De pendientes, donantes y traficantes… de vida.

Posted on 7:25 by Hugo Triano Gomez | 0 comentarios

Hugo Triano Gómez.



Por definición, donar es un acto benévolo. Es desprenderse de algo para ofrecerlo a alguien. Más ampliamente, la donación de órganos constituye una actuación íntima, que casi raya en la espiritualidad, si se piensa en que puede ser relacionada con el amor al prójimo.
Ahora que recién se conmemoró el día mundial de tan específica donación, destaca el esfuerzo internacional por hacer de la práctica una cultura, aunque también las asignaturas pendientes por subsanar, que enfrentan países como México, para pensar en la efectividad de la medida.
En primer lugar es de reconocerse que aún en el grueso de la población mexicana suele aparecer la corriente más conservadora -e irónica- de la sobrevivencia humana que impide a alguien disponer de un cuerpo que teóricamente no le pertenece, vinculada también a corrientes de fe. Superado ese escollo -sui géneris- los obstáculos se tornan obviamente…"terrenales".
Sin menoscabo de otras variables, incluida la siempre referida "falta de información", la corrupción parece ser la condicionante más peligrosa a la que se enfrenta la cultura de la donación en la nación Mexicana. De broma en broma, es seguro que nadie desea terminar -aún muerto- y gracias a la "viveza de alguien", en manos y en fines equivocados.
¿Cuántos podrían negar ahora mismo, que la posibilidad de ser objeto del tráfico de órganos es ajeno a la decisión de convertirse en donante? Quizás así pueda explicarse que en los países de primer mundo, cuesta menos trabajo involucrar a las sociedades en la dinámica de "regalar vida" o "mejores condiciones" a otra persona, cuando uno ya no puede disfrutar de ellas.
No es casualidad pues que en esos países se tenga una ventaja considerable, sobre los de tercer mundo, en lo que a número de donadores dispuestos se refiere.
En México el problema se recrudece cuando los datos de las averiguaciones iniciadas por el flagelo, se ocultan reduciendo a "leyenda urbana" los gravísimos incidentes, así sean solo cinco los presuntamente perpetrados en los últimos cinco años. Al tenor del derecho a saber, la PGR ha sido reiterativa descartando que la práctica se de en el país. La intervención del IFAI a lo mucho, le ha llevado a reportar el inicio de las cinco pesquisas comentadas, aunque sin ningún culpable. 
La falta de claridad respecto al área que tiene que atender el asunto tampoco favorece la cultura de la donación en los exigentes, pues si bien la ley general de salud -la federal- define y sanciona el tráfico de órganos, la PGR cuenta -según información pública- con varias instancias competentes para el caso, lo que posibilita "que alguna omita información", peor aún, resultados.
¿Cuántos mexicanos conocen la existencia de la UEITMO, la Unidad Especializada en Investigación de Tráfico de Menores, Indocumentados y Órganos? ¿Que la PGR cuente con más unidades competentes amén de las delegaciones, no significa más una desventaja que algo a favor? ¿Cómo medir la interacción eficaz de la Unidad Especializada y las Direcciones generales de Análisis Táctico, de Control de Averiguaciones Previas, de Control de Procesos Penales Federales y otras?
El asunto se complicó ya cuando la misma PGR advirtió la dificultad de la venta clandestina de órganos y minimiza su realización, por el solo hecho de que "implicaría contar con una organización bien estructurada con capacidad de mantener tecnología médica de punta y personal capacitado", como si el dinero y la perversidad no se tomaran trágicamente de la mano.
¿Cómo garantizar entonces que un donante satisfaga su deseo de contribuir a la preservación de la especie, si el tráfico de órganos está "condenado" en el país, pero las penalizaciones lucen ligeras?¿Acaso bastan 8 años de prisión como pena máxima para quien se dedique a alguna modalidad de la rapiña humana? ¿Habrá que esperar a que la autoridad federal "avale" la existencia de chacales para pensar en una revisión de la ley? ¿Por qué siempre el indefenso tiene que ser atendido hasta sufrir las consecuencias?
Cierto es que llegar a la pena de muerte con quien trafique órganos y con quien pierda el respeto por la vida humana, a algunos parecerá excesivo. ¿Parecería descabellado sin embargo, trabajar en la conciencia de los "peores grupos criminales" detenidos para ofrecerles al final de su existir una alternativa? Viéndolo con fe, convertirlos en donadores sería su oportunidad para resarcir algo del daño -grande o pequeño- que hayan causado. Casi casi como dar vida. . . al morir.

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