De los riesgos del hambre en México.
Hugo Triano Gómez.
El recién conmemorado día
mundial de la alimentación, debiera ser otro de esos que sirven para
reflexionar -a fondo- y para poner -por fin- manos a la obra.
Tristemente todo quedó de nuevo en el deseo.
Y es que hablar de alimentación,
obliga a tomar con seriedad las cosas. A dejar de lado la creencia de que la
hambruna es solo parte de la ciencia ficción; que eso no pasa en el mundo
nuestro de cada día, por muy convulsionado que lo sepamos.
Hablar de la alimentación
pues, es hablar de las posibilidades de progreso no solo de
una nación, si no de una especie; de salud, de vida.
Mientras en partes del mundo tan
olvidadas como alejadas del occidente, se pelea y se muere por un
"bocado", en ésta es "inevitable" advertir el desperdicio y
peor aún, la pérdida de la conciencia respecto a la importancia de la producción.
Con un mundo afectado por el
cambio climático el panorama no parece alentador y las expectativas de que los
más fuertes problemas se vivirán a partir de 2050, no parecen lejanos en el
tiempo y en la realidad.
En tanto, México ha
desperdiciado aquí también una oportunidad y ha acumulado nuevas deudas en su
historial.
Visto desde hace mucho como una
posible potencia alimentaria, México ha decepcionado a propios y extraños
cuando poco ha hecho -desde sus "políticas públicas"- para
contrarrestar el altísimo porcentaje de importaciones alimentarias a las que ha
recurrido para dar de comer a sus habitantes.
El escenario es tan complicado
que según datos del Consejo Nacional Agropecuario, 45 por ciento, casi la mitad
de los alimentos que se emplean en el país son adquiridos del exterior, con
todo lo que ello significa. Con los problemas de calidad incluidos, no
subsanados pese a los numerosos tratados internacionales pactados.
No es fácil revertir la
tendencia predominante en el país que se ha convertido en un consumidor por
excelencia y ha dejado de ser el productor que llegó a ser algún día. ¿Quién
puede negar el poco orgullo y las insuficientes ganancias que deja en la nación,
dedicarse al agro, ser campesino?
De poco sirve vanagloriarse de
las inversiones históricas que año con año, los gobiernos -sin excepción-
pregonan, mientras situaciones como éstas no cambien. El problema es que
tampoco se ve por donde pueda venir el golpe de timón. No, si pocos en el país
se refieren ahora mismo a ello, olvidando que nada hay más importante que la
autosuficiencia.
En México por mencionar algo se
privilegió en los últimos años, con todo y que se supone hubo gobiernos
federales no populistas, la "inversión social" del gasto público
rural. En otros términos, pese a que en la última década los montos destinados
al sector se duplicaron hasta llegar a casi 300 mil millones de pesos, la mayoría
del recurso se agotó tratando de "combatir" la pobreza, de compensar
la marginación de las poblaciones... sus urgencias sociales.
Basta revisar los presupuestos
para demostrar que el "fomento productivo" es el complemento, no la
prioridad de las directrices; no importa que éste -bien llevado- pueda adoptar
matices de una solución permanente y genere condiciones de desarrollo.
Por eso no es errado decir que México
está -aquí también- a la vanguardia en montos, en presupuesto, pero rezagado en
resultados agropecuarios en su comparación con la mayoría de los países de América
Latina.
Por si a alguien no le ha
quedado claro a estas alturas, una nación incapaz de producir alimentos para su
propio consumo está en verdaderos aprietos. No hay que olvidar que el problema
del hambre redunda en más pobreza y ésta a su vez en conflictos sociales.
Conflictos que ricos y pobres, tirios y troyanos; tarde que temprano -hayan
comido o no-... padecerá.
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