Espinas de un chayote...político.
Hugo Triano Gómez.
Periodísticamente
hablando el tiempo durante procesos electorales concurrentes no pasa rápido,
vuela. En tan solo unas horas, los acontecimientos cimbran a la opinión pública
y sin embargo…siempre hay algo más.
Como
sea no es posible dejar pasar por alto el acontecimiento que apenas hace unos
días lucía imposible. No porque no existieran posibilidades de negociación,
pues finalmente los que participaban eran políticos. La dificultad del acuerdo
se fundaba en tantos dichos; en tantos pelos
y señales otorgados por un “vencido”
Evaristo Hernández en sus tiempos mozos; en tantos y tantos minutos de grabaciones
donde en público, el ex edil de Centro se erigió como un “auténtico opositor” dentro de la propia estructura del poder,
donde los que más abundan son los advenedizos
obteniendo por ello la “cualidad” que más interesante tornó su
actuar en los últimos años.
Hoy
poco, si no es que nada, queda de Él.
Y no es para menos.
Comprometido
hasta el tuétano por alguna razón, Evaristo Hernández no pudo más que tragarse
sus palabras para terminar aseverando que se equivocó todo este tiempo,
diciendo lo que dijo de su principal adversario en la lucha por la sucesión: Jesús
Alí. No le quedó más remedio que retractarse de sus improperios contra la
administración, la misma a la que ahora no tocará ni con el pétalo de una rosa,
dando al traste con lo más importante para quien se jacte de contribuir a la
vida social: La credibilidad.
La
falta de argumentos para explicar su error, lo sepultan sin posibilidades de
auxilio en la fila de politicastros del pobre Tabasco.
Todo
ello le ha hecho vivir en carne propia el escarnio de una opinión pública que
sí, perdió un aliado. Un aliado que presionó y evidenció nuevas fallas del
régimen no solo en lo político, pero que hoy sucumbió ante él, haciendo pensar sin
aspavientos que todo careció de convicciones y solo obedeció al objetivo
personal de la obtención del poder.
No
cabe duda que algo muy grave debió
vislumbrar Evaristo Hernández para optar por la última salida -indigna por
cierto-. Por supuesto que la sugerencia de que su rendición costó 150 millones
de pesos es seria, pero más lo fue la respuesta que a “carcajadas” dio cuando se le inquirió al respecto. Nunca lo negó,
cuestionó en cambio algunas nimiedades; dijo respetar algo que siembra una duda
terrible sobre su persona, cuando lo que se espera de alguien cuando sufre una
calumnia es firmeza y exigencia en rechazo a ella. Amén que cabe recordar
solo se respeta lo que se admite, lo que se comparte, lo que se cree válido.
El
caso de Joaquín López Dóriga y los cobros de facturas millonarias para hacer
comentarios en pro de un aspirante presidencial toca en la esquina de enfrente,
una fibra muy sensible no solo en el contexto de la contienda electoral si no
en el de la consagrada libertad de expresión.
Para
nadie debe ser un secreto la vigencia del embute, del chayote y la payola en la
relación del poder con los medios de
comunicación en México; que haya exhibido -también- sin una aclaración contundente al
principal comunicador del país por aquello de los espacios y horarios estelares
deja mucho que pensar, cuando de por medio está la fama pública.
Es
cierto que los esquemas de comercialización en uno y otro medio variarán de
acuerdo a los rattings y a las necesidades de cada anunciante, pero en este
caso cualquier pago por mínimo que sea para enaltecer a alguien, violenta los
códigos de ética más elementales del ejercicio periodístico y amerita algo más
que una simple negativa.
A
todo esto “Evaristo” parece no solo haber
perdido su oportunidad de ir lealmente por la primera magistratura en Tabasco y
“Joaquín” quizás no pierda nada. Al
final las que pierden otra vez son dos piezas clave de la piltrafa en que se
convierte la flamante democracia cada vez que sucede algo así. Pierde la
política, pierde la credibilidad…perdemos todos.
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