Mariguanadas de alto nivel 2: Soluciones Patito.
Iván Triano Gómez.
En días pasados intelectuales de izquierda que por
alguna razón gozan de fama en el foro nacional, hicieron explícitas en sus
respectivas columnas, el beneplácito de que Otto Pérez Molina, presidente de
Guatemala, anunciara la convocatoria con miras a debatir a nivel hemisferio, la
legalización de las drogas.
Algunos se apresuraron - no necesariamente de forma
cándida – a calificar de civilizada y demócrata, la propuesta del gobierno de
la nación Centroamericana; otros incluso, aprovecharon a despotricar la
política nacional denominada mediáticamente “guerra
contra el narco” a la vez que pedían “aprender”
de aquella nación; no obstante que sólo se trató de una “invitación” a debatir.
Y es que la sin razón se torna evidente, al momento
en que Hamid Ghodse, máximo responsable del organismo de la ONU (la Junta
Internacional de Estupefacientes) que por lo menos formalmente vela por el
cumplimiento de las leyes internacionales de control de estupefacientes,
declaró que la legalización de las drogas para luchar contra el narcotráfico no
es una opción y que solo serviría para agravar el problema.
Tal afirmación se suscitó en el contexto de la
presentación del informe anual de dicha Junta y en atención a la propuesta del
referido presidente de Guatemala de considerar la despenalización, la
legalización de la producción, el transporte y comercio de drogas para combatir
el narcotráfico.
Asimismo destacó el hecho que Ghodse, afirmara que “si nos fijamos en drogas legales como el
tabaco y el alcohol, no sólo matan cada año entre 10 y 15 veces más que las
drogas ilícitas, sino que también el delito relacionado con el tráfico de
tabaco y de alcohol no ha desaparecido, y de hecho, es una gran parte de la
actividad criminal”. Aseveración que no puede ser ni relativizada ni mucho
menos ignorada, por el sólo hecho de que se trate de una declaración propia de
un informe anual, y no producto de asambleas, resoluciones o recomendaciones
estrictas del órgano internacional; pues la misma implica la opinión de quien
encabeza el órgano internacional dedicado precisamente al control de
estupefacientes y que, por ello se presume especializado en la materia.
Máxime que dicho funcionario internacionalista,
abundó: “Hacer las paces con el tabaco
durante los últimos 300 años no ha tenido éxito, hacer la paz con el alcohol
por los últimos milenios no ha tenido éxito. Por ello, no entra en cuestión
aplicar soluciones simples a problemas complejos”.
Dicho de otra manera una salida tan sencilla como
despenalizar, simplemente provocaría mayor problemática social en los estados,
que hasta ahora, no han practicado más que mera retórica en el mayor de los
casos, no sólo en las cuestiones relacionadas con las drogas ilegales, sino con
el propio problema que representan hoy el alcoholismo y el tabaquismo tan
arraigado en la juventud.
En este contexto, se refrenda la postura asumida en
su momento, cuando a nivel nacional se escuchó con insistencia la despenalización de las drogas ilícitas;
a la vez que se exhorta a todo ciudadano que presuma de demócrata a ejercer su
primer deber - previo al del sufragio - que no es otro que el de someter a
juicio crítico, las “propuestas
partidarias” que han de abundar en el pantano tropical; especialmente ahora
al hallarnos en la antesala de las campañas electorales nacionales y estatales
en las cuales se prometerá hasta lo imposible.
De ahí que sea un deber, ya no un derecho
ciudadano, obtener antes que nada, conocimiento claro y preciso de lo que se
dice fuera de la “caverna” en torno a
cierto tema y evitar así, ser manipulado, a través de las sombras que
conciencias sin escrúpulos reflejan intencionalmente a fin de producir un
error, al ofertar soluciones patito,
cuando no inapropiadas, viscerales y sin sustento.
Religión,
Independencia y Unión.
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