El contraataque de dos pájaros.
Flor de Líz Pérez Morales.
Para Angélica y Diana.
Queridas amigas:
Sé que no pudieron asistir al
concierto de Serrat-Sabina; sus reclamos son justos y asumo la responsabilidad
en el orden que me corresponde. De todas formas sé que aún pueden disfrutarlo
en la medida en que mis palabras retornen a las imágenes guardadas en la
memoria y les traiga lo vivido.
De inicio azul en luces de neón
que abrieron el escenario del Auditorio Nacional. Azul para hacer vibrar el
alma de poetas y malditos, todos ellos escondidos en las sombras del espacio
que se llenaba de música. Sólo voces que salían del sonido, sin figuras que las
respaldaran, pero reconocidas en la multiplicidad de oídos que prendieron el
corazón para escuchar.
Todos lo sabíamos, esa era la música
que se soltaba a través de la melodía de “Hoy puede ser un gran día”. La rutina se alteró con la voz raspada de él,
“Viva México cabrones”,
después la del poeta, “Qué viva la República Mexicana”. La fiesta comenzaba con un ataque y contraataque
de esos dos pájaros para el público: Serrat-Sabina, Sabina-Serrat.
Una noche de recuerdos
inmediatos, de palabras que danzaban en los diálogos del ir y venir, como en
las viejas coplas mexicanas de lanzar fuego, ese era el contraataque, enviando
misiles a contracorriente, guerra sin cuartel en las risas, en los cálidos
anzuelos para opacar al contrario.
Uno, recordando las viejas
buhardillas y el metro de Londres, sintiéndose el maldito, cuando el maestro
Serrat ya era el maestro. El otro, reclamando que sus canciones fueran usadas
para tocar el trasero de las muchachas. “Yo soy un mal hombre, un miserable,
un hombre ruin y desalmado, pero eso sí, jamás en la vida, mi bajeza llegó a
tanto como para tener que usar una canción de Sabina para poder tocarle el culo
a una señorita”, expresó.
Nada suena igual en tu boca le demandaba Sabina a Serrat, quien hizo de la puta
Magdalena (Una canción para la Magdalena) un poema que sabe diferente, “Ya
no es puta”.
Si, era la risa, la ironía de
ambos. La mofa hacia un presidente electo que sirvió en diferentes momentos de
sostén a Joan Manuel para acribillar al otro: “Sabina se sentía en el metro
de Londres, como Peña en una librería”.
La complicidad estuvo pues a la
orden del día; los tragos de vino, la ronda de recuerdos por donde ambos poetas
o malditos han pasado. Las imágenes que hicieron derramar a muchos asistentes lágrimas
que sabían a despedida, con un Serrat en sus ayeres, un soñador de pelo largo,
el hombre en el exilio, el artista con la guitarra en la mano que en su lucha
franquista cruzó con su poesía musical las fronteras imparables de la
conciencia social.
Dos pájaros de un solo tiro,
Serrat-Sabina al contraataque, dos bandidos que se subieron al Titánic (La
orquesta del Titánic), a un barco de piratas (Una de piratas), a llorar el
enamoramiento en los días y las horas (19 días y 500 noches), caminaron en las
calles desoladas por el dolor, palabras con las que rendían culto a Chavela
Vargas (Por el boulevard de los sueños rotos).
Una noche donde se adueñó el encanto y
nos hizo cómplices, donde nos guareció el silencio de la noche, donde vimos el
baile de dos bailares sin gracia. Una noche regalada a Gabriel García Márquez y
su esposa Mercedes Barcha, que asistieron para perderse, igual que los poetas o
los malditos, en la oscuridad de la noche.…Después de eso, simplemente una
noche y una madrugada por la ciudad.
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