los tres textos fundan la mirada en los personajes de mujeres
de ficción que sin buscarlo captaron mi atención.
Xavier Velasco, con su novela Diablo Guardián,
ganadora del premio Alfaguara, tenía ya un rato esperándome. Por fin lo
leí. El libro sin mayor aspaviento no me deslumbró tanto como había imaginado,
pues su narración se hace excesiva, en momentos, cargada, atiborrada de
detalles que no se sostienen, tanto que en
muchos de los episodios la lectura se cae. Sin embargo, el personaje de
Violeta, en el cual se centra la historia,
tiene algo qué decir. Drogadicta y puta, Violeta va construyendo su propia decadencia, sin que ella misma la
entienda. La joven que lleva la historia es pura acción, no hay sentidos que la
guíen; sin mucha lógica el personaje no encuentra una seducción clara de su
actuar, la naturaleza de la cual la dota su autor camina en el pecado, en lo atrevido y amoral, en la
línea de “lo que no se debe de hacer pero
se hace”, parecería entonces que eso
es lo atractivo del relato, pero finalmente no es así. El asunto es que Violeta no tiene rumbo.
Por el contrario, en la novela del brasileño Jorge
Amado, Gabriela, clavo y canela,
una de sus mujeres es verdaderamente provocadora. El texto narra la
cotidianidad del pueblo de Ilhéus, justo donde aparece Gabriela, personaje de
naturaleza seductora, que ahonda en un actuar que se deja llevar por su sentido
de libertad, es decir, la joven mulata se encamina en la ingenuidad de amar sólo
en el goce de la libertad, para comportarse en la convicción de pensar y actuar
espontáneamente. Ella es así. Como la típica novela latinoamericana, el
personaje de Jorge Amado no plantea
mayores complicaciones, pues su protagonista es simple; ella cree, ama,
confía, seduce, trabaja y piensa como una mujer de goces y placeres. Es el
cuerpo de Gabriela el que más habla, en él van todos sus planteamientos. En un
marco narrativo donde hay de todo, Jorge Amado da lecciones de política, de
atrevimientos, de poesía, de música, de historia y de cotidianidades del Brasil amante del sexo,
el baile, la comida y hasta del humor.
Finalmente, fui a ver la película Mirror, Mirror, traducida en México como
Espejito, Espejito, donde actúa Julia
Roberts; cinta que relata una versión actualizada del tradicional cuento de Blanca Nieves y los siete enanos. Es el
personaje maloso el que se torna interesante y es justamente a ése al que me
referiré. Debo confesar que no esperaba ni ver, ni hablar de una película que
no estaba en mis planes vacacionales. Lo cierto es que la malvada reina bruja
que expone la historia es verdaderamente cautivante, tanto, que ahora me llena
algunas líneas de este texto. El personaje está construido para borrar del mapa
a la pequeña Blanca Nieves -que muy poco tiene que decir en la historia- y a un príncipe bobo. La malvada reina es
mala, muy mala, tan mala que ella misma comienza su propia historia. Divertida, hermosa,
inteligente y por demás seductora, la mujer que aparece ahí hace las delicias
de los cinéfilos. En su personaje de bruja y reina malvada, Julia Roberts
redime a las mujeres inteligentes, las vuelve luchadoras y da merecimientos a
la estética femenina con una alucinante identidad de género, nada de qué
avergonzarse. Sus propósitos son firmes, cazar al mejor postor masculino, y
para eso goza de una aguda mente que la conduce por los objetivos trazados.
Los tres glorifican sus identidades, acarrean la
seducción; pero, mientras Velasco debilita a su personaje, las otras dos reinan
en sus propias debilidades, con ellas se hacen fuertes e inteligentes. Las tres
le brindan pleitesía al cuerpo, aunque de formas diferentes. Tres textos con
personajes de ficción, que develan sus historias para hacerlas significativas y
sirven para recontarlas a los demás.
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